Tú Loba y yo Vampiro

Capítulo#110 Imperdonable.

 

Mariluna y su familia Lobo decidieron ir al polo sur. La decisión fue unánime  Lo que hicieron los vampiros en la Amazona era imperdonable. Tras percatarse que el incendio no fue accidental y que había magia involucrada, lo decidieron. No habían salido antes porque estaban recuperándose de la ardua labor en la Amazona. Necesitaban estar totalmente recuperados para enfrentar a los vampiros. Esperaban que no todos estuvieran involucrados. Les darían una oportunidad de castigar a los culpables, pero si no estaban dispuestos a juzgarlos con dureza ellos mismos, entonces sí intervendrán directamente. Estaban conscientes de que los vampiros los superaban, por mucho, en número, pero eso no los intimidada para nada, el deber de los lobos era proteger a los humanos de los vampiros crueles y despiadados y eso no cambiaría nunca. Podrían hacer un tratado de paz, pero se alguno de ellos lo incumplía allí estarían ellos para hacerles pagar.  

Mariluna utilizó nuevamente la teletransportación hasta un lugar del polo sur que había visto en una revista científica. Llevaron tiendas de campaña con ellos y provisiones para pasar la noche. Al día siguiente traería al resto y entonces irían a la ciudad escondida.

Adrián sabía que ellos estaban allí, Mariluna habló con él telepáticamente. Al final habían descubierto que sí podían comunicarse desde cualquier parte. Mariluna no le había contado el incidente en la Amazona y mucho menos quiénes eran los responsables. Era algo que quería decirle en persona. Llevaban casi un mes sin verse. Desde que él se había ido con los suyos y ahora ella estaba allí, muy cerca de su ciudad pero sin saber su ubicación. Esperaba sinceramente, con todo el corazón, que Adrián no estuviera al tanto de lo sucedido en su antiguo hogar. Todos los vampiros podrían estar al tanto de la catástrofe en la Amazona exepto él, porque de ser así, jamás se lo perdonaría.

Estaba impaciente, caminando de un lado a otro, sintiendo los pies hundirse en la fría nive con cada paso que daba. Copos de nueve caían lentamente. El paisaje era increíblemente hermoso para la vista nítida de los Lobos. El cielo estaba completamente estrellado. Se podía apreciar la hermosura de un cielo completamente despejado, al no tener una ciudad que lo opacaba con sus luces nocturnas y la contaminación admosferica. El campamento improvisado de los que la acompañaban, estaba a pocos metros de distancia. Sinceramente tenía un poco de temor a ser descubiertos cuando eran solo la mitad de su manada por los momentos, el factor sorpresa siempre a jugado a favor de quién lo logre. Temía ser traicionada por Adrián, después de todo era un vampiro y no cualquier Vampiro sino el mismo príncipe de su especie. Quizás se podía ver obligado a tomar partido entre ella y los suyos, en ese caso no estaba segura hacia donde se inclinaría la balanza. Pese a todo había decidido confiar en él. Él había resistido bastante a su lado y siempre la había tratado con respecto y amor. Se merecía ese voto de confianza, aún a riego de todo lo que eso implicaba. Estaba tan sumergida en los pensamientos que se sobresaltó cuando alguien, muy cerca de ella, dijo con voz enronquecida:

—Hola

Se giró sorprendida y quedó frente a frente con el vampiro. Sus ojos la miraban con nostalgia. Su rostro estaba más perfilado. Adrián había bajado de peso considerablemente en tan poco tiempo. Lucía tan pálido y enfermizo. Aún así seguía tan atractivo como siempre. Sintió ganas de acariciar sus facciones perfectas y no se detuvo. Alzó su mano y acarició sus mejillas. Estaba tan frío que tuvo ganas de cubrirlo con su cuerpo caliente para que entrara en calor. Sin importar lo bajo que estuviera la temperatura, el cuerpo de un Lobo siempre estaba caliente, aún cuando conservara la figura humana. Sin darse cuenta se encontró acariciando los labios de Adrián con su dedo índice, su mirada descendió hasta ellos, eran tan suaves y carnosos. La boca entreabierta del vampiro lucía extremadamente sexi. La respiración de ambos se esta acelerando.

Adrián no pudo contenerse más a la dulce tortura y rompió el corto espacio que los separaba. Tomó con firmeza el esbelto cuerpo femenino y lo pegó al suyo con añoranza. Luego tomó sus labios por sorpresa y al ver que ella no se apartaba, la besó con intensidad. La lujuria los consumió a ambos irremediablemente. Tanto tiempo reprimido sus deseos, provocó un incendio en ellos tan fuerte como el de la Amazona. Sus manos, sus cuerpos y sus bocas se movían al mismo compás de una música que solo ellos dos escuchaban. El amor reprimido terminó por desbocarse como un caballo salvaje e indomable.

Adrián la alzó en vilo y se la llevó lejos de allí a la velocidad de un rayo. Llegó a una cabaña cubierta por la nieve. Era un lugar de paz y meditación para él. Él mismo la había contenido y nunca antes había llevado a nadie a ese sitio. Ese era su recinto sagrado. Entró por la discreta puerta de madera aún con la joven en brazos, la depósito con sumo cuidado sobre una cama mediana, sin dejar de besarla.

Esa noche la hizo suya por primera vez, amó cada centímetro de la sedosa piel femenina. Nunca pensó que estar con la persona indicada se sentiría como tocar el cielo.

Mariluna se dejó llevar por la pasión. Por primera vaz sacó todo de su mente y se concetró únicamente en Adrián. Lo amaba demasiado y después de todo, él era su esposo ante la ley de los Lobos. Dejó que le robara su virginidad. Fue tan delicado que solo sintió placer. Aunque a medida que el placer los invadía todo se fue descontrolando y al final terminaron por romper cama, pero nada impidió que siguieran amándose con frenesí.

...

La luz del día despertó a Mariluna. Una mano posesiva aferraba su cuerpo al de Adrián, un reloj pulcera muy elegante, adornaba la muñeca masculina. Levantó la mano que la mantenía prisionera con suavidad y se giró con extremo cuidado para poder mirarlo. Lo observó a detalle. Era la imagen más tierna que haya contemplado jamás, varios mechones dorados de su cabello caían en su rostro, quiso apartarlos pero se contuvo por temor a despertarlo. Se había entregado a él en cuerpo y alma. Sentía que nada podría separarlos.




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