Tú Loba y yo Vampiro

Capítulo#52 En la civilización.

 

Andrés no tuvo ningún encuentro cuerpo a cuerpo con ningún animal salvaje, sí los vio claro está, tuvo la oportunidad de ver más cerca a una variedad increíble de animales salvajes y que no creía que existían con esa forma..., pero ninguno se acercó a ellos, no lo suficiente, era como si la presencia de la niña-loba los hubiera ahuyentado o más bien dominado, un caso particular fue con una araña del tamaño de un perro, jamás sacaría esa imagen aterradora de su mente, él no le tenía miedo a las arañas pero a esa sí le tuvo, la piel se le puso de gallina; se urgió en sus enormes patas a todo lo alto de su escalofriante cuerpo peludo y los miró desde la distancia, Mariluna se transformó y también se irguió majestuosa  y dominante y el animal salió corriendo, esperaba nunca más ver algo así y menos tenerlo cerca. Cada vez que se detenían a pasar la noche la menor salía y volvía con un animal pequeño para comer, la cantidad apropiada para dos, intuía que cuidaba mucho la naturaleza, no le gustaba abusar de los recursos naturales.

Una pareja de osos con sus crías estuvieron un tiempo acompañándolos, la pequeña jugaba un poco con ellos cuando tenía tiempo, hasta que un día los dejaron atrás, tal pareciera que Mariluna les pidió que se quedaran, que había llegado el momento de la despedida, la familia de osos se pararon a lo lejos viéndolos partir, solo faltó que le dijeran adiós con sus patas delanteras. Cada vez que se detenían a descansar él armaba las dos tiendas de campañas y ella se iba a buscar leña seca para prender un fuego, esa selva era demasiado húmeda y el sol brillaba por su ausencia aún siendo mediodía, los árboles parecían sombrillas gigantes entrelazadas sus copas en lo alto formando como un gran techo, llovía la mayoría del tiempo, al parecer estaban en la estación húmeda, el agua tardaba mucho tiempo en filtrarse al interior, bastaba con resguardarse bajo un inmenso tronco de cualquiera de los árboles para no mojarse, aunque la mayoría del tiempo preferían no detenerse, a pesar de tanta humedad los días eran calurosos, la loba sabía por dónde llevarlos sin que un deslizamiento de lodo, tierra, rocas o aguas lodosas los sepultaran vivos o los arrastrara su corriente, todo empezaba a volverse más inestable y nacían nuevas lagunas, ella sorteaba cada obstáculo y Andrés solo tenía que concentrarse en sostenerse fuerte para no caer de su lomo con sus saltos y proezas, pero no era una tarea fácil, era como mantenerse en un toro mecánico, a veces a a toda velocidad y además tratar de no perder sus mochilas.

Esa fue más o menos la rutina durante todo ese tiempo que estuvieron en la selva, hasta que llegaron a la civilización. Habían demorado en salir de la selva casi la mitad de tiempo que él tardó en llegar hasta ellos, estaba seguro que ella sóla habría tardado mucho menos tiempo, pero había tenido que cargar con él, con su peso, estaba totalmente convencido que era la niña quién lo había salvado y no al revés como se lo pidió su madre, sin el conocimiento de orientación de la pequeña todavía estuviera vagando en esa selva, lo más probable es que hubiera muerto.

Cuando vio una carretera después de casi medio año internado en ese infierno llamado Amazona, sintió ganas de besar el asfalto, de estrecharle la mano inexistente y abrazarlo como un viejo amigo, no dudaba que lo hubiese hecho de verdad de haber tardado un tiempo más en aquella selva infernal, lo que ahora solo era un simple pensamiento delirante no le faltó mucho para que ocurriera de verdad, qué pensaría la niña si lo viera comportándose así, tratando a un asfaltado sobre la tierra como si fuera una persona... un tiempo más en ese lugar y terminaría loco de remate, se sentía así en ese instante, la niña era lo único que lo mantenía cuerdo, la necesidad de cuidarla, de que no se quedara sola en el mundo... eso sumado a la obligación que tenía como hijo, tenía que reparar el mal que le había causado inconscientemente a sus amados padres... con Laura había perdido todas las esperanzas, pero estaba seguro que siempre la amaría aunque ella no quisiera saber nunca más nada de él...   

Le había sacado la mano, haciendo señas para que los llevaran, a todos los carros que pasaban sin importar el tipo, tamaño o forma, rezando para que algún alma noble se apiadara de ellos y les parara, pero parecían invisibles... él los entendía, vivía en un mundo egoísta e individualista, donde cada cual velaba por sus propios intereses, el que tenía auto propio no le paraba a ningún desconocido, normalmente no, además tenía que reconocer que su país ya no era el mismo de tiempos atrás... se había tornado un poco violento e inseguro... tal vez el mundo entero está así reflexionó, pero andaba con una niña pequeña... ¡que pasa con esta humanidad!, ¿a dónde vamos a parar...?

Nunca perdió las esperanzas. La chiquilla los miraba asombrada, y él se reía internamente, no por maldad sino por alegría, habían tantas cosas del mundo que quería enseñarle, le explicó que eran y como funcionaban, aunque realmente pasaban muy pocos carros por esa carrera, era un lugar bastante desolado, no sabían en donde estaban exactamente, pero sí en que estado, continuó haciendo señas hasta que un chofer gandolero* se detuvo, nunca olvidaría la impresión de la pequeña cuando vio a la enorme gandola* una detenerse chirriando los neumáticos, y  sonrisa se dibujó en los labios de Andrés al ver la reacción de la menor, en vez de avanzar hacia el camión y alegrarse por la suerte, comenzó a retroceder asustada, tuvo que explicarle que esa era la única esperanza de llegar a su destino, al de ambos, ella lo miró con la chispa prendida en su mirada, comprendiendo y se dejó guiar.

—Todo estará bien pequeña.

Ella solo asintió y dejó que él la ayudará a subir a la alta cabina, mientras le explicaba donde colocar sus pies.

El conductor era un hombre un poco mayor que Andres, de piel morena, cabello oscuro, y mirada cálida de color café, la piel de sus manos bastante maltratada por el sol, muy amable y servicial, después de contarle al señor que llevaban un tiempo perdidos en la selva, sin profundizar en detalles, este quedó profundamente conmovido, además le mintió diciéndole que se le habían perdido los papeles de la niña en la selva, al parecer le creyó porque no dijo nada... Y mandó a esconder a la niña en cada punto de control policial de tránsito, siempre le estaría agradecido a ese amable señor por lo que le pidió sus datos personales y le dio los suyos para no perder el contacto.




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