Este capítulo le pertenece solo a Nil
Aquella noche no podía dormir tranquilo, había algo que me inquietaba, era una extraña sensación incómoda, me levanté. Saqué mi celular y decidí llamar sin pensar. Me sorprendió cuando alguien contestó.
—Nil…—la voz de Alessia, sonaba… rara.
—¿Estás bien?
—Sí, yo… estoy bien.
—Estoy aquí, para ti.
—Nil…
—¿Sí? ¿Qué sucede? ¿Quieres que vaya por ti? Sí tu me lo pides, yo iré, no lo dudes.
—No, no es necesario… solo, ¿por qué llamaste?
Solté una risa, no de burla sino de nervios.
—Sinceramente, no lo sé. Sentí que debía hacerlo.
—Entiendo… ¿Qué haces?
—Acostado, pensando demasiado, pero escucharte me alegra.
Tras eso, comenzamos a charlar sobre cosas triviales del trabajo, la oigo quedarse dormida, es sorprendente la intimidad que ahora compartimos, estos momentos son mágicos. Oigo su suave respiración, comencé a relajarme también y no tardé en quedarme dormido.
Esa mañana, desperté temprano, cuando miré la llamada había terminado, seguro Alessia ya estaba en camino al trabajo, me preparé como todos los días, y, entonces, salí hacia el trabajo, estaba bastante feliz.
Cuando llegué a la oficina, aún no había rastro de Alessia, me quedaba esperar.
No importa, yo sería capaz de esperar por ti toda la vida.
Un rato más tarde, ella apareció, llevaba unas gafas oscuras, un detalle que me generó inquietud, pero no quería incomodarla.
—Buenos días, Alessia—la saludé, una sonrisa se dibujó en mi rostro.
—Buenos días, Nil.
—Así que… hoy tendremos que quedarnos a limpiar, que buen día, ¿no?
—Si vemos el lado positivo, estaremos libres de Jones, al menos tres días—dejó escapar una risa, tras su broma.
—Es un alivio. Días sin Jones en la oficina, no siempre se pueden tener.
Aunque, ella no había mencionado nada aún de el correo que había envíado Jones, la verdad es que me empezaba a preocupar, ¿qué le diría? No iba a decirle que lo escrito en ese correo, era verdad.
Pero es verdad, ella nos tiene mal.
Sí, eso era un hecho, pero tampoco quería asustarla, tenía que llevar la situación con calma, no quería que ella viera esto como una amenaza, tampoco quería lanzarme como un loco, paciencia era la clave.
—Nil… ¿quieres ir por un café?—preguntó ella, mientras yo estaba concentrado en el trabajo.
Sonreí, sí quería ir con ella a cada esquina que fuese posible.
—Claro, vamos.
Me acomodé el cuello de la camisa mientras me ponía de pie, ambos comenzamos a caminar hacia la cafetería que no quedaba muy lejos de ahí.
—El pastel de chocolate, es delicioso. ¿Lo has probado aquí?—la miraba con curiosidad, mientras esperábamos en la fila que fuera nuestro turno, ella negó con la cabeza—. Pues hoy es tu día de suerte, te invitaré un pedazo.
Al llegar a la barra, me encargué de pedir ambos cafés y dos rebanadas de pastel. Cuando nos sentamos, la miraba, mientras disfrutaba cada bocado del pastel.
—Está delicioso— la comisura de sus labios tenía un poco de chocolate, me acerqué lentamente, esperando que se apartara, no lo hizo. Con mi pulgar le limpié delicadamente la mancha—. Gracias.
—No es nada, te dije que era una delicia. Me alegra que te guste.
Tras terminar nuestro café y el pastel, me hice cargo de la cuenta, una vez afuera, ella tenía la intención de sacar su dinero, puse la mano sobre la suya, el contacto fue electrizante.
—Tranquila, esta vez, invité yo. Estar contigo lo vale, el mero hecho de tener tu compañía ya es suficiente para mí.
Ella me sonrió. Esa sonrisa, lo valía todo, no importaba si me quedaba sin quincenas, esa hermosa sonrisa… Dios, mi corazón sí que latía bastante.
—La próxima vez, te invitaré a comer pasta, hay un restaurante italiano cerca de mi casa—comentó Alessia, mientras llegábamos a la entrada de la oficina.
—Eso sería increíble… tú solo dime la hora, el día y ahí estaré. Con el estómago listo para comer lo que tú me quieras invitar.
—Eso suena bien—soltó una carcajada.
Escucharla reír así, me da mil años de vida.
Sabía ahora que estaba completamente condenado, tal vez no era el hombre perfecto, pero quería ser suficiente para ella, tanto como Alessia, lo era para mí. Quizás, estaba soñando aún, sin embargo, tenía también la esperanza de que, algo pudiera cambiar algún día, que ese amor que estaba seguro ambos sentíamos, evolucionará.
Esa tarde, decidí poner melodías de amor. Alessia me vio con una sonrisa, realmente me derretía. El trabajo en la oficina pasó a segundo plano, estaba transcribiendo informes, pero nunca había sido tan feliz haciendo esa ardua tarea, cómo lo era ahora, se sentía más ligero.
Mis ojos en algún momento se desviaron hacia la medalla que le había regalado en navidad, la traía puesta, cuando ví el regalo, pensé en que ella era mi sol, ese que iluminaba mi vida, me gustaba admirar sus diferentes facetas: relajada, concentrada, avergonzada, feliz, triste, disgustada.
Podría vivir cien vidas y nunca merecer a esa muchacha…
Esa noche nos quedamos limpiando lo que el jefe nos había ordenado, ella no se había quitado los lentes negros aún, cuando terminé de limpiar el primer mueble, me acerqué a ella.
—¿Por qué usas las gafas? Ya no hace sol.
—Me molesta la luz—algo en su tono, me hizo dudar, no parecía ser sincera.
Con cuidado, deslicé las gafas y las dejé sobre el escritorio cercano, enseguida me giré de nuevo hacia ella, sus ojos regularmente hermosos, estaban hinchados y rojos, mi mano se dirigió a su mejilla, con mi pulgar acaricié su suave piel.
—¿Quién te hizo llorar?
—Nadie, es solo una alergia… me veo ridicula.
—No, para nada. Estás preciosa, como siempre.
Ella sonrió ligeramente, su mirada se deslizó hacia abajo.
—Gracias.
—¿Quién te hizo llorar?—repetí la pregunta.