Tú, mi destrucción ©

Capítulo 4

La espera comenzaba a cansarme, transcurrieron ya dos horas desde que se fue Alaina Jade y ahora dudaba sobre la decisión de permitir que se fuera.

Me encontraba aburrido, el idiota al que estaba esperando no llegaba y no tenía la menor idea de si iba a hacerlo pronto. Ya había sido lo suficientemente paciente, más de lo que era comúnmente.

Si se hubiera tratado de otras circunstancias, probablemente ya me habría ido desde hace mucho, no era alguien paciente y, sin embargo, aquí estaba, manteniéndome tranquilo, esperando al imbecil que dañó a Alaina, porque la necesidad de vengarme de él era mucho mayor que cualquier cosa.

¿Por qué? No lo comprendía. Sólo entendía que la furia al saberla marcada, era inconmensurable, como si ella fuese la persona más importante en mi vida, tanto como lo era mi madre.

Era loco e irracional pensar así de una chica que llevaba conociendo hacia apenas una horas, pero nada en mi vida era normal, no podía basarme en lo que los humanos creían y sentían; yo era un lobo y por alguna desconocida razón entre Alaina y yo creció un lazo, hubo una conexión en el momento en que nos vimos, la misma conexión que me hacía permanecer sentado en medio de aquella asquerosa habitación repleta de porquerías y poseedora de un olor nauseabundo que sorprendentemente, me provocaba unas ganas inmensas de volver el estómago.

Difícil que algo lograse causarme asco, y el departamento de este chico, sobrepasaba los límites.

Daba la impresión de que él no vivía aquí, o al menos sólo lo usaba para dormir, más no se dedicaba a pasar el tiempo entre aquellas desgastadas paredes color crema o al menos alguna vez poseyeron nítidamente aquel color.

Lo que me llevaba a pensar así, eran los platos sucios, la ropa expandida en el suelo aquí y alla, migajas de comida, cajas de vacías y envolturas de comida chatarra, además de latas de cerveza y una suciedad que desprendían la mayor parte de las cosas y muebles.

En verdad este tipo era repugnante. ¿Qué habría estado haciendo Alaina con un tipo como él? Ella no parecía ser una chica tonta, por el contrario, era inteligente y muy astuta, así que por alguna razón sentí que ella me estaba ocultando algo acerca de ellos.

Cuando creí que pasaría aquí toda la noche, la puerta de la entrada se abrió; yo no moví un sólo musculo, permanecí en silencio, escuchando las risas de dos personas que seguramente estaban abrias.

—Te va a encantar —dijo la voz de chico.

—No lo dudo —respondió una chica. Escuché la puerta cerrarse con más fuerza de la debida y entonces me puse de pie, observándolos venir hacia mí mientras se besaban de manera apasionada y asquerosa.

—Para ser un lobo, me das pena —dije sobresaltándolos, a ambos.

—¿Qué carajos...?

La chica se hizo a un lado, soltándolo; él me miraba sorprendido, pero segundos después aquello fue reemplazado por la furia y la cautela.

Me mantuve en mi sitio, mirándolo, escrutándolo, sintiendo asco por él; era un chico común y corriente, su aspecto era un tanto desgarbado, su ropa parecía que había pasado mejores momentos, su cabello era largo, descuidado, su rostro nunca lo olvidaría, totalmente repugnante, con una creciente barba surcando sus mejillas.

Él era mayor, mucho mayor que yo y que Alaina; la duda se hizo más grande, seguía ahí, dando vueltas en mi cabeza.

¿Por qué ella lo eligió? ¿Qué vio en él? Aunque quizá, había pasado tiempos mejores, al igual que su departamento y las paredes desgastadas.

—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? —preguntó bajando el tono de voz, optando una posición defensiva, oscilando su cuerpo hacia al frente de forma casi imperceptible, cerrando sus manos en puño y no perdiéndome de vista en ningún segundo. Bien, al menos no era tan estúpido.

—Alaina Jade —dije. Su rostro reflejó asombro nuevamente, relajó un poco, sólo un poco su cuerpo, irguiéndolo.

—¿Quién es ella? No entiendo nada, Jason —murmuró la chica sin quitarme la vista de encima; el temor era notorio en sus ojos. En verdad debería estar asustada.

—¿Qué tiene que ver Alaina con que estés aquí? Ella y yo hace mucho que dejamos de tener algo. —Argumentó, haciéndome entender que no quería problemas. Pobre, si supiera que sus minutos estaban contados.

—Pero dejaste un lindo recordatorio tuyo en su piel —increpé. Vaciló un momento, volviendo a su postura defensiva.

—Yo me voy —intervino la chica.

—Tú no te vas a ir de aquí —exclamé. Ella se volvió a verme nerviosa.

—¿Qué quieres? ¿Matarme? —dijo él, ignorando a la chica. Sonreí dando un paso al frente.

—Sí —murmuré.

Él sonrió, más bien hizo una mueca; en un rápido movimiento, empujó a la chica contra la puerta con violencia en una forma de distraerme, algo que no le funcionó, ella no me importaba, al final de cuentas, iba a asesinarla.




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