Tú Loba y yo Vampiro

Capítulo#57 La visitante.

 

Andrés estaba ansioso por llegar a la casa de sus padres, por presentarle a la niña en específico. Al llegar entró por el portón del garaje, parqueó el auto de su padre en su sitio y una vez lista Laura en su silla se dirigieron al interior de la casa, la niña estaba en la sala, sóla, viendo televisión.

―Hola hija, llegué pronto como te lo prometí.— le dijo a Mariluna con voz suave y cariñosa  

La niña miraba a Laura curiosa, desde que sintió el ruido del coche había dejado de prestar atención a lo que veía y cuando se abrió la puerta de entrada no pudo apartar su mirada de esa enfermiza mujer de mirada profunda e intensa. Podía sentir que estaba enferma, sentía que la vida de esa mujer se marchitaba, le dolió verla así, sin saber porqué cuando apenas la acababa de conocer. Le agradó su esencia, emanaba un aroma dulce que le recordó a su madre... aunque físicamente no se parecían en nada.

Por otra parte Laura quedó anonadada, impresionada, conmovida, impactada con esa pequeña. Era un manojo de emociones indefinidas que la afectaron hondamente, no estaba preparada para recibir semejante impacto, el parecido a Sofi era impresionante y rompió en llanto sin poderlo evitar.  

Andrés se sintió culpable por sus lagrimas, no la preparó mentalmente, pero no lo hizo porque pensó que al decirle que la niña se parecía a Sofía sin verla en persona, quizás podría haberla afectado aún más o peor aún hacerla cambiar su decisión de ir a conocerla, no quiso arriesgarse y lo dejó en manos del destino, después de todo Laura fue la que propuso la idea de ir a conocer a la pequeña Mariluna.  

―¿Que le pasa a ella papá?, ¿por qué llora así?―lo miró con sus ojos azul intenso llenos de preguntas.

―Nada... sólo que te pareces mucho a la hija que perdimos.

―¡Ah! ya entiendo, ¡ella es tu esposa!―lo dijo en tiempo presente porque quería que se dieran cuenta que aún estaban a tiempo de seguir siéndolo, aunque sabía que los humanos no eran como los lobos que se unen para siempre, pero tenía la corazonada que ellos eran diferentes y que estaban destinados para estar juntos.―Es un placer conocerte, ¿puedo llamarte mamá? Laura se le enterneció el corazón, incluso llegó a pensar que estaba soñando, no podía creer que esa pequeña tan tierna y hermosa le haya pedido ser su mamá, la imaginó muy necesitada de afecto y le robó el corazón en ese instante. Andrés que sabía lo inteligente que era ese ser con cara de ángel, le lanzó una mirada significativa, y le hizo un gesto discreto de negación mientras le deletreaba, sin sonido y señalándola con el dedo índice, sin que Laura se diera cuenta.  

―NO TE PASES DE LISTA―pero sus ojos brillaban divertidos por sus ocurrencias, era una manipuladora y no quería que eso se le volviera costumbre, aunque tenía que admitir que si se echaba a Laura en un bolsillo, él tenía más posibilidad de conquistarla, porque la tendría cerca, además tendrían, otra vez..., una niña en común y aunque Laura no lo quisiera de vuelta como su esposo..., no podía imaginar a nadie más ocupar el puesto de mamá de su pequeña, ya era su hija, así lo sentía en su corazón, todo ese tiempo que pasó junto a ella los habían unido, todo lo que compartieron, lo que vivieron, los unió con un lazo tan fuerte como el de la propia sangre... Laura fue una madre increíble y maravillosa, estaba convencido de que podía hacer feliz a Mariluna.

―Claro que sí pequeña, si tu padre lo permite.

―Por mí no hay ningún problema.—se encontró diciéndole más animado de lo que creía, la idea le empezaba a gustar.  

―Me llamo Mariluna y tú eres Laura, lo sé porque papá me habla mucho de ti...  

Sonia y Antonio que estaban en el patio, entraron a ver a la niña y se encontraron con la presentación de la visitante, era asombroso y conmovedor escuchar hablar a esa pequeña... ambos saludaron cariñosamente a Laura, ella le correspondió el saludo de igual manera, todos se acomodaron en los asientos y charlaron por un rato alegremente. Sonia le pidió a Laura que se quedara a almorzar con ellos y aceptó, se sentía feliz, hace muchos años que no se sentía así.                      

Laura pasó una mañana agradable, placentera, con un ambiente hogareño al lado de todos ellos, la niña se le colaba cada vez más en su corazón, se dio cuenta que aunque se parecía físicamente a Sofía su carácter era completamente diferente, además era demasiado inteligente, ingeniosa, avispada, hablaba con demasiada propiedad, como un adulto. Cuando te miraba directamente a los ojos sentías la sensación de que podía leerte el alma, los pensamientos, tenía una mirada demasiado intensa, penetrante, escrutadora, pero era absolutamente encantadora. Durante el almuerzo que estuvo muy sabroso y variado, se sorprendió bastante con la comida de la niña, a ella le prepararon carne semi asada por lo que pudo apreciar, y aunque Mariluna se moderó bastante por la presencia de la visita, era muy extraño que comiera carne semi cruda, podía ver la sangre jugosa que rodaba por su boca y sus manitos, le pareció extraño que Andres y sus padres le permitieran comer así, más aún sabiendo como cuidar y alimentar a una niña porque ya habían tenido una; pero no dijo nada después de todo ella era una invitada. El reto de los platillos estaban a la perfección, con excelente textura y el término de cocción adecuado, decidió olvidarse del asunto después de todo la niña comía con verdadero gusto, hasta daba envidia, aunque estaba segura que sus dientes jamás podían arrancar un pedazo de esa carne, menos aún con la facilidad que ella lo hacía, debía de tener unos dientes muy duros y formidables, parecían de hueso y no de leche. La niña la miró y se limpió la carita y las manos con una servilleta y le dijo.    

—Soy de la Amazona, pertenecía a una tribu que vivía un poco apartada de la civilización, vivíamos en una cueva... Un día llegaron unos hombres... y mataron a todos los miembros de mi... tribu, incluyendo a mis padres... entre esos hombres estaba Andrés, él no le disparó a mi gente, mi mamá le pidió que me salvara y él lo hizo, gracias a él sigo con vida, es un hombre valiente. Nosotros en muchas ocasiones no podíamos cocinar la carne, por la humedad de la madera resultaba imposible prenderla, como casi siempre la cena eran animales salvajes, aprendí a comerlos crudos, así me gustan, así me adapté, así me criaron, Andrés lo sabe, sus padres también, no pienses mal de ellos, ellos me cuidan bien.




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