Tú, mi salvación

Introducción

Para todos, la felicidad se manifiesta de distintas formas: desde aprobar una materia, terminar una carrera, conseguir un trabajo bien remunerado, tener un hijo, formar una familia, poseer buena salud, ganarse algún viaje o lotería, hasta comprar todo lo que se quiera en las tiendas reconocidas, sin fijarse en el precio. Eso último comprendía la mayor felicidad de Carolina, y más aún si iba acompañado de sus mejores amigas.

Lo tenía todo en la vida y no necesitaba de nada, aunque no podía negar que a veces le invadía la sensación de que le faltaba algo que no comprendía. Mientras buscaba descubrirlo, disfrutaría de lo que ya poseía.

Vivía con su padre porque desde pequeña no pudo contar con la compañía de su madre, a quien el cáncer le arrebató la vida. Ruth era la persona a la que Carolina quería como en su lugar, la mujer estaba a su lado desde que nació y era como una madre adoptiva para ella.

Por eso no había nada que por ahora considerara malo en su vida, estaba viviendo a plenitud.

—¿Nos vamos a casa? —preguntó Teresa mientras miraba por última vez unas botas de piel color café en la vitrina de la tienda de la que acababan de salir.

—Sí, creo que sí —dijo Carolina, que intentaba sostener todas las bolsas en sus manos —. Estoy agotada, hemos estado todo el día de compras.

—Bryan me ha escrito para decir que están en el bar que queda a unas cuantas cuadras de aquí —comenta Mabel mientras observa su el móvil por última vez—. Roy está con él. Quieren que vayamos aunque sea unos minutos.

—Deberían ir ustedes —dice Carolina, fingiendo que no le agrada la idea de acompañarlas. Lo cierto es que ansía ir a beber algún trago bien frío. El calor de la ciudad ha golpeado su rostro apenas han salido de la tienda—. No quiero arruinar su cita. De seguro no saben que ando con ustedes.

Apenas la escuchan sus interlocutoras, hacen una mueca de fastidio. Mabel, Teresa y Carolina han sido mejores amigas desde el inicio de la Universidad, a decir verdad, solo disfrutan de la compañía mutua. Lo increíble es que sus novios —Roy y Bryan— también son sus mejores amigos y por ello forman un grupo de cinco personas. Esa es la razón por la que Carolina a veces se niega ir con ellos, siente que sobra. Pero aunque intente huir del grupo, sus amigos no lo permiten y siempre logran convencerla al final.

—No digas tonterías, Bryan dice que quiere que vayas exclusivamente tú. Y no me preguntes el motivo, porque no me lo quiere decir, ¡y mira que le he insistido!

—Vamos Caro —comenta Teresa mientras la abraza—. Tú sabes que siempre nos gusta compartir contigo y esperamos que tu próximo novio se incluya a nuestro grupo, sería genial.

Carolina sonríe al escucharla. Lo cierto es que ellas solo han conocido a uno de sus novios, y lo que él menos quiso fue relacionarse con sus amigos. Recuerda que algunas veces tuvo que verse obligada a decidir entre sus amigas o su novio, eso le incomodaba mucho. Al pasar el tiempo pudo darse cuenta de que fue una pérdida de tiempo. Por eso actualmente prefería estar sola, era mejor así.

No solo es el calor abrazador que le impulsa a decirles que sí, sino que había algo más que no lograba comprender, pero que agitaba su interior y generaba un deseo vehemente que la impulsaba a ir al bar.

—Está bien. Vamos.

Una vez que dejaron las bolsas en el vehículo de Teresa, se dirigieron hacia el establecimiento que, efectivamente, estaba muy cerca de donde ellas se encontraban. Carolina todavía no lograba comprender el interés de Bryan para que ella asistiera al lugar, pero decidió no darle muchas vueltas al asunto.

Al ingresar, notaron que no habían estado antes allí; la decoración era sencilla, pero acogedora. Las pocas personas que había en las mesas hacían que el lugar se tornara agradable para una charla entre amigos. Como fondo, una canción que desconocían complementaba el ambiente.

De inmediato, localizaron a los chicos y fueron a su encuentro. Carolina se desilusionó al ver que solo estaban los dos, no comprendía la razón del extraño pedido.

Saludan a Bryan y Roy, quienes emocionados corresponden enseguida. A continuación, los cuatro piden unas bebidas y, mientras esperan, hablan sobre lo que han hecho durante el día.

Según comentan ellos, han colocado unos accesorios a sus vehículos y por ello decidieron ir a beber para refrescarse luego.

—Hola —dice alguien en la espalda de Carolina —. Disculpen si interrumpo.

—Claro que no, hombre. Ven para presentarte a las chicas —declara Bryan.

Carolina gira su rostro para fijarse en el dueño de esa voz desconocida que había provocado un estremecimiento en su cuerpo. No es amor a primera vista, de eso está segura, pero no puede quitarle la mirada de encima a los hermosos ojos verdes del extraño. Es como si hubieran podido lograr una conexión inmediata.




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