Al recibir la llamada de su hija se le pusieron los nervios de punta. La mano que sostenía el celular temblaba perceptiblemente al escuchar lo que le decía su hija desde el otro lado de la línea. Había tenido que ir a trabajar. Tenía que dejar listo el proyecto al que estaba comprometido para poder dejar el trabajo con la conciencia tranquila y dedicarse por completo a su familia. Quería montar un negocio propio para él y los nuevos integrantes de la familia. Quería que todos vivieran y trabajarán juntos. Ser los dueños de su propio tiempo y así mantenerse un poco alejados de los humanos. Nunca imaginó que él dejaría de serlo un día. No sé arrepentía porque ahora podía cuidar mejor de los suyos y tener una larga vida junto a su amada esposa o eso esperaba de todo corazón. Si perdía a Laura durante el parto perdería la razón. Lanzó una maldición por lo bajo y cortó la llamada. Tuvo ganas de rezar pero no lo hizo, era un vampiro y no sabía si podía hacer tal cosa. Nunca lo preguntó así que ahora no se arriesgaría. Recordó cuando lo hizo por la hija que perdió pero en aquel entonces Dios no lo escuchó o no quiso ayudarlo. Ya eso era pasado, siempre atesoraría el recuerdo de la pequeña Sofía en su corazón. Jamás olvidaría el breve tiempo en que la tuvo a su lado. Tenía miedo. Verdadero terror. No soportaría perder también a la madre de ese angelito. Llegó presuroso a la mansión. Lo hizo a velocidad vampírica, ser discreto era lo último que le importaba. Su esposa estaba en trabajo de parto, eso era lo que que más deseaba y a lo que más le temía. Era todo un manojo de nervios. Sus pensamientos eran un caos total. Estaba ansioso, asustado, exaltado. Escuchó un llanto de bebé y se apresuró aún más. Su detuvo justo en frente de la camilla y miró con deleite a la madre y a la criatura.
Su esposa sostenía su bebé en brazos con infinita ternura y le susurraba palabras dulces. Todos la rodeaban y miraban con ternura la escena material. Ambas estaban bien, la criatura y la madre. Suspiró aliviado. Había tenido lo peor. Automáticamente se pasó la mano nervio por toda la cara.
—Es un varón cielo. Tenemos un hijo.—respondió Laura a la pregunta que formuló en su mente pero no llegó a expresar con palabras.
—Papá, ¡tengo un hermano!—Exclamó Mariluna radiante de felicidad. Todo el miedo que sintió durante el parto se había ido. Todo salió bien. Estaba completamente agradecida con su creador. Su vida era como un sueño hecho realidad. Pronto contraería matrimonio con Adrián. Para los lobos ya lo estaba pero para la tradición de los vampiros no. Ellos tenían costumbres más tradicionales y parecidas a la de los humanos. Eran más civilizados que su clan, lo admitía pero las diferencias ya no le importaba. Algo que creía imposible de aceptar por su manada se había hecho realidad. Su padre Luxor fue el hueso más duro de roer pero al final había dado su brazo a torcer. No le quedó de otra. Desde que supo de los votos matrimoniales de su hija con el vampiro bajo la luz de la luna llena, comprendió que había perdido la batalla. Ante eso no tenía nada que hacer. Pero también amaba demasiado a su hija y deseaba ante todo su felicidad. Sabía que ella era completamente feliz con el chupasangre, como le decía en tono despectivo. Bueno no todo es perfecto. Paso a paso Adrián tendría que ganarse al Alfa con el transcurso del tiempo. Quizás sí o quizás no.
Un tiempo después se desató una pandemia mundial. Adrián y sus padres le propuso a Mariluna irse a vivir a su aislada ciudad. Aceptó. Mariluna se llevó una muestra para analizarla y su esposo le instaló un sofisticado laboratorio de investigación para que ella se dedicará de lleno en lo que realmente la apasionaba. Quería encontrar una cura y salvar a la humanidad. Todo un bosque fue creado para los lobos justo al lado de una hermosa mansión, dónde también se instalaron Andrés, Laura, el bebé, la querida Sara y los abuelos. Un consultorio fue creado para Carlos y Esther. Allí atendían a todas los humanos que vivían en la ciudad.
—Ven conmigo.
—Adrian, no puedo. Tengo que analizar la muestra.
—Te prometo que después te dejaré tranquila, quiero estar a solas conmigo.
Mariluna lo miró frustrada. Él hizo un gesto de decepción y dolor. Ella no se contuvo y lo abrazó.
—Está bien, de acuerdo.
—Alcanzame si puedes—la retó y luego salió veloz.
Ella se transformó en el acto y salió disparada tras su novio y cuando lo alcanzó él le dijo juguetón.
—No creas que eres más rápida, te estaba esperando. Tomó la delantera y no se detuvo hasta llegar a una cabaña en lo profundo del bosque. Ella también se detuvo a su lado.
—La hice para nosotros. Aquí podemos estar solos, mi madre le puso un escudo que solo podemos atravesar tú y yo. Es un espacio solo nuestro. Nuestro pequeño refugio de amor.
—Eres un pervertido.—contestó divertida, siguiéndole la corriente.
—No pienses mal pero siempre te deseo.—dijo esas palabras repentinamente serio. Con los ojos brillantes de pasión.
...
Caminaba por el camino hecho de pétalos de rosas rojas, llevaba un hermoso y moderno vestido de novia, tan blanco como la nieve que caía suavemente sobre todos. Había querido hacer la ceremonia al natural. Su novio la esperaba en frente. Tan atractivo y elegante que cortaba la respiración. La miraba como si ella fuera el objetivo más precioso sobre la fas de la tierra. Los jueces eran los Reyes. Ellos eran los que unían en matrimonio a todas las parejas que desarman unir sus vidas en esa gran ciudad. No era un matrimonio sagrado pero era legal bajo sus términos. Una unión que cualquiera de los cónyuges podía deshacer fácilmente cuando uno o ambos quisieran, pero ella deseaba que fuera para siempre.
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Editado: 18.05.2022