Sus brazos me estrujaban con cuidado, mi cuerpo se curvaba contra el suyo al ritmo de sus embestidas; el placer no era el mismo pero lo disfrutaba pese a todo. Mis ojos se mantenían cerrados y un temblor ligero comenzaba a recorrerme el cuerpo. El calor se intensificó conforme los segundos pasaban, escondió su rostro en mi cuello y respiró profundamente. El filo de sus colmillos acarició mi piel y el lívido fue en aumento.
Me agarré de sus hombros con firmeza, tensé el cuerpo y fui yo quien aceleró los movimientos. Sus manos se presionaron contra mi espalda, me marcaba y me encantaba que lo hiciera, quería y necesitaba sentir que le pertenecía. Necesitaba que me hiciera olvidar, que borrara de mi mente que ya hubo alguien poseyéndome y reclamándome como suya incluso cuando no lo era.
Entonces sus colmillos se hundieron en mi carne, justo en el lugar entre el cuello y la clavícula. El placer le abrió paso al dolor y el dolor al placer, fue una combinación estremecedora y que se sintió extrañamente mal. Quizá se debía al hecho de que Lane en su momento me mordió en el mismo lugar aunque no debía hacerlo.
Jadee y eché el cuerpo hacia atrás. El olor de la sangre penetró mi nariz, él gruñó como la bestia que era y sus penetraciones se hicieron profundas y lentas mientras que yo, extasiada, lograba tocar la cúspide de mi orgasmo.
Me contraje a su alrededor, gemí su nombre y se sintió realmente bien el hacerlo. De alguna manera era mi venganza contra Lane por haberme sacado de su vida como si yo no fuese nada.
Pensarlo aún dolía y lastimaba. Pero me encargaría de superarlo.
Lane Black no era imprescindible en mi vida.
—Todo ha quedado en su lugar. Eres mía, Alaina Jade, de mi propiedad —susurró posesivo a la vez que se vaciaba. Rodee los ojos y me incorporé mientras él se quitaba el preservativo.
—No. Soy tu mujer, no un objeto. —Le recordé.
Si bien, a veces era tierno oírlos decir que eres suya, a mí me cansaba escucharlo siempre.
Lucas sonrió de lado, apoyó ambas manos contra el colchón y me observó a través de sus pestañas con aquellos ojos miel brillando divertidos. Él era un amor de hombre, cinco años mayor que yo.
Lo encontré por causalidad cuando bajé del avión, sin planearlo nos encontramos y nos reconocimos. Mi corazón se hallaba lo suficientemente roto como para pensar en una relación con alguien más. Pero sin duda es tan cierto eso que dicen de que un clavo saca otro clavo, más cuando el clavo que elegiste es el indicado.
Lucas era mi lobo, y no pudo llegar en mejor momento a mi vida; el rechazo de Lane me caló profundamente, más el saber que fue porque encontró a su mujer. Secretamente mantenía la esperanza de que sería a mí a quien elegiría como lo hizo Donovan con Kairi. Más al parecer, esa no sería mi historia.
Suspiré triste, reprochándome, porque si me hallaba así era sólo por mi culpa. Yo planee acercármele, yo planee nuestro encuentro y todo lo que sucedió después. Lane creyó que él me esclavizaba cuando fui yo quien lo esclavizó a él sin que siquiera se percatara de ello. Cayó en mi bien trazado plan y corrí el riesgo que implicaba el estar cerca de un chico como él, pero fue tanta mi obsesión que no me importó y ahora pagaba un alto precio.
—Soy consciente de que no eres un objeto, Alaina, es sólo una expresión —comentó minutos más tarde. Me incliné hacia sus labios y le di un beso fugaz en ellos.
—Debo irme, tengo que trabajar en unas horas —musité. Él envolvió su brazo en mi cintura y me atrajo hacia su musculoso cuerpo.
—Ven a vivir conmigo, estaremos juntos para siempre, además que ya llevamos un mes saliendo y conociéndonos, ¿qué dices? —Me propuso, realmente fue una idea tentadora.
—Lo pensaré, ¿si?, me gusta tener mi espacio.
—Será bajo tus condiciones, cariño, piensalo. —Besó mi hombro desnudo y le sonreí de vuelta. Me soltó y rápidamente me incorporé.
En ese momento un mareo me atacó, trastabillé y Lucas me sostuvo de la cintura para que no cayera al suelo.
—¿Estás bien? —Preguntó preocupado. Asentí.
—Me incorporé muy rápido —le resté importancia dirigiéndome al baño.
Al entrar cerré la puerta y apoyé la espalda contra ella mientras respiraba hondo e intentaba pensar que estos mareos no podían ser a causa de lo que me estaba imaginando. Aunque no lo era la primera vez que los tenía, maldita sea.
Sentí un nudo en el estómago como una presión que fue subiendo hasta mi garganta; apreté los ojos, respiré profundamente luchando por calmarme.
No sirvió de nada.
En segundos mi cara estaba metida dentro de inodoro y de mi boca salía un líquido amarillento y amargo que me causó aún más asco y prolongó mis arcadas. Mi delgado cuerpo se sacudía con violencia mientras sostenía mi estómago con una mano y el cabello con la otra a la vez que Lucas tocaba la puerta preguntándome si me encontraba bien.