Augusto Aragón decidió guardar silencio tras la petición de su hermana la reina, pero ardía por dentro y estaba lleno de rabia. Alguien preguntó:
—Entonces, ¿dónde estuvieron viviendo por tanto tiempo los lobos, que nuestra especie no había sabido de ellos.
En realidad era la duda de muchos de los presentes.
Adrián les respondió:
—Estuvieron viviendo en lo más profundo de la Amazona. Ese fue su hogar por mucho tiempo, pero decidieron marcharse por asuntos personales.
Adrián evitó contarles sobre la cantidad de lobos que habían en la actualidad y mucho menos dónde estaban. Sabía que tenía que protegerlos porque ni él mismo confiaba en la naturaleza de los suyos. Con anterioridad se lo advirtió a Meliades y Alexia. Ninguno de los dos podían revelar, bajo ningún motivo, la ubicación actual de los Lobos. La seguridad de su amada y de toda familia dependía de ello. Jamás pondría a Mariluna en peligro, por muy mínimo que fuera este. Nunca se perdonaría si llegara a pasarle algo malo a ella o alguno de su clan o de su familia por culpa de un vampiro. No otra vez. Afortunadamente el único capaz de leer las mentes era él
—¿Entonces no sabes en dónde están?—interrogó su madre.
—No—aseguró sin vacilar. Al verlo nadie era capaz de dudar de la veracidad de su respuesta—pero sí puedo comunicarme con ellos.
—¿Pero cómo hijo?—preguntó Darwyn.
—Telepáticamente.—fue su simple respuesta.
El asombroso fue generalizado. Él podía comunicarse así con su amada, eso era verdad, pero no sabía hasta que distancia eso era posible. Aún no había tenido tiempo de intentarlo. Pero si no podía de ese modo contaba con su número de teléfono, aunque eso tenía que ser un secreto.
Continuaron las preguntas y Adrián siguió aclarando las dudas, dentro de lo posible. Mientras tanto, la mente de Augusto funcionaba a mil; lo único que quería era hacer sufrir a los lobos y se devanaba los sesos pensando en cómo. De pronto se le alumbró un bombillito en la cabeza. Una idea cruzó su mente y poco a poco fue tomando forma. ¡Quemaría la Amazona!, decidió, ese bosque que seguramente amarían mucho.
Al día siguiente se marchó rumbo a su objetivo, seguido por sus vampiros más fieles. Al llegar a un punto que determinó, insendió todo el lugar con su poder, solo él podría apagar ese fuego, pensó maquiavélico, ardería todo ese bosque tropical sin parar aunque todo estuviera verde y húmedo. Liberó todo su odio reprimido contra la naturaleza, imaginaba que cada árbol que ardía era un Lobo. Interiormente deseó que aún estuvieran en su interior y ardieran en su fuego infernal.
Los pobres animales huían despavoridos, algunos envueltos en llamas, otros con sus crías en la boca o sobre ellos. Incontables pájaros volaban desorientados, o en bandadas, lejos de aquel infierno; algunos caían al suelo tras quemarse sus alas o estar mal heridos... Era una escena extremadamente triste para quien ama la naturaleza y a los animales; en general, para cualquier persona que sea humana y tenga sentimientos. Pero el vampiro ni ninguno de sus seguidores se conmovía con lo que pasaba. Para ellos era el clan de lobos quienes sufría las consecuencias.
—Arde la Amazona—exclamó Augusto Aragón, con una sonrisa de satisfacción dibujada en sus labios. Satisfecho consigo mismo, tras la maldad de su acto.
...
Cuando Mariluna y su clan supo lo que estaba pasando en la Amazona, se pusieron muy tristes. La noticia los tomó por sorpresa. Estaban en la sala cuando la terrible noticia apareció en la TV, captando la atención de todos los presentes, dejándolos desconcertados y afligidos enormemente.
—¡Eso no puede ser verdad!—exclamó Mar de Luna sin poder dar crédito a lo que escuchaba y veían sus ojos, agrandados por el impacto.
—Yo tampoco puedo crear que algo así esté pasando mamá.—expresó Mariluna conmocionada. Es que nunca imaginó que una selva prácticamente virgen como la Amazona, la más extensa del mundo entero y siendo un bosque tropical húmedo, pudiera llegar a ese estado. El incendio se había salido de control por lo que informaban las noticias.
—Hay que irnos de inmediato, tenemos que detener esa catástrofe—Luxor expresó en voz alta, lo que todos los integrantes del clan estaban pensando.
—¡Nuestro hogar está en llamas!— exclamó Estrella con lágrimas en los ojos; en general todos, hasta los hombres, tenían los ojos aguados.
—Mamá, ¿y nuestros amigos como están?—preguntó el pequeño Caleb, mientras jalaba la blusa de su madre para llamar su atención. El niño se refería a todos los animales amigos de la manada, los mismos con los que había crecido jugando, algunos de ellos también habían sido amigos de Mariluna, cómo la familia de osos por ejemplo. Los pequeños ya eran adultos y padres. Los animales del bosque que habitaban cerca de la cueva fueron sus compañeros de jugo, ya que era el único niño del clan.
—Estarán bien hijo, iremos a salvarlos—respondió su padre Marcus, ya que Estrella se quedó en silencio, pensando en el estado en el que estarían esos queridos animales, que eran algo así como las mascotas para los humanos. Aunque significaban mucho más para ellos en realidad.
—Lo siento mucho—habló Laura sin saber que más decir. Quizás no amaba la Amazona tanto como sus huéspedes, pero si sentía que eso que estaba pasando era algo malo. Sintió compasión por los pobres animales y aves de ese lugar; por la perdida irreparable de todo lo que el fuego iba devorando a su paso.
Fueron lo antes posible para la Amazona, con el objetivo de apagar el incendio. Mariluna utilizó la teletransportación para ello. Primero probó con sus padres y lo logró, regreso e intentó con uno más pero le fue imposible. Se llevó de dos en dos todos los que pudo hasta que su energía se agotó.
Al estar justo en el lugar del incendio descubrieron que era un fuego creado por medio de un poder. Les resultaba difícil contener su furia. Mar de Luna y su hija utilizaron todo su poder para controlarlo un poco al menos, al comprender que no podrían apagarlo. Iba a ser una tarea de Titanes. Los demás lobos intentaban rescatar la mayor cantidad de seres vivos. Toda la noche, madre e hija, estubieron luchando contra las llamas devoradoras hasta quedar exhautas.
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Editado: 18.05.2022