Tú Loba y yo Vampiro

Capítulo#90 La resurrección.


Era miércoles 12: 20 a.m y estaban en el sótano Laura, Mariluna y Adrián esperando la resurrección de Andrés. Tal como había vaticinado Maikel en su carta, el cuerpo comenzó a sanar siendo más evidente desde la tarde del lunes. El cuerpo de Andrés se encontraba completamente cambiado, lucía algunos años más joven y su cuerpo era más atractivo, lozano y viril que nunca, sin contar que siempre lo fue. Lo tenían encerrado donde mismo una vez estuvo Laura más no lo encadenaron solamente lo acostaron en la cama coma si fuera la Bella Durmiente o Blancanieves en una versión muy masculina, con la diferencia de que esto no era un cuento sino la vida real aunque pareciera cosa de fantasía y no iba a despertar por un beso de amor aunque Laura ya se lo había dado antes de la media noche y luego salió y cerró con llaves. Tres pares de ojos miraban expectantes, ansiosos y esperanzados el cuerpo que permanecía aún sin señales de vida pero lucía como si estuviera profundamente dormido. Las horas iban pasado y sentían el tictac del reloj de pared que estaba colocado en la pared justo detrás de ellos, una imitación muy acertada, refinada y mejorada de los antiguo, del tipo del que sale un pajarito cada una hora y dice cucú, así todas las veces dependiendo de la hora que marque, en esta ocasión salió tres veces, los ojos de todos después del sonido que los desconcertó se volvieron intermitentes, dando cabezadas de vez en cuando por lo agotado y trasnochado que estaban.  
  
A las 3: 33 a.m, ni un minuto más ni un minuto menos, Andrés abrió los ojos de repente y se incorporó de golpe, con una agilidad increíble. Mariluna fue la primera en darse cuenta del suceso y gritó emocionada. 
—¡¡¡PAPÁAAAA!!!—alargando mucho la última vocal.  

Todos reaccionaron, incluso Andrés que en un movimiento apenas perceptible estaba de pie y junto a los barrotes, fijó sus dos manos en ellos, agarrándose fuertemente y preguntó extrañado.

—¿Qué hago aquí? ¿Por qué estoy encerrado? ¿Que me pasó? Me siento diferente y con mucha sed y hambre, mi garganta está demaciado reseca—expresó afectado con voz ronca y varonil—¿Qué esperan para sacarme de aquí?

Ordenó furioso al ver que todos permanecían inmóviles y cayados.

—Lo siento papá pero no podemos...

—¿Que no pueden? ¿Por que no pueden? ¿Qué se los impide?

Con cada segundo que pasaba se exaltaba más y más. Estaba furioso. Ya no era el mismo hombre ecuánime, amable y moderado que todos conocemos.

—¿No recuerdas nada de lo que pasó...?—Andrés se quedó pensativo por un rato, soltó una de sus manos del barrote y se rascó la nuca—Recuerdo que alguien me estaba ahorcando y casi me ahogo con su sangre luego me lanzó, sentí un fuerte golpe y después... nada, la mente se me quedó en blanco...

—Era un vampiro...—habló Adrián que hasta ese momento había permanecido cayado.

—¿Un vampiro?—preguntó sorprendido. En ese momento recordó las palabras de Mariluna en la selva Amazónica, aquella vez que recitó las palabras dichas por su abuela Serena, todo lo que sintió en aquel momento, el miedo que le heló la sangre; pero luego la niña lo tranquilizó afirmando que estaban extintos, que ironía, ahora resultaba ser que era víctima de uno.

—Sí y ahora tú también lo eres, por eso te sientes diferente...—le confirmó Laura apesadumbrada por la noticia que le acababa de dar, sabía que sería difícil para él asimilarla y adaptarse a la idea.  

—¡Pero hija!, tu odias a los vampiros y tu raza los caza o los cazó... eso significa que me vas a matar—expresó más como una afirmación que como una pregunta

—¡Claro que no papá! No te dejé regresar a la vida para después hacer algo así, pero tenemos que dejarte aquí quizás por muchísimo tiempo, diez años como mínimo, lo siento—concluyó con voz débil, con una nota de profundo dolor.

Andrés comenzó a sentirse mareado, su cabeza le dolía intensamente, escuchaba a la perfecto los latidos de cada corazón, el olor de la sangre caliente de los presentes, pero su esposa y de su hija olían diferentes, nunca se había percatado, hasta que despertó con su olor a lo que eran. Ese fluir natural de las sangre por las venas lo estaba volviendo loco, pero más aún un olor que provenía de otra parte que no eran ninguno de lo tres que estaban presentes.

—Déjenme salir—gritó desesperado, mientras chocaba contra las rejas lastimándose.

—Cálmate Andrés por favor, tu siempre has sido fuerte, mira, tomate esto—le pidió Laura angustiada, a continuación le ofreció una bola plástica llena de sangre.

Andrés dejó de golpearse contra la reja y la miró dudoso y extrañado, no sabía si coger el extraño contenido que le ofrecía, sabía que era pero no sabía porqué se lo daba, eso era para hacer transfusiones desangre, no para comer y él lo que tenía era hambre. De pronto vinieron a su mente memorias de todo lo que normalmente conocen las personas sobre los vampiros, aunque no sean aficionados o simpatizantes de las películas o de los mitos sobre estas criaturas. «Que cosas tiene la vida, nunca me gustaron los temas de lobos o vampiros y tengo una mujer y una hija loba y yo soy un vampiro», pensó confundido e irónico. Sus pensamientos no eran muy claros, no se sentía como antes. Tomó la bolsa plástica con manos un poco temblorosas y se llevó el contenido a los labios, en un principio con dudas y asco pero una vez que la sangre rozó su labios se la bebió con ansias y desesperación. Le dieron unas cuantas más hasta que quedó satisfecho.  

—¿Te sientes mejor?—le preguntó Mariluna

—Eso creo.—expresó para tranquilizar a su hija pero por dentro se sentía un mostruo, una abominación. Su mente era un caos. No lograba establecer el orden entre lo bueno y lo malo, aunque después de beber la sangre se sentía un poco más lúcido.

—Sólo dinos todo lo que necesites para sentirte bien que nosotras siempre que podamos trataremos de complacerte para que no te sientas mal. Espero que un día nos perdones, pero no podíamos matarte, te amo y prefiero tenerte así encerrado pero con vida... No puedo dejar que mates a nadie, así que no correremos el riego, te quedas allí en tu celda y nosotros tres nos turnaremos para vigilarte.—habló Laura con pensar, con los ojos aguadospor el doctor. Era capaz de sentir en su propia piel lo que él sentía, una vez fue ella la que estuvo en su lugar; aunque admitía que para él era muchísimo peor: mientras para ella solo fueron las noches de luna llena y en un estado inconsciente la mayoría del tiempo, para él sería como si fuera un reo que cometió un crimen por el cual estaría en prisión durante diez largos años. De solo imaginarlo se le partía el corazón.    




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