Tú Loba y yo Vampiro

Capítulo#83Tratando de localizar a Maikel.

 

             
Adrián llegó tarde al compromiso que tenía con Mariluna y sus padres porque el día anterior, al atardecer, tuvo que irse con Meliades para la ciudad de Monagas dónde se encontraba Alexia. Ella les avisó que había tenido una visión con Maikel y estaba segura de que andaba por esa zona. Alexia tenía el poder de ver lo que buscaba, en quién pensaba o incluso a quien planeara o quisiera atacarla o hacerle daño, pero únicamente si ella pasaba por un lugar en donde había estado o pasado recientemente ese ser, por esa útil habilidad su madre la había mandado precisamente a ella a acompañarlo en esa misión, porque él solo podía derrotar a Maikel pero necesitaba de Alexia y de Meliades para poder encontrarlo.

Se fueron para allá a su máxima velocidad y se reunieron con ella para buscarlo los tres en donde lo vio. Lo encontraron en una cabaña apartada de la ciudad, que estaba en perfecto estado, muy lujosa y modernizada. Entraron sigilosos por la puerta de madera preciosa color caoba oscuro, la cual no se había tomado la molestia de cerrar. Al parecer estaba muy seguro de que no lo iban a encontrar. Se hallaba en la sala, sentado en un sofá de color rojizo, con una jovencita en brazos que no pasaba de los 15 años de edad, quizás tenía menos, se apreciaban a simple vista sus facciones juveniles y aniñadas. Era un desgraciado ese sujeto, no merecía vivir, Adrián apretó fuertemente sus puño, se contuvo para no hacerle daño a la chica, Maikel enseguida se dio cuenta de que no estaba solo y se giró a darles la cara con la mortal de escudo.

—¡Libera a la chica!—le gritó Adrián encolerizado.  

—Si me quieren matar van a tener que matarla a ella primero—le respondió Maikel desafiante y burlón.Sus ojos morados chispeaban de maldad.  

La joven estaba consciente, lloraba desesperada y angustiada, mirándolo con gesto de súplica y temblaba perceptiblemente todo su menudo cuerpo.

—No me maten por favor—decía suplicante con voz entrecortada, de su cuello rodaba la sangre, manchando su blusa, el desgraciado no se tomaba la molestia ni de sanarla.

—Yo quiero regresar con mi mamá ella nada más me tiene a mí.—suplicó la jovencita.

Adrián recordó a Melinda y a su madre, ellas también se tenían una a la otra y por la culpa de ese vampiro despiadado su madre quedó sola. La dejó sufriendo la muerte de su joven hija no sin antes prometerle que el causante de su dolor iba a pagar muy caro lo que hizo. Lo vio torcerle el cuello a la adolescente, sacar sus uñas afiladas y rozarle la delicada piel donde estaba la aorta y un hilo de sangre salía del lugar por el que la pasaba, miraba los ojos de la chica desorbitados y su joven rostro bañado en lagrimas, hipaba de desesperación y terror.  

—Que fácil sería degollarla, otra mortal que no puedes salvar príncipe...—arrastró la última palabra con desprecio.

—Déjala ya infeliz—le espetó Adrián lanzando fuego por los ojos que tenía completamente rojos.

—Somos tres por si no sabes contar—le dijo Meliades.

—Tres idiotas que no dejarían morir a una mortal inocente—afirmó haciendo pucheros, burlándose de la bondad de sus oponentes.

—No estés tan seguro—le respondió Alexia con seguridad y firmeza en sus palabras y Maikel se tensó.

—¿Podrías dormir con la conciencia tranquila sabiendo que pudiste salvar la vida de esta niña y no lo hiciste?—preguntó dirigiéndose a Adrián.

—Quizás sí o quizás no... el caso es que tú no vivirás para saberlo.  

La joven lo miró suplicante y recordó a Melinda, ella no estaría de acuerdo con esa decisión, si hacían algo así estarían comportándose como el propio Maikel.

—Hagamos un trato...—propuso el vampiro de ojos morados.

—Te escucho—exclamó Adrián.

—Yo me largo y les dejo a la mortal con vida.

—No podemos dejarlo ir—intervino Alexia.

—Tal vez no tengamos otra oportunidad como esta, muere una mortal pero evitaremos que mueran o sufran muchos más—opinó Meliades.

—Por favor sálvenme—suplicó la jovencita.  Se hizo un silencio sepulcral interrumpido por los sollozos y los suspiros de la chica. Adrián y Maikel se miraron retándose por un tiempo, que en la tensión del momento pareció eterno. Maikel tomó la forma monstruosa o gargólica que adoptaba también su padre, la chica quedó siendo tan poca cosa al lado de él, que parecía que podía romperla como si fuera una frágil muñeca.

—Está bien, por esta vez te dejo ganar...—habló Adrián rompiendo el incómodo silencio, donde cada vampiro parecía ser capaz de matar sólo con la mirada asesina que tenían—¡pero será la última!, si me entero que lastimaste a otro mortal no tendré compasión ni piedad, no me retes o te puede ir muy mal, no me conoces, no sabes de lo que soy capaz—giró su mirada en dirección al sofá en donde lo encontraron cuando llegaron y el rayo que salió de sus ojos lo desintegró en el acto—así quedarás tú, no lo olvides.

Maikel le lanzó a la joven que voló por los aires como una pelota de balón y Adrián tuvo que atraparla en el aire haciendo una ágil maniobra imposible para un humano, para que la pobre no se lastimara y mientras el vampiro aprovechó su jugada para alzar su vuelo a su velocidad máxima, perdiéndose de vista entre las nubes. Adrián sabía que había dejado pasar una oportunidad única, pero no tuvo el corazón para sacrificar a la jovencita inocente que le suplicaba con todo su ser que le salvara la vida. Lo hizo por Melinda, sentía que se lo debía.

—Lleva a la joven a su casa, Alexia y yo seguiremos a Maikel para saber a donde se dirige.    

Adrián sacó sus alas blancas y salieron a máxima velocidad, él volando atravesando las nubes descendiendo de vez en cuando para que Alexia no lo perdiera de vista y ascendiendo para ver si veía a Maikel y ella veloz por tierra atravesando ríos, lagos,  bosques y ciudades a tan alta velocidad que era invisibles para la vista de los hombres. Llegó la noche y los ojos nocturnos de Adrián siguieron tratando de localizar a Maikel, no quería seguir a ciegas buscándolo como estuvieron hasta que lo encontraron. Llegando casi el amanecer descendió hasta donde estaba Alexia en una ciudad desconocida. Había un sujeto tirado en la calle pasando la borrachera, necesitaba sangre urgente así que sin pensarlo dos veces se acercó y lo alzó como si nada, clavó sus colmillos en el cuello del individuo que aún así elevado, con los pies sin tocar el suelo, no se enteró de lo que le sucedía, agradecía que no era un indigente porque a pesar de su mal aliento etílico su piel estaba limpia, se contuvo para no matarlo y lamió la zona afectada para que no le quedara ninguna huella. Ningún rastro le quedaría como evidencia que fue la cena de un vampiro.




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