[Official Video] That’s Christmas To Me - Pentatonix - YouTube
Me termino de arreglar lo más pronto posible y con el menor ruido del que soy capaz, quiero irme antes de que él despierte. Tomo mis cosas y ya cuando estoy por girar el pomo de la puerta, lo escucho a mis espaldas.
—¿Dónde vas? — Me tenso al escucharlo, no quería enfrentarme a él.
—A trabajar. Debo irme, se me hace tarde.
—¿Hoy trabajas? ¿Por qué no me dijiste, negrita? Esta noche es Nochebuena y pensaba que podríamos poner el árbol de Navidad y decorar la casa. Además, podríamos cocinar algo rico para la noche. — Se acerca a mí mientras dice estas palabras y me abraza por la espalda. Esos brazos que siempre han sido mi hogar, pero hoy, justo hoy, no los quiero sentir por mucho tiempo. Temo derrumbarme si prolongo su tacto.
—Lo siento. Marta me pidió de favor que le hiciera este turno y acepté. — Bufa con mi respuesta.
—¿A qué hora estarás en casa? Ayer hiciste doble turno. Ese jefe tuyo te está explotando, tendré que hablar con él.
—No. No lo está haciendo. Raúl, debo irme. Nos vemos a la noche. Martín nos invitó a su casa, yo no creo estar de ánimos cuando llegue, pero puedes ir y pasar la noche con ellos.
—¿Y dejarte aquí sola? No. Mi lugar es junto a ti, negrita. —Deja un beso en mi mejilla—. Recuerda que te amo, hasta el infinito, sin importar qué, siempre juntos. Ve que se te hace tarde. Aquí te esperaré, preciosa.
Solo asiento ante sus palabras. Beso su mejilla y salgo de su abrazo para irme a trabajar. A mi nuevo y único refugio. Ya en la calle, el frío viento golpea mi cara y lo agradezco, así termino de quitarme esta sensación que tengo luego esas palabras finales. Fueron parte de nuestros votos. Raúl es mi esposo desde hace tres años, pero es mi compañero desde que tengo uso de razón. Crecimos en un orfanato, yo fui abandonada desde que nací y esa siempre fue mi casa, sin embargo, él perdió a sus padres cuando tenía doce años, para ese entonces yo tenía nueve. Pasadas unas semanas del día en que llegó, yo estaba en el patio jugando con mis muñecas, simulaba que las estaba curando de sus enfermedades, a una que le dolía la pancita, a la otra la cabecita, cada una tenía una dolencia diferente, hasta que cerca de mí sentí que alguien tropezaba y caía. Al levantar mi mirada, me encontré con que el chico nuevo, ese chico alto de piel tostada y con cabellera de rizos dorados, se había caído, porque no había visto la gran raíz del frondoso roble que estaba en el medio del patio. Me acerqué hasta él y vi que sus rodillas estaban raspadas. Tomé de su mano y en silencio lo conduje hasta el baño donde estaba el botiquín. Había visto a doña Maritza, nuestra cuidadora, curar muchas heridas, hasta me había enseñado cómo hacerlo, de ahí nació mi deseo de ser enfermera y cuidar a los demás. Curé su herida y al terminar, dejé un besito sobre la bandita y le dije “Pronto sanará. Eres un campeón.”. Esa noche, luego de cenar encontré una cajita con unas galletas en mi mesita con un mensaje que decía “Para la mejor enfermera. Gracias, negrita”. Era un regalo de Raúl en forma de agradecimiento por lo que había hecho. A él le gustaba hornear cosas junto a su madre y no lo había vuelto a hacer después que ellos murieron, pero ese día, lo hizo para mí, con la ayuda de doña Maritza. Me reí por ese apelativo que había usado. Asumí que me decía negrita por mis ojos negros y mi pelo de color azabache. A partir de ese día, nos volvimos inseparables, nació una fuerte amistad, que luego se convirtió en amor. Logramos nuestras metas siempre juntos, él se convirtió en un pastelero y trabaja en una pastelería del centro, mientras que yo estudié enfermería.
Pensando en todo lo que ha sido de nuestra vida, llego al hospital. Atravieso sus grandes puertas y todos están con el mood navideño, hay decoraciones por todos lados, y casi todos portan gorros de santa, o diademas con pequeños santas o renos, cosa que me hace sentir un poco extraña ya que es un mood que yo no tengo. Desde hace dos meses, no tengo ánimos de nada. Me saludan todos a mi paso, hasta llegar al área de emergencia pediátrica, mi lugar de trabajo por el día de hoy; soy la enfermera del jefe de Pediatría, así que tengo un trabajo cómodo de ocho horas, soy su enfermera y auxiliar personal, pero mi trabajo se ha convertido en mi refugio, por lo que he estado haciendo todos los turnos extras que encuentro. Me cambio de ropa para iniciar la faena. Cuando llego a la emergencia, me encuentro con mi jefe.
—¡Feliz Navidad, Eleonora! ¿Qué haces aquí?
—¡Felices fiestas, jefe! Estoy cubriendo a Marta.
—¿Y eso por qué?
—Ella lo necesitaba —musito. Miguel, mi jefe, alza su brazo y aprieta mi hombro.
—Esto ya se está saliendo de control, Leo, debes descansar. Te estás llevando al límite y no lo voy a permitir. —Es la respuesta de mi jefe, que también es un gran amigo.
—Lo necesito —replico bajito, mientras bajo mi cabeza.
—Sé que lo necesitas, mas no puedes esconderte en este lugar. Estoy preocupado y asumo que Raúl también. Te pasas todo el tiempo aquí. ¿Están bien las cosas entre ustedes? Después de la última consulta…
—Todo está bien —lo corto. No quiero que siga por ahí, ahora no quiero pensar en eso.
—Hoy terminas este turno a las seis de la tarde, luego te irás a casa y no te quiero volver a ver hasta el veintiocho.