Tú Loba y yo Vampiro

Capítulo#62 Sobrenatural.

 

En el abismo negro en el que se encontraba, donde todo era oscuridad, escuchó la voz de su hija gritándole fuerte, desesperada, angustiada. Quería moverse, hablarle, consolarla, pero no podía, no sentía su cuerpo, era como si no tuviera uno. Se pasó tanto tiempo sin sentir sus piernas y ahora no sentía nada, ni siquiera sus brazos. Era afortunada y no lo sabía, tenía el resto de su cuerpo funcional, la parte superior y justo allí arriba tenía lo más importante que puede tener una persona para ser humano ¡su capacidad cognitiva intacta!, nunca tuvo daño cerebral, no se dio cuenta de que eso es lo primordial, la razón de sentirse vivo... 
  
En el medio del silencio sepulcral que se instaló en la habitación, Mariluna pudo escuchar los latidos del corazón de su madre, eran fuertes, arrítmicos, parecía que galopaba por el prado, se acercó a ella, le destapó las piernas, le quitó la venda y la herida esteba cerrada, sanando, eso quería decir que su cuerpo estaba cambiando, que se estaba transformando, se alegró enormemente, sus labios se abrieron en una sonrisa inconsciente, como un botón al volverse rosa. Miró a su padre que la observaba como ausente.

—¡Está viva!, ¿no escuchas su corazón?, ¡volvió a latir!

Andrés no oía nada, tampoco quería ilusionarse otra vez, sentía que no aguantaría volver a perderlas de nuevo. Bajó su cabeza y la colocó sobre su pecho, escuchó los frágiles latidos y una oleada de esperanza lo invadió por completo devolviéndole la vida, porque Laura era su vida aunque quiso mantenerse fuerte por su hija. Los latidos eran tenues, rápidos pero débiles, absurdo pensó, no entendía como la niña los podía oír desde su posición.

―¡Mira su herida!, ¡casi está sana!  

Andrés miró su muslo y quedó asombrado, era humanamente imposible que alguien sanara a esa velocidad, apenas fue mordida poco después del medio día y fue profunda, desgarradora, él la vio, los enormes dientes de su hija loba se clavaron con fuerza en su delicada piel. Salió de la enajenación mental en la que se había sumergido, todavía su cerebro no había procesado la información, pegó un grito que asustó a Mariluna y la obligó a taparse los oídos.

—¡ESTÁ VIVA!

―¡Papá!, ¡mis oídos!— exclamó mientras apretaba las palmas de sus manos contra sus orejas, en verdad le había lastimado los tímpanos a Mariluna, su sistema auditivo era muy complejo y sensible.  

―Discúlpame hija, fue por la emoción...—se disculpó apenado.      

En verdad su grito había sido tan fuerte que Sara llegó corriendo, con el corazón en la boca por el susto y por haber subido las escaleras presurosamente.  

―¿Que pasó señor?, ¿por qué gritó tan fuerte?―hablo sin aliento, casi ni se escuchó su voz, padre e hija se miraron, luego miraron a Sara.

—Nada, es que encontramos a Laura desmallada y me asusté, por eso grité. —inventó rápido, tratando de escudarse lo mejor posible, no podía decirle a su empleada la verdad.  

―¿Llamo a su padre señor para que venga a verla?

―No Sara, gracias pero no, ya Laura está bien, no quiero preocupar a sus padres sin necesidad.—se negó rotundamente. Con su voz grave y profunda, con esa personalidad importante que te hace bajar la cabeza y obedecer de forma involuntaria.

―Como usted diga señor―dijo dudosa, pero obedeciendo, se imaginó que él sabía lo que hacía, era un adulto, muy capaz, centrado e inteligente, además ella era su esposa, Sara sabía que Andrés la adoraba y la cuidaba, si él decía que estaba bien era porque lo estaba.  

―Si quieres puedes ir a descansar a tu habitación, nosotros dentro de un momento bajamos a cenar y nos encargamos de recoger, no te preocupes.  

—Buenas noches señor, si me necesita estoy en mi cuarto.    

Sara se retiró, ella se ofreció a vivir con ellos para cuidar a su esposa e hija, Andrés le agradecía el gesto, confiaba en ella plenamente, sabía que dejaba a sus tesoros en buenas manos, en las mejores.

Sara tenía sólo una hija, que se casó muy joven y se fue a vivir con su esposo, como no tenía pareja desde hacía muchos años, le resultó fácil mudarse con ellos, no tenía a nadie cerca y se sentía muy sola. En realidad lo estaba, cuando el señor la llamó para trabajar nuevamente en su mansión se sintió feliz y aún más cuando supo que volvería con su señora y que además habían adoptado una niña. Ahora ellos tres eran lo más cercano que tenía a una familia y desde que vio a la pequeña quedó prendada de ella, era inteligente y encantadora. Pensaba mientras se dirigía a su habitación.  

Andrés acomodó a Laura en la cama y fue cuando reparó quetenía sangre en la falda y en la pierna, decidió bañarla, la niña lo acompañó y entre los dos lo hicieron con su frágil cuerpo descansando en la tina, con agua caliente y abundante espuma. Luego la secaron, la vistieron con un camisón de dormir y Andrés la volvió a acostar en su cama, pensó que con el baño se despertaría pero no fue así, su corazón latía cada vez más fuerte y eso lo tranquilizaba, tendría que esperar, no podía hacer nada por ella, ese era un proceso que tenía que transitar sola.

Él y su hija bajaron a cenar, lo hicieron en silencio, cuando terminaron Mariluna lo ayudó a llevar las cosas mientras él se quedó fregando, dejaron el comedor y la cocina impecable y se dirigieron nuevamente al cuarto de Laura, él mandó a la niña a dormir pero ella no quiso, le dijo que se quedaría al lado de su madre hasta que despertara y él no insistió sabía que su pequeña distaba mucho de ser normal y además era muy testaruda. Andrés se sentó en un sillón blanco y Mariluna se acostó en la cama con Laura. En la madrugada se despertó, se estiró perezosamente, sentía como si una carreta le hubiese pasado por encima, estaba molido, prendió la luz, miró el reloj que marcaba las 4: 20 A.M, contempló los cuerpos que dormían en la cama, se parecían mucho, parecían madre e hija de verdad, bueno de verdad lo eran, pero parecía que tuvieran la misma sangre, los mismos genes. Eran las figuras más hermosas que haya visto nunca, pero su Laura Lucía distinta, se veía más repuesta, más hermosa que nunca, lozana, fresca, joven, le provocaba besarla sin parar y..., contrólate Andres que ella está enferma y tu hija está con ella, acostada a su lado, se reclamó mentalmente. Las arropó con cariño, acercándose a Laura hasta sentir los latidos de su corazón, le preocupaba que aún no haya reaccionado y también que no haya comido nada desde él día anterior. Se volvió a sentar en el mismo sillón que estaba, por esa noche era su cama y lentamente se quedó dormido. Despertó con una caricia y cuando abrió sus ojos vio a Mariluna.  




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