Andrés comenzó a investigar discretamente como adoptar a Mariluna, todo lo que necesitaba, las posibilidades que tenía de lograrlo con éxito sin estar casado. Luego de andar por las oficinas que le iban indicando y averiguar todo lo necesario se dirigió rumbo a su mansión,ubicada en el sector Lechería, al noreste del estado Anzoátegui, en la misma ciudad que sus suegros, pero alejadas una de otra, él en una zona menos poblada, mientras que sus suegros vivían en el centro, con los de su clase. Le impresionó verla, se veía tan abandonado su fachada, sus jardines, abrió el portón y se dirigió a su interior, aparcó el coche en frente, abrió la puerta y entró, todos los muebles estaban cubiertos por sabanas blancas, se respiraba el polvo en el ambiente, miró las escaleras de caracol que se dirigen a las habitaciones, pensó en su Laura que ya no podía subirlas con su andar elegante, alegre, de diosa, vio, como en una película, las escenas de su hija dando sus primeros pasos, cayendo torpemente, riendo, llorando, subiendo las escaleras acompañada de su madre, de él, de la señora Sara... Decidió que llamaría primero a sus antiguos empleados, antes de solicitar nuevos. Llegó al patio trasero, la piscina estaba como la dejó, bacía y cubierta con una lona, le llegaron a su mente tantos recuerdos alegres de ese lugar, tantos momentos inolvidables que compartió con su familia... Más allá se veía el mar, inhaló profundo su aroma único, exhaló con nostalgia, era hora de seguir adelante con su vida, de traer a Mariluna a su hogar, estaba seguro que le iba a gustar, él se encargaría personalmente de que así fuera... pero antes tenía que arreglarla, limpiarla, habilitar la piscina y poner un ascensor para Laura.
Durante los días siguientes se encargó de todo, llamó a sus antiguos empleados y milagrosamente todos estuvieron disponibles .Para buscar la mano de obra fue a su antiguo trabajo y le ofrecieron un puesto, querían que volviera a trabajar en esa compañía, el aceptó con gusto. Pidió horario flexible mientras se acomodaba y no hubo ningún problema, lo conocían muy bien, sabían de sobra que era responsable y eficiente. Mario ahora era su superior, pero a él no le importó en lo absoluto, era un buen hombre y lo trató con respeto, se sintió a gusto, de vuelta a su antigua vida.Poco a poco todas las piezas del complejo rompecabezas que formaba su vida iban colocándose en su sitio, encajando nuevamente de la mejor forma posible después de haber sido esparcidas por el suelo y pisoteadas por la desgracia. La vida le estaba dando un nuevo comienzo, otra oportunidad para ser feliz y estaba sinceramente agradecido, decidido a aprovecharlo al máximo y no dejarlo escapar.
Andrés compró e instaló un ascensor para Laura, y pensando en Mariluna diseñó un hermoso jardín emboscado alrededor de la mansión, mandó a traer plantas apropiadas y colocarlas estratégicamente, como un pequeño bosque en miniatura, lucía hermoso. La casa estaba reluciente, los empleados se esmeraron en dejarlo todo como le gustaba a la señora Laura, él les agradeció a todos y los felicitó por el esmero y buen trabajo. La piscina quedó reluciente, la remodeló como si fuera un lago, con una pequeña cascada, detrás una cueva de fondo, hechas con piedras; todo era artificial, pero lucía como natural, era como estar en contacto directo con la naturaleza, como un pedazo del Amazona en la casa. Cuando su residencia estuvo lista, remodelada especialmente para el bienestar de Laura y la comodidad espiritual de Mariluna, respiró con alivio, pronto podrían vivir allí los tres, ser una familia normal, pero le faltaba que su Laura quisiera, no sabía como proponérselo, no quería ser rechazado, no otra vez, no estaba seguro de poderlo soportar, durante todo ese tiempo que habían compartido a la niña se había apegado demasiado a ella, no quería que se le volviera a escurrir de entre sus manos. Lo único que le faltaba era la legalización de la niña. En los siguientes días se dedicó de lleno a resolver ese asunto.
Encontró la forma de comprar a la persona encargada de las adopciones de menores, ofreció una suma considerable e imposible de rechazar, acompañada de una oferta irrechazable, su abogada se encargaría de sobornar o hacer colaborar a todos los implicados, ya tenía ganado al principal, este proceso lo hizo en otra ciudad para que nadie lo reconociera. Tampoco consideraba mal la ayuda de esas personas, todos ellos sabían que lo único que quería era el bienestar para una infanta y tanta burócrata, trámites y papeleo no ayuda en nada a esos niños que esperan ansiosos ser acogidos por un hogar dónde los cuiden y los quieran. No se enorgullecía para nada de lo que estaba haciendo, todo lo contrario, pero tampoco se arrepentía. Estaba dispuesto a hacer todo lo que fuera necesario para adoptar a esa pequeña y convertirse en su padre legal. Sabía que lo estaba haciendo por el bien de esa criatura que consideraba su hija y que si alguien se enteraba de su naturaleza diferente sería objeto de experimentos, la apartarían de él y de todo contacto con las personas, la privarían de una vida normal y le harían quién sabe cuántas cosas más, manteniéndola aislada y prisionera como si fuera un conejillo de indias, ¡primero tendrían que matarlo antes que arrebatársela!, por esos motivos jamás se arrepentiría de todo el proceso turbio que estaba llevando a cabo para lograr adoptarla.
La remodelación gratuita de su vivienda, era una de los “compromisos” que le ofreció a la abogada y a todo el implicado que lo necesitara, ella sí lo necesitaba y acepto gustosa el ofrecimiento. Era una señora de mediana edad, morena, alta, muy simpática, al menos con él, con los demás era seria y distante, aparentemente insobornable, Andrés supo aprovechar a su favor la simpatía que le mostró tras la presentación inicial, hizo derroche de todo su encanto natural; pero lo único que le importaba era resolver su cuestión.
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Editado: 18.05.2022