Tú Loba y yo Vampiro

Capítulo#102La cacería del vampiro.

Al día siguiente de la llegada a su nuevo hogar, Mariluna no quiso dejar pasar más tiempo para cumplir con su deber, esa misma noche iniciaría la cacería del vampiro Maikel, como le ordenaron. Lo hubiera hecho en cuanto puso un pies en tierra pero quería hacerlo en un momento que sus padres no lo sospecharan, no quería causarles angustias o disgustos a ninguno de los dos y menos a su madre en el estado que estaba. Si ella hacía su trabajo discretamente, ellos solo sabrían el resultado, no pasarían por los nervios, miedos o la incertidumbre de lo que le pudiera ocurrir, así les ahorraría muchas horas de tensión y estrés. Esa batalla era de ella y por nada del mundo pondría en riesgo a su familia. En cuanto llegó la hora de dormir y todos se fueron despidiendo para irse a sus habitaciones a descansar, ella aprovechó para salir sigilosamente al balcón, miró en todas direcciones para asegurarse que nadie la estuviera viendo y cuando comprobó que efectivamente no había nadie, saltó de esa gran altura, ayudándose con sus poderes de control del viento. No podía arriesgarse a ser vista por nadie y en los ascensores o las escaleras corría ese riesgo, cayó en una de las ramas de un árbol y luego descendió por el tronco hasta la acera.

Llevaba en su cuello el collar que le obsequió su madre, cuando cumplió sus primeros tres años de vida. Iba vestida como la noche, con la blusa y el pantalón bien ceñidos a su perfecto cuerpo, hechos con una tela elaster muy cómoda, suave, resistente y flexible, que le permitía todo tipo de movimientos. Cargaba en su espalda una pequeña y ajustada mochila color negra, con cosas que podría necesitar, incluyendo otra muda de ropa similar a la que tenía puesta. Caminó por las calles que increíblemente tenían vida nocturna, llenas de transeúntes como si fuera de día. Se preguntaba por qué razón todo tenía que pasar en esa ciudad, era increíble que Maikel estuviera tan cerca, la imagen en el collar le mostró con precisión en donde estaba y hacia allá se dirigía. Sacó su mano y le hizo señas a un taxi que se acercaba, este le paró y el conductor, un señor de mediana edad, blanco, con un discreto bigote castaño la saludó amablemente.

—Buenas noches señorita.

—Buenas noches señor.

—¿A dónde se dirige?  

Una vez acomodada en su asiento de pasajero, le dio la dirección del parque. Cuando llegó a su destino pagó lo que le dijo el taxista y bajó.

—¿La espero joven?—preguntó el hombre preocupado por su seguridad, donde estaban era un lugar muy solitario a esas horas de la noche y bastante apartado de la ciudad.

—No gracias, todo está bien.    

El hombre la miró con gesto de dudas, parecía que iba a insistir pero al ver la decisión y la seguridad en el rostro de la joven, se despidió y se marchó. Mariluna agradecía que fuera un lugar  solitario y sin testigos de lo que iba a pasar. Podía oler al vampiro y sabía que él también lo podría hacer si no hacía algo a su favor, aunque el sentido del olfato de un vampiro jamás sería tan desarrollado ni abarcar tanta distancia como el de un lobo. Se encerró en una burbuja de aire para que su aroma no la delatara y caminó a hurtadiyas, escondiéndose en las sombras, más sigilosa y discreta que un espía profesional. Atravesó el parque con el collar en las manos y la intensidad de su brillo le señalaba el camino, se acercó a gachas a una casa de dos plantas, se encontraba muy escondida y alejada, muy disimulada por el espesor del bosque que la rodeaba. El collar dejó de alumbrar, ya había cumplido su objetivo.

La joven se quedó un largo tiempo observando el lugar, calculando todas las posibles formas que tenía de escapar su rival, decidió flotar en su burbuja para no hacer ni el menor ruido de las pisadas. Dio la vuelta alrededor de la vivienda, comprobando todas las posibles salidas y al final decidió entrar por la puerta del fondo que curiosamente se encontraba abierta. Revisó cada rincón de la casa y no lo encontró, comenzaba a alarmarse, su collar, brillando nuevamente, le indicaba que estaba allí pero no lo veía por ninguna parte, su corazón latía a mil martillando su su pecho. Un sudor frío hacía que la ropa se le pegara aún más a su cuerpo, estaba asustada, tenía miedo por no encontrarle lógica a lo que estaba sucediendo, sentía su olor, sabía que estaba allí, el collar también se lo confirmaba pero sus ojos no podía verlo.  

Salió por la puerta principal, después de haber revisado de punta a cabo cada rincón de los dos pisos. Miró su contorno y se llevó una mano al pecho alarmada al ver a Maikel sosteniendo a su padre con un filoso y grande cuchillo de doble filo. Por el brillo del metal, estaba completamente segura que la hoja estaba hecha de plata. Se topó con la mirada triunfadora y arrogante de Maikel y luego con la de arrepentido   de su padre.

—Lo siento hija, solo te serví de estorbo, pero no te preocupes por mí, has tu trabajo, no dejes que por mi culpa paguen otras personas inocentes.—la animó a continuar valiente, a pesar de su situación desfavorable. Andrés no le tenía temor a la muerte, pero sí a que ese vampiro le hiciera daño a su familia.

—Palabras de héroe, con razón eres tan diferente de lo que se espera de un neófito, me equivoqué al hacerte un vampiro y como no me sirves para nada, llegó la hora de tu muerte—las palabras amenazantes de Maikel resonaron en los oídos de Mariluna, un temor profundo se le clavó en el alma, perder a su amado padre la desbastaría. La duda la asaltó, no sabía que hacer, prefería mil veces dar su propia vida, antes que la de Andrés.

Mariluna sintió un dolor en el pecho que la paralizó por completo, si su padre moría por su culpa nunca se lo iba a perdonar, pensó en Laura, en la criatura que estaba esperando, en el dolor irreparable que le causaría la muerte de su esposo. Si él moría su madre tendría menos posibilidades de llevar a término el embarazo. No podía permitirlo, si utilizaba sus poderes podría ser peor, no sabía que hacer, estaban lejos de ella y por más que corriera no iba a llegar a tiempo. Miró la cara de satisfacción y de maldad de Maikel, escuchó su risa macabra, sabía que iba a cumplir con lo que dijo, disfrutaba con el dolor de su oponente. Ver el rostro atormentado y desesperado de Mariluna lo animaba más a cumplir con su amenaza.




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