Tú Loba y yo Vampiro

Capítulo#70 Mujer Loba.

 

Esa primera noche de luna llena y de transformación de la bella Laura en un Lobo aterrador, fue más duro para todos de lo que esperaban o imaginaban. Mariluna transformada en loba comparada con esa imagen gigantesca y aterradora, era una simple cachorrita tierna. Andrés les pidió a sus padres y a sus suegros que se fueran a descansar, les sugirió que si preferían quedarse les preparaba habitaciones. Sus padres aceptaron pero los de su esposa prefirieron irse alegando que tenían que trabajar muy temprano al día siguiente y no podían quedarse. La verdad es que tenían que alejarse de ese sitio para intentar que sus mentes procesaran todo lo que acababan de ver. Pensaban que en un lugar distinto, en la tranquilidad y soledad de su morada, donde estuvieran solos, podían intentar olvidar los alaridos o aullidos espeluznantes y la imagen aterradora que quedó grabada en sus mentes. Quedarse allí tan cerca era algo que no podían soportar más, por el momento era suficiente, comprendían y estaban agradecidos de tener más tiempo con su única hija pero todavía les faltaba mucho por aceptar esa condición antinatural.

Es terrible ver a una persona querida transformándose en esa cosa horrorosa, peor aún verla gritar y sufrir dolorosamente en una metamorfosis atroz, físicamente insoportable, aunque sabían que luego, a la luz del día, volvería a ser su hija; con la misma apariencia de mujer de siempre y que lo más probable era que no recordara nada, pero de igual manera era muy duro para ellos. Escuchar sus husos quebrándose al ritmo de una sinfonía diabólica, mientras se volvía un monstruo aterrador ante sus miradas atónitas era más de lo que mentalmente podían soportar. Al menos por esa noche no querían presenciar ni escuchar nada más, preferían irse para su residencia y recostar sus cabezas en sus almohadas, para tratar de olvidar lo inolvidable.    

Después que Carlos y Esther se despidieron, los vieron dirigirse hasta su lujoso coche plateado, con expresiones de abatimiento profundo, se notaba que lo sucedido los sobrepasó, les iba a costar mucho adaptarse a la nueva condición de su hija. Carlos le abrió la puerta del asiento delantero por costumbre a su esposa, dio la vuelta para subir al puesto del conductor y se marcharon.

Cuando perdieron de vista el vehículo entraron a la sala. Andrés le pidió a Sara que les habilitara un cuarto a sus padres, pedido que fue a cumplir enseguida. Quedaron los cuatro en el inmenso salón, ocuparon asientos en silencio, cada uno envuelto en sus propios pensamientos. Así los encontró Sara cuando regresó a la sala, envueltos en un silencio sepulcral. Les comunicó que el dormitorio estaba listo, sacándolos a todos de sus propias e individuales cavilaciones. Andrés y Sonia se despidieron, dándole la bendición a su nieta y a su hijo, le agradecieron a Sara y se fueron a descansar, estaban agotados físico y emocionalmente. Sara miró al señor y a su hija, sus expresiones eran muy serias, ambos con el ceño fruncido, «esa niña es increíble, una mente adulta en un cuerpecito infantil, lo de su parte lobo prefirió obviarla, ya que terminó por verla tierna, después de ver a su querida ama, eso sí que la aterrorizó, el baño y yo nos estamos volviendo muy íntimos últimamente, allí era donde terminaba asimilando sus impresiones y hasta conversando pensó, contándole que le daba pena tener que lavar sus pantaletas y pidiéndole que guardara su vergonzoso secreto. Decidió que esos dos necesitaban quedarse solos para conversar, así que se despidió y se fue a su dormitorio en la planta baja de la mansión.  

Una vez solos Mariluna tomó la palabra:  

—Papá yo se que tú quieres estar al lado de mamá, se que la amas mucho, parecido a como se amaban mis padres fallecidos... pero en este momento no puedes hacer nada por ella, si se sale la situación de control, a la única que no podría hacerle daño es a mí, yo soy la única que podría detenerla, la única capaz de evitar que le cause daño a alguien más, así me toque luchar con ella, yo dormiré en el sótano siempre que sea noche de luna llena, en la camita que te pedí que me instalarlas, no te preocupes, nada malo me puede suceder. Duerme en tu habitación y descansa que tienes que trabajar para mantenernos, es lo mejor que puedes hacer por ella en estos momentos así como te lo pidió. A mamá la deprimirá verte agotado físicamente, en esta forma está inconsciente, no reparará en la presencia del que esté o no cuidándola, pero mañana, cuando sí lo esté, es importante que vea que no es una carga y que todos estamos bien—le dijo mirándole a los ojos, con voz suave pero firme, tratando de hacerle ver que su descanso era lo más importante para su esposa en ese momento. No estaba dispuesta a que él hiciera otra cosa que no fuera lo que ya había decidido, además no quería que su vida corriera peligro por estar en el lugar inapropiado cuando su madre estaba en un estado de irracionalidad, no quería que ocurriera una tragedia que bien se podía evitar, ella era la única que la podía evitar y así lo haría.  

―Tienes toda la razón hija, yo sería un estorbo... mejor me voy a descansar. ¿Te llevo a dormir?

―No papá, no te preocupes, yo me encargo de todo, te vez muy agotado, bendición.

―Dios te bendiga princesa―le dio un beso paternal en su frente y se retiró casi como un zombie, su mente y su cuerpo estaban al límite, necesitaba un buen descanso para no colapsar. 

Andrés se perdió de su vista tras subir todos los escalones visibles desde su posición, pero escuchaba nítidamente el sonido de sus pasos, hasta abrirse y cerrarse se la puerta de su recamara. Luego se paró de su asiento, apagó todas las luces, cerró la puerta trasera y la reja con candado y se dirigió al sótano. Mariluna se quedó mirando el pedazo de bosque que su padre le regaló, respiró el aire fresco y su mente viajó a su cueva, con su manada, los extrañaba tanto que le dolía el alma, saber que ya no estaban en este mundo le partía el corazón, se quitó la ropa y se transformó, recorrió todo el lugar, colocó sus patas delanteras sobre una piedra para apreciar mejor la inmensa luna y sintió ganas de aullarle, llorarle por la perdida de su familia, de su manada en general. Recordó a su nueva mamá que la necesitaba y volvió a su forma de niña, se vistió y caminó hasta la puerta del sótano ubicada en el exterior de la mansión, frente a la piscina, pero bien disimulada. Abrió los respectivos candados de la reja y de la puerta y entró. Todo estaba en orden, escuchó los aullidos una vez abierta, eran intensos y desgarradores, cerró tras de sí para evitar que se escucharan fuera, la habitación estaba hecha a prueba de sonido, así como un estudio de grabación o una cabina de audiometría (este es el lugar en que los profesionales de la audición realizan las pruebas audiológicas a sus pacientes), Andrés se había encargado de contratar a una compañía experta en esta materia y habían hecho un excelente trabajo ya que los potentes aullidos de su madre, la mujer loba tras los fuertes barrotes, encadenada de mano y pies, no se escuchaban desde afuera, era totalmente insonora.




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