Tú, mi destrucción ©

Capítulo 15

Dormí pocas horas, pero sentí como si hubiese sido un día completo.
Alaina se hallaba a mi lado en cuanto abrí los ojos; mi cabeza descansaba contra su pecho. El latir pausado de su corazón me calmó, su respiración era suave, como un murmullo tranquilizador. 
Con calma me separé de ella, pasé la punta de mis dedos sobre el contorno de su cara. Se removió un poco, movió el rostro hacia un lado y volvió a quedarse dormida.

Sonreí ante aquel dulce gesto.

Me incorporé de la cama, saqué la toalla de mi cuerpo y cogí algo de ropa sin prestar atención a lo que era, no me pondría a elegir el color de mi camiseta. Mientras me vestía, miraba a Alaina, era la primera vez que dormía con una mujer sin tener sexo; no supe identificar el sentimiento que me recorrió.
Lo hice a un lado dándome cuenta que no recordaba mucho de lo que sucedió después de traer a mamá a casa. Es como si mi verdadero yo hubiese estado prisionero dentro de mi propio cuerpo. Extraño. Nunca creí que pudiese suceder algo así conmigo.

Dejé a Alaina descansar y salí de la habitación dirigiéndome con prisa a la de mis padres. En la casa no había ruido, pero fuera, allí en las profundidades del bosque, oía a los lobos como si estuvieran a metros de distancia. Apreciaba el ruido que hacían sus patas al pisar las ramas secas, los sonidos que hacían con sus hocicos mientras corrían, los aullidos leves que efectuaban para comunicarse. Ellos cuidaban los alrededores, lo cual hace mucho no era necesario, pero con la repentina aparición de Rodrik eso cambió.

Al llegar no toqué la puerta al entrar. Supe que papá seguía despierto. Él se hallaba sentado a lado de la cama donde mi madre descansaba. Ya no había sangre en su cuerpo, el olor se desvaneció y lo agradecí. Papá tenía su mano sobre el vientre de ella, me acerqué siendo cauto.

—¿Cómo están? —Pregunté en voz baja.

—Fuera de peligro, pero no resistirán otra situación similar. Tengo que cuidarlas, mantenerlas a salvo —dijo, endureciendo el gesto, tensó la mandíbula.

—Me tienes a mí, no sólo tú cuidarás de ellas —le recordé—. ¿Qué sucedió con Rodrik? —Él hizo una mueca despectiva.

—Lo dejé moribundo, es una lastima que no pueda asesinarlo. Ese bastardo quiere lo que es mío —aseveró.

—Ella es tuya, él no puede quitártela, no lo permitiré. —Afirmé. Soltó un suspiro, se veía cansado. Luego, se volvió a verme fijamente.

—Dime algo, Lane —comenzó a decir con total seriedad—, ¿qué fue exactamente lo que te dijo Rodrik cuando fue a buscarte a Saint Raymond?

Guardé silencio mientras sopesaba si era prudente o no el decirle la verdad. Sin duda alguna se molestaría, sería una preocupación más en su cabeza. Pero para qué ocultarlo, no pensaba sucumbir ante las tentadoras ofertas de Rodrik por más que lo deseara. No quería tratos con él, no cuando en sus planes estaba separar a mis padres.

—Me ofreció manadas. Muchas de ellas, todas a mis pies para hacer con cada uno de sus integrantes lo que quisiera.

Contrajo los dedos de sus manos. Sus nudillos se volvieron blancos. Tensó la mandíbula de nuevo y me dedicó una mirada severa que ciertamente tenía efecto en mí. Después de todo él era mi padre, una autoridad. Incluso cuando pasé por ella.

—Te lo prohíbo, Lane Black. ¿Sabes el dolor que le causarías a tu madre si aceptas?

—No lo haré —espeté—, ¿por quién me tomas? —añadí molesto— Él busca lastimarla, a ella.

Mi padre relajó su semblante; hundió los hombros y negó con la cabeza, se notaba frustrado.

—Desearía creerlo, Lane. Pero lamentablemente lo que hay dentro de ti es fuerte y temo que en algún punto te haga sucumbir a tal barbaridad —confesó agobiado.

—Desearías que fuera como Aidén, ¿no?. El chico correcto y bueno. Pero déjame decirte algo papá —espeté dolido—, yo no pedí nacer con esta maldad dentro de mí, no pedí ser lo que soy. No lo hice.

—Pero si tuvieras la oportunidad de cambiarlo no lo harías, ¿cierto? —Inquirió.

Me quedé callado. Aparté la mirada sin poder sostenersela por más tiempo; empujé mi lengua contra mis dientes buscando abrir la boca y responder, pero no podía o mejor dicho, no quería hacerlo porque él tenía razón.

Yo no lo cambiaría, no lo haría.

—Ve a descansar, Lane. Hay mucho que hacer al amanecer —susurró clavando sus ojos de nuevo en mamá.

No lo contradije y salí de la habitación sin decir más.

Molesto conmigo mismo me dirigí al bosque. Aún quedaban pocas horas para el amanecer y aprovecharía la penumbra para correr, liberar todo lo que llevaba dentro, desde Alaina, hasta mi padre.
Salí por la puerta trasera y antes de tocar el bosque ya estaba convertido en lobo. Solté un gruñido gutural y mis patas se presionaron con firmeza contra el suelo; corría sin rumbo fijo, huía de los cuestionamientos, de los sucesos, de las personas que se hallaban dentro de esa casa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.