Tú mi nube de azúcar

12

Las dos semanas pasaron rápido, he tenido muchas emociones juntas, he trabajado en la cafetería, pues la florería ya la cerraron, he diseñado varios bocetos, varios dibujos ya los he hecho realidad. Veo los vestidos en los maniquíes que tengo en la casa y me emociono, acaricio cada uno de los detalles.


Cada vestido es único y he hecho uno especialmente para mí, hoy me graduó, hoy por fin soy licenciada en idiomas. Observo el vestido verde menta ajustado en la parte de arriba y suelto abajo, corte princesa, con dos cintas a la altura de los hombros y con una pequeña caída por los brazos, hace que mi cadera se vea más grande de lo normal, he recogido mi cabello, un maquillaje que resalta mis labios, un collar un poco grande a juego con los aretes, mis zapatos son en color nude combinando con mi bolso.
Salgo de mi habitación cerrando la puerta detrás de mí, verifico que no me falte nada y salgo de mi casa, pues el uber ya ha llegado, el joven es muy educado, la entrega de documentos se llevó a cabo en la mañana y ahora llega la fiesta.


Cuando llego al salón Lupitas Banquet Hall en el 9214 S Main St, el lugar cuenta con terraza con sillas y mesas de hierro en color blanco en la parte de afuera, en el interior todo está en color bronce, dorado y rojo, le entrego mi tiquet a la hoster y ella me guía hacia la mesa en donde me han asignado, los demás me miran con curiosidad y me siento incomoda con eso.
Sé que jamás me vieron tan arreglada pero es mi graduación y a pesar de que mi abuela ya no está conmigo me mantengo fuerte porque es lo que ella quería tengo tanto planes que quiero hacer y uno de ellos es honrarla.


Observo como todos bailan, platicas, ríe y se hacen muestras de afecto con besos y abrazos, mañana es la última semana del mes de enero, mi teléfono vibra en el interior del pequeño bolso que he traído, es un correo de las oficinas sobre el registro de marcas y otro referente a los permisos.
La luz de un reflector me enfoca y me doy cuenta que todo está silencio, todos me miran con curiosidad, Henry, está en el escenario con el micrófono en la mano, me siento un poco apenada y nerviosa de que sea el centro de atención.

 

 


—Aurora — la musica de fondo instrumental de la canción A Thousand Years de Christina Perri le da un aire romántico.

 

 

 

Le entrega el micrófono a otro hombre y baja del escenario, se ve tan guapo con ese smoking, camina hacia mí y al llegarme tiende su mano, la acepto con una sonrisa en mis labios. Me guía hacia la pista de baile, los demás están alrededor formando un círculo.
En el centro de la pista nos miramos, la musica sigue siendo la misma, pone una de sus manos en mi cintura y con la otra en mi mano. Henry, comienza a moverse con una soltura que me hace pensar que tiene experiencia asiéndolo, le sigue el ritmo, me hace girar, inclina mi cuerpo, en todo momento nos miramos, aun cuando la canción es instrumental él me dice un fragmentos de tan bella canción al oído.

 

«Y todo el tiempo creí que te encontraría,
el tiempo ha traído tu corazón hasta mí,
te he querido durante mil años,
te querré por otros mil más.»

 

 

 

—Estoy convencido que eres la mujer que está destinada para mí — eso ultimo lo dice mirándome a los ojos, tengo ganas de darle un beso, pero quiero esperar a lo que él me hay dicho antes.

 

 

 

La emoción que siento ahora ahogan las palabras que quiero decir, una lágrima baja por mí una de mis mejillas y el la limpia con su pulgar tan dulcemente que seguro que un día de estos me dará diabetes.
Cuando terminamos de bailar muchos aplauden y otras me miran con envidia, con Henry, estoy viviendo muchas primeras veces y es algo que me gusta a decir verdad, me hace creer que de verdad existen los cuentos de hadas, los cuentos de princesas que de niña mis padres me contaban.

 

 

 

—Acompáñame a un lugar — besa mis nudillos y con un amplia sonrisa acepto, vuelvo a la mesa por mi bolso.

 

 

Tomados de la manso salimos del salón y un chofer nos abre la puerta de una limosina negra, entro primero en el auto, observo todo, es la primera vez que estoy en una de estas, es linda por dentro, amplia y una ventanilla negra nos divide el conductor. Henry, se acomoda a mi lado cuando termina de hablar con el chofer.

No pregunto a donde vamos, él toma mi mano y yo apoyo mi cabeza en su hombro, cierro los ojos disfrutando de tal intimidad entre los dos. 




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