Andrés llegó a su mansión, estaba ansioso, deseaba desahogar el motivo de su alegría con sus dos mujeres. Descendió de su auto y se encaminó a la puerta del garaje, la cerró y se dirigió presuroso hacia la puerta principal.
La inmensa sala estaba despejada, subió las escaleras y encaminó sus pasos directo al dormitorio de su esposa y entró sin pedir permiso. Laura estaba viendo televisión, recostada en a la cabecera de la amplia cama como si fuera un espaldar de un sillón, con las piernas cubiertas por una sábana de seda color vino, perfectamente acomodada hasta la altura de sus caderas. Siempre las tenía tapadas, comprendía la razón, pero internamente se moría por verlas, hacía tanto tiempo que no tenían relaciones sexuales, ninguno de los dos, para ser exactos desde el día anterior al accidente... Su puerta siempre permanecía sin seguro y él había tomado por costumbre entrar sin avisar como si fuera un mal educado, pero cómo lo hizo la primera vez y no fue requerido por la dama dueña de esa habitación y para él de la casa y de la mitad de todo lo que poseía porque la otra parte pertenecía a su hija, que ya lo era legalmente y estaba eufórico por ese motivo, aunque no era únicamente lo material, absolutamente todo él le pertenecía a ellas dos para siempre.
Laura apartó su mirada de la pantalla y lo miró con atención.
—Hola amor, ¿qué tienes?—enarcó una de sus perfectas cejas oscuras.
—¡Lo logramos vida mía!, tenemos la patria potestad de Mariluna, legalmente somos sus padres—le informó emocionado sin poderse contener por más tiempo.
—¡Eso es maravilloso!, la mejor noticia que me podías dar, hay que celebrarlo.— Propuso Laura completamente feliz, si pudiera caminar se pondría a dar saltos de alegría y correría jubilosa a la recámara de su hija o la buscaría por todas partes hasta encontrarla de no estar allí, pero lamentablemente no podía hacerlo, sus pies no la acompañaban. Se rodó en la cama hasta acercarse a su silla siempre a la mano y se pasó a ella con agilidad. Andrés se limitó a observarla conteniendo el impulso de correr a ayudarle pero sabía que eso en vez de ayudar la perjudicaría emocionalmente. Se puso en marcha dándole a las ruedas y él salió para darle espació, se quedó parado mientas ella siguió por el pasillo amargado pero de pronto se detuvo y se giró hacía él, le parecía increíble el dominio y la agilidad que tenía con su silla de ruedas, parecía parte de ella.
—¿Te vas a quedar ahí parado?, vamos a darle la noticia a nuestra hija—le ordenó con júbilo.
—Por supuesto que sí voy, es lo que más deseo, se acabó la espera.
Siguió a su mujer por el largo y pasillo hasta la habitación de Mariluna.
—Hija, ¿estás ahí?—llamó Laura con cariño materno.
—Sí mamá, pasen.
Laura se extrañó que los mandara a pasar a ambos cuando Andrés no había abierto la boca o hecho algo para delatar su presencia pero no le dio mucha importancia a ese hecho. Cuando entró Mariluna estaba cerrado unas páginas de su computadora, aún le resultaba increíble la agilidad que tenía en ese equipo y lo rápido que había aprendido a utilizarla, le parecía increíble que solamente tuviera tres años de edad.
—Cuál es la noticia, se acabó la espera de qué, ¿son legalmente mis padres?—dedujo y exteriorizó sin ningún tipo de rodeo.
—Pues sí pequeña y ¿cómo llegaste a esa conclusión?— preguntó Andrés sin aguantar la curiosidad.
—!Estoy muy feliz!, nada nos podrá separar, somos una familia ante la sociedad.—exclamó radiante de alegría.—y luego les aclaró un poco más calmada—Los escuché hablar en el pasillo, mi oído es muy bueno—encogiéndose de hombros para restarle importancia.
—Demasiado bueno diría yo— confesó Laura, pensando en que la distancia en qué se encontraba era considerada y además estaba encerrada con gruesas paredes y puerta.
—Ya lo éramos—afirmó Andrés mirándola con adoración, a él el hecho que tuviera una audición increíble no le extrañaba para nada.
—Lo sé papá pero antes había riesgos...
—Vamos a hacer una reunión familiar para celebrar la buena noticia, ¿estás de acuerdo hija?—habló Laura con voz emocionada.
—Claro que sí, quiero que vengan todos los abuelos.
—¿No te molestas si invito a algunos amigos para que te conozcan?
—Puedes invitar a quienes quieras papá, por mi parte no hay ningún problema.
Mariluna se acercó a Laura y la abrazó con cuidado, está se inclinó hacia adelante para recibirla y luego abrazó a su padre que se agachó para estrecharla entre sus músculos brazos.
Los tres estaban completamente felices de ser una familia real ante los ojos del mundo, no tenían que esconderse más o vivir con miedo, ahora Andrés y Laura podían llevar a cualquier parte del planeta que desearan y tener una vida normal, aunque la niña lobo nuca iba a ser del todo normal.. Laura desconocía su secreto, era algo que no le habían contado, no se decidían a hacerlo, no querían asustar a esa sensible y frágil mujer que lucía a punto de desmoronarse o hacerse pedazos en cualquier momento.
La celebración la hicieron el fin de semana por motivos de trabajo, Andrés estaba atareado con una construcción de un edificio y además estaba terminando los compromisos con los involucrados en el proceso de adopción... Se hizo en la noche del sábado siguiente, primero llegaron los padres de Andrés, luego Martha su exsecretaria y su compañero el arquitecto Mario, ambos llegaron juntos, al poco tiempo los suegros Carlos Alberto y Esther Mariana y Damián, su esposa con Beto(Humberto) el barman con el que habló Laura. Andrés se dedicó a recibir a sus invitados en persona como buen anfitrión, no eran muchos, era algo íntimo, Mariluna siempre lo acompañaba.
—Adelante, pasen, están en su casa.—los invitó Andrés Cortésmente y con aprecio, estimaba profundamente a Damián, en parte le debía su dicha, si ese día no le hubiese aconsejado no hubiera permanecido sobrio, no se habría relacionado con Marlon y compañía y no hubiera emprendido la más loca aventura de su vida.
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Editado: 18.05.2022