Tu me entiendes

Capítulo 03: Te comprendo más de lo que crees

Brooke ya no era la misma persona que recordaba.

Ya no era esa chica que estaba pendiente de su cabello, maquillaje, vestimenta. Ya no era esa chica reluciente y sofisticada.


 

Ahora era una chica apagada. Una chica que pareciera que un balde de agua fría cae todos los días sobre ella.

La enorme sonrisa que siempre se dibujaba en su rostro, ya no estaba. Quizás a veces podías verla mostrando una media sonrisa. Pero solo eso, no esperes más.


 

Austin, de todas formas seguía enamorado de ella como la primera vez que la vió entrar por la puerta de su casa, de la mano de su abuela.

Llevaba su cabello recogido en dos coletas, una de cada lado. E iba vestida completamente como una bailarina de ballet. Incluso llevaba su tutú. Solo le faltaban los zapatos de bailarina.


 

La recuerda sonriente, siempre, pero siempre, iba con una gran sonrisa en su rostro. No sabias distinguir cuando estaba triste y cuando estaba feliz, porque ella siempre iba a mostrar esa gran sonrisa y sus resplandecientes dientes. Para ella, todo estaba siempre bien.


 

En cambio ahora... estaba diferente. Ahora llevaba siempre su cabello castaño recogido en un moño. Iba vestida con ropas holgadas, y su maquillaje ya no creía que fuese lo primordial. Y sus grandes ojeras lo hacían notar.


 

Austin ha estado enamorado de esta chica desde que tiene uso de razón.

Y hasta el día de hoy, sigue sintiendo lo mismo.


 

Su abuela lo sabe perfectamente. Pero prometió no involucrarse en ese asunto. Su abuela no lo entendería. Ella cree que las cosas hay que decirlas, no hay que guardarlas.

Pero Austin no piensa lo mismo.

Austin prefiere seguir admirándola desde la ventana de su dormitorio. Y ahora, observarla muy discretamente en el grupo de ayuda al que ambos asisten.


 

En este preciso momento, se encuentran dentro del auto de Brooke, en camino a su casa.

El ambiente es muy tenso, ninguno de los dos es capaz de emitir palabra alguna, tan solo "si" o "no".

Dorothea es quien se encarga de hablar, y agradecerle a Brooke por haber asistido hoy.


 

–No sabes lo orgullosa que estaría tu abuela en este momento.


 

–¿La extrañas?–pregunta Brooke mirando por el espejo retrovisor.


 

–No hay día que no piense en ella.

Era y siempre será mi mejor amiga.


 

El auto queda en completo silencio hasta el punto de llegada.

Austin sabía lo mucho que su abuela quería a Rosemary, incluso luego de su muerte, durante semanas, podía oírla dentro su habitación llorar desconsoladamente.

A Dorothea, nunca le gustó que la vieran llorar en público, es así que Austin pudo notar una pequeña lágrima deslizarse por la mejilla de su abuela, pero rápidamente se encargó de limpiarla y hacer de cuenta que nada había ocurrido.


 

–Es contradictorio– pensaba él. Su abuela lo incitaba a decir las cosas de frente, a no guardarlas. Pero ella guardando sus lágrimas, está haciendo exactamente lo mismo.

Austin no la comprendía.


 

–Bueno... creo que hemos llegado– dice Brooke


 

–Muchas gracias–dice Dorothea saliendo del interior del auto.


 

–Tardaré unos minutos abuela, no me esperes.


 

Austin y Brooke se encuentran uno al lado de otro.

Ninguno de los dos ha sido capaz de intercambiar ni una sola mirada. Mucho menos una palabra.

Hasta que Austin finalmente decide hablar.


 

–¿Quieres... charlar un rato?– ella asiente–Ven, entremos– dice el chico.


 

Brooke se encarga de guardar el auto en el garaje, deja sus pertenencias dentro de él, y se dirige hacia la casa de su vecino.


 

En cuanto Brooke atravesó la puerta de entrada, una sensación de nostalgia le recorrió todo su cuerpo.

Una vez que estaba dentro de la casa, sintió que volvía a tener cinco años. Recordaba cada rincón de esa casa. Los muebles y adornos estaban perfectamente igual  a como estaban varios años atrás cuando ella solía venir.

Las paredes siguen pintadas de color mostaza. Llevó su vista hacia una pared en específico. En busca de algo en específico.


 

–Si lo que buscas es la Mancha, aquí está– dice Austin levantado con su mano un retrato qué hay colgado sobre la pared. Debajo de el se encuentra la salpicadura.


 

–No puedo creer que aún siga allí.–Brooke ríe


 

Cuando Brooke y Austin eran pequeños, pasaban la mayor parte de su tiempo en esta casa.

Un día, Austin no tuvo mejor idea que jugar a una guerra de comida, Brooke por su parte, no se negó.


 

Todo iba bien podría decirse. Hasta que Brooke tomó con sus manos dos albóndigas del plato, y las lanzó en dirección a Austin. Pero el chico logró esquivar ambas bolas y estas quedaron pegadas sobre la pared.


 

Las albóndigas lograron despegarlas, pero las manchas de salsa, hasta el día de hoy nadie pudo quitarlas.


 

–Recuerdo ese día como si fuese hoy–dice Austin riendo.


 

Ambos se alejan de la cocina, y se dirigen hacia el jardín trasero.


 

–¡Oh por Dios! No puedo creer que esto siga estando aquí.–Brooke corre en dirección a los columpios.


 

–Es una reliquia. Y seguirán aquí hasta el día que yo muera.


 

–Recuerdo que aquí, di mi primer beso. Fue en tu cumpleaños número seis. Nuestro cumpleaños número seis– Se rectifica Brooke


 

Ambos se sientan en un columpio y comienzan a balancearse lentamente.


 

–Ambrose Robinson, ¿no es así?


 

–Ese mismo.–responde Brooke.


 

–Me... enteré que ya... no están juntos


 

–Si, bueno, ya pasó un año de nuestra ruptura. Podría decirse que ya lo superé.



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En el texto hay: adolescentes, adolescentes amor

Editado: 25.03.2020

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