Tú Loba y yo Vampiro

Capítulo#106 Sacrificio de madre.

 

Descendió al pequeño balcón del sexto piso y se aseguró de que nadie los hubiera visto, la puerta no tenía seguro así que entró de una vez, no quería permanecer más tiempo expuestos. En la sala se encontró a un Andrés derrumbado en el piso, aún tremendamente afectado y a una Laura muy  angustiada, abrazándolo y consolándolo. Miró la escena, con el cuerpo desplomado de la loba en sus sus brazos, sin atreverse a anunciar su presencia.

Instintivamente Laura giró su mirada en dirección a ellos y al ver a su hija inconsciente en brazos de Adrián, quedó paralizada por unos segundos. Su esposo no daba muestras de enterarse de nada. Nunca había visto a Andrés en ese estado, ni siquiera en los años de la tragedia que compartieron. Estaba verdaderamente preocupada y no sabía que más hacer para sacarlo de ese trance. Temió que si se daba cuenta del estado en que llegó Mariluna sería mucho peor, ella misma estaba en temblores.

—¿Está bien?—preguntó Laura temerosa de escuchar la respuesta de Adrián.

—Lo estará, sólo necesita descansar.—la tranquilizó. Laura dejó escapar, en un gran suspiro de alivio, todo el aire que inconscientemente había retenido en sus pulmones. Por un momento imaginó lo peor, su pequeña estaba inmóvil e inconsciente y su cuerpo ensangrentado. Secuelas visibles de una lucha tenaz reflejaba su enorme cuerpo lobuno, solo deseaba que el perverso de Maikel hubiera quedado peor que su hija, incluso deseó su muerte, sin saber que ese vampiro monstruoso ya no formaba parte de este mundo.

—Voy a bañarla primero.—sugirió mirándola en ese estado tan deplorable.

—Dime hacia donde la llevo.—se ofreció. La sostenía tan  firme y cálido a la vez, como si en eso le fuera la vida. Para nada le importaba  su apariencia actual, la amaba igual porque era ella. De ambas formas estaba hecha y si no la aceptaba tal cual era, entonces no era amor verdadero.Cuando se ama de verdad se acepta con todo a la persona amada, lo bueno y lo malo, sean defectos, virtudes o diferencias...

—Bien, sígueme.      

Adrián siguió a Laura por el pasillo, atravesando las estancias hasta la habitación de Mariluna. Cruzó las puertas de cristal del baño que Laura le dejó abiertas para ellos y luego la acostó en la pequeña tina que Laura ya había comenzado a llenar con agua tibia.    

—Pobrecita mi niña, se ve tan frágil—comentó Laura profundamente afectada por el estado lamentable en el que se encontraba su hija. Solo una madre podía ver la fragilidad en esa enorme bola de pelo. Varias lágrimas rodaban por sus mejillas mientras acariciaba tiernamente a Mariluna.  

—Cálmate quieres, tus emociones afectan al bebé—le aconsejó Adrián con afecto.  

—Lo intento créeme, pero es tan difícil verla así, saber que pudo morir y yo no estuve allí para salvarla...

—Ella no te lo hubiera permitido, además no estuvo sola...  

—Gracias por salvarla.—lo interrumpió sinceramente agradecida.    

—No fui yo, no llegué a tiempo—admitió Adrián con pesar. Se sentía culpable de no haber evitado todo el daño que sufrió su amada, a pesar de que él no tenía ni la menor idea de donde se encontraba Mariluna y mucho menos, que su vida corría peligro; pero no podía evitar sentirse así, la amaba tanto que se sentía responsable de ella.  De cada mal que le pasará sin que él lo pudiera evitar. 

Laura lo miró intrigada.

—Si no fuiste tu ¿entonces quién?

—Su manada.

—¿Su manada?—repitió incrédula a modo de pregunta, a pesar de que había escuchado perfectamente—Eso es imposible. Yo te conté su historia. Ella fue la única sobreviviente de los suyos.

—Al parecer no fue así, allí estaban más de 20 lobos e incluso sus padres biológicos.—afirmó remembrando el encuentro. A pesar de que debió amedrentarlo el hecho de ver por primera vez una manada de lobos furiosos, dispuestos a atacarlo, él únicamente podía pensar en ayudar y estar al lado de la loba que yacía herida sobre el pasto.

—No entiendo, si ellos sobrevivieron al ataque, ¿porqué nunca dieron señales de vida?—se preguntó más para sí—Si es tan fácil la comunicación para los licántropos—comentó luego pensativa.

—Sus motivos tendrían, lo importante es que ellos sí pudieron salvarla cuando yo no pude—comentó Andrés agradecido y al mismo tiempo decepcionado de sí mismo. Ambos, Laura y Adrián, se giraron a mirarlo. No se enteraron en qué momento se les unió, estaban tan concentrados en la plática, que no escucharon sus pasos acercarse. Además Andrés era un vampiro y por lo tanto rápido y sigiloso, inconscientemente el instinto de la caza, aunque no fuera el caso.  

—Tu hiciste lo que pudiste amor—dijo Laura tratando de infundirle ánimos pero la expresión de Andrés no logró el objetivo, continuaba de la misma forma.  

Laura sabía que su esposo jamás se perdonaría no haber podido salvar a Mariluna y menos aún que ella haya sido la que lo salvara, sabía que su esposo daría su vida por la de su hija sin dudarlo, la idolatraba. El amor que había entre ellos dos era demaciado intenso. Esa noche casi pierde a su esposo y a su hija, sus dos más grandes amores y aunque esperaba una criatura y era capaz de sentirla creciendo en su ser, sabía que si los hubiera perdido a ellos, no tendría las fuerzas necesarias para llevar a termino su gestación, «Perdóname dios mío, pero no me imagino seguir viviendo sin mi hija ni mi esposo, ya perdí una hace mucho tiempo, a mi pequeña Sofi; pero Mariluna, aunque no lleve mi sangre, está tan dentro de mí que sin ella no podría vivir y aunque la inmortalidad me persiga me consumiría el dolor, se confesó internamente.    

Laura, con manos expertas de madre, terminó de bañar a su hija. Adrián se retiró para darle privacidad  y luego Andrés la tomó en sus fuertes brazos y la llevó para su cama y la depositó con absoluta devoción paternal, se alegraba tanto de que estuviera viva.

—Hola, mi nombre es Mar de Luna, soy al igual que usted, madre de Mariluna. Se que Adrián les habló de nosotros, hay muchas cosas que tenemos que hablar pero este no es el momento. Pronto nos reuniremos, mi clan y yo ya no soporta más la idea de estar separados de nuestra princesa; pero no se preocupen, el corazón de nuestra hija es tan grande como para albergarnos a todos.




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