Seis meses después
Narrador omnisciente
Clara intentaba visitar a su hijo, pero él no se lo permitía. Nada le hubiera dado más gusto que acompañarlo durante el proceso para volver a caminar, sin embargo no se perdió cada terapia. Lo seguía de cerca, se acostumbró a cuidarlo a distancia, muchas cosas pasaron en el transcurso de seis meses. El hermano de Janet después de vivir más de diez años lejos de su país volvió para quedarse e instalarse en su nueva casa. Santiago seguía siendo tan amigo de duende, a ese dueto se sumó Janet quien los acompañaba a todos los lugares para escuchar charlas de superación personal, talleres y muchas otras cosas de beneficio para los jóvenes.
Narra Duende
Todos se han esmerado en echar a andar sus vidas, es como un impulso que nos dio a cada uno de nosotros para crecer como personas. Estoy convencido que el amor es lo mejor que puede pasarle a alguien, que mejor si es amor a uno mismo. Las terapias me han ayudado mucho, no quiero cambiar para que otros se sientan orgullosos de mí, sino para sentirme pleno yo mismo. No niego que esos ojos llenos de dulzura me siguen volviendo loco, pero ya no quiero vivir solo para ellos.
¿que si soy el mismo de antes? Pues no. He cambiado. Durante todos estos días aprendí cosas importantes unas mejores que otras, pero siempre me dejan un mensaje. Me siento con derecho de soñar, ya que antes parecía un delito querer ser bueno, ahora me pregunto ¿qué es ser bueno? ¿cuáles son las cosas buenas? ¿por qué para los humanos solo existe lo bueno y lo malo? Lo que para algunos es bueno representa la perdición de otros.
Pensemos un poco en los dueños de las fábricas de bebidas alcohólicas que se lavan las manos haciendo un donativo para algunas causas benéficas. Hacen algo bueno, pero que hay de todo el daño causado a las familias de las personas alcohólicas. Como siempre mi mente se va a dar vueltas, cuando quiero contar una sola cosa ¡Ya puedo caminar! ¡si! ¡lo que parecía imposible se hizo realidad! ¡Estoy feliz!
No camino muy bien del todo, lo hago con un bastón que me ayuda con mi peso. Todo a sido un proceso, tantas caídas y golpes que he sufrido, pero me ha servido de algo. Ya no maldigo mi suerte, tampoco la vida que me tocó ahora se que puedo cambiar algo, el tiempo no se puede gastar llorando y lamentándose por algo que no fue y tal vez nunca será.
Durante mi vida he tenido muchos errores, todos han tenido consecuencias, sin embargo he aprendido de ellos. Cada fracaso nos deja una buena enseñanza, pues quién nunca fracasa no aprende. El aprendizaje es algo que todos añoramos, pero llega un momento en el cual debemos aprender solos sin ayuda de terceros.
Hoy dejo la clínica. Ya era hora, me digo a mi mismo. Santiago, Janet y los esposos Méndez me esperan, insistí en no querer verlos, pero ya no me puedo seguir comportando como un niño caprichoso. Saludo a todos intentado hacer una sonrisa que solo llega a una mueca —Hola duende ¡ veo que ya caminas muy bien! ¡Felicidades, no sabes lo feliz que me hace verte así! —Ella es diferente, su sonrisa es como ya lo he dicho, la mejor melodía que uno puede escuchar.
—Yo soy el más feliz por eso. Aunque ahorita parezco un anciano con este bastón y con un pie renco —digo haciendo alusión al objeto que llevo en la mano y mi manera de caminar.
—Llegó renquiando un viejito a la puerta de un Palenque —Tenía que ser Santiago cantando ¿no habrá encontrado mejor canción para entonar? Tuvo que elegir una muy pasada de moda —Le dijo renco maldito, te quitaré lo bocon.
—Basta Santiago ¿no crees que esa canción está bastante deteriorada? —Santiago se aleja sin contestar. Clara y Jorge se acercan, me saludan ella me da un beso en la mejilla y el doctor me extiende la mano.
Es horrible sentir la sensación de no saber a donde ir. Estar en algo sin ser parte de ello —Nos vamos, nuestra casa nos espera —Santiago haciendo de las suyas nuevamente. La felicidad que hace un tiempo tenía se esfuma. Popeye hace un gesto para que me acerque a dónde ellos están ¿qué hacen aquí? Se supone que me echaron de la banda.
Me escabullo para no alertar a mis amigos de la presencia de los chavos en la clínica, si algo he aprendido es a enfrentarlos, ignorando sus llamadas no voy a conseguir nada —¿qué hacen aquí? —Pregunto al estar cerca de ellos.
—No pensaste que te dejaríamos tranquilo, sabiendo todo de nuestra forma de operar, solo venimos a recordarte que te mantenemos vigilado.
—No tengo intención de revelar sus negocios.
—Pues más te vale pequeño duende. No me gustaría tener que poner una bala en tu frente o peor aún que la cabeza de uno de los que están en aquella sala aparezca en bolsas de basura.
—Con ellos no te metas.
—Todo depende de ti amigo, mientras colabores con nosotros no habrá nada de que preocuparse.
—Que yo sepa, la última vez que me vieron dijeron que no les servía de nada.
—Cambiamos de opinión —los tres sonríen —vas a servirnos de mucho.
—No quiero serguir con eso.
—Se te olvidó que una vez dentro no puedes salir.
—Duende te estamos esperando —mi ángel se acerca. Antes de que los pueda ver, ellos se van. El pasado vuelve para recordarme el lugar del que salí. Camino hacía donde todos me esperan. Es tiempo de sanar las heridas que llevo en el corazón —Clara ¿podemos hablar? —Pregunto.
—Por supuesto ¿te parece si buscamos un lugar para hablar tranquilos? —todos subimos al auto. Santiago y Janet me acompañan, el camino parece ser eterno, finamente llegamos todos se alejan para dejarnos solos. El silencio entre los dos es demasiado incómodo, muchas veces hablamos durante horas, pero hoy no sabemos que decir.
—Antes que nada. Quiero decir que estoy muy feliz de verte caminar —Clara es la primera en hablar.
—No finjamos que nada pasa, ambos sabemos el porqué estamos aquí. Se que no tuviste la culpa de que yo creciera solo, sin embargo es difícil entender algo así. No me nace decirte mamá lo siento, pero quiero proponerte algo. Vivamos nuestro proceso, quiero conocerte y que tú me conozcas a mí.
Editado: 07.02.2021