Tú, mi salvación

Capítulo 09

Despierto y noto que mi papá también se ha quedado dormido junto a mí, me tiene abrazada. Al parecer ha sentido lástima por mí y de verdad se quiere convertir en mi paño de lágrimas como lo ha dicho ayer, pero en lugar de eso creo, creo que tendría que trabajar el doble para comprarme un corazón nuevo, porque el mío ya está destrozado y dudo que vuelva a reconstruirse; supongo que si quiero ser realista, la verdad es que demorará en recuperarse pero que algún día lo conseguirá.

Me levanto con mucho cuidado para que él no se despierte y así poder ir al baño. Apenas entro al pequeño espacio, me quedo mirando por un instante el agua que corre mientras abro la llave del lavabo. Tras unos minutos, me echo el agua en la cara y luego me miro al espejo, noto que estoy un poco hinchada sobre todo en los ojos; para no seguir mirando mi aspecto, empiezo a cepillarme el cabello. Reconozco que mis movimientos son monótonos porque todos mis pensamientos y facultades mentales están en Alex.

Se me eriza la piel de solo pensar en la posibilidad que Alex y esa mujer hayan estado juntos. No puedo evitar imaginarme a mi novio besando su boca, cuello y cuerpo entero, susurrándole palabras de amor tal como lo hace conmigo, haciéndola gemir su nombre.

—¡Oh Dios! —sollozo al pensar en eso. Tengo que agarrarme del lavabo porque siento que voy a desmayarme, las lágrimas vuelven a invadir mi rostro.

Siento enseguida las manos de mi padre que me levanta del suelo del baño, ni siquiera me había dado cuenta que estaba en el suelo. Es tan triste sentirme herida y al mismo tiempo decepcionada.

—Cariño, ven —susurra. Con cuidado me lleva de nuevo a la cama.

—Ay papá, se siente horrible esto, creo que no voy a aguantarlo.

—Lo superarás amor, de eso estoy seguro. Un final también es un nuevo comienzo.

Es triste poseer un corazón roto, pero lo cierto es que no me siento ni en un final ni en un comienzo; tan solo en un punto intermedio. La duda me hace creer que Alex sería incapaz de hacerme algo tan vil, eso no es propio de él. Me ha demostrado que me ama, no solo en palabras sino también con hechos. Pero al mismo tiempo me acecha la incertidumbre, últimamente la distancia es evidente entre nosotros y más aún desde el retorno del seminario. Indiscutiblemente ha cambiado, pero el justificativo de ese nuevo proyecto es aceptable.

La idea de preguntarle directamente pasa por mi mente, pero ¿acaso me dirá la verdad? Lo dudo. ¿A quién engaño? Al parecer espero una respuesta sincera como un «Sí Caro, tuve sexo con Bianca pero no fue nada serio, tú eres la única a la que amo» Oh sí, claro que me lo dirá. «Engáñate a ti misma», pienso.

Aun si me dijera que no o si me dijera que sí, las dudas e interrogantes matarían con lentitud nuestra relación. No quiero vivir así, soy de las que piensan que un error podría perdonarse, pero no sería capaz de tener la misma confianza que antes y para eso, prefiero terminar una relación.

Enseguida pienso en alguien que me podría ayudar a salir de mis dudas, me incorporo rápidamente. Este gesto hace que papá me mire con preocupación, de seguro piensa que tiene una hija desequilibrada.

—Papá, puedes decirle a Ruth que me prepare el desayuno. Tengo mucha hambre, así que me gustaría que te quedaras esperándolo y luego me lo subes a la habitación. ¿Si puedes?

Me mira por un momento como si sopesara la propuesta, son segundos que se me hacen eternos, necesito que salga de la habitación.

—Sí, claro —responde. Se levanta con lentitud y se dirige a la salida, no sin antes darme una última mirada.

Empiezo la tarea de buscar mi móvil, tardo en encontrarlo porque no recuerdo donde lo he dejado. Cuando lo localizo, marco con prisa el número y espero hasta que me contesta.

Hola, ¿quién es? —pregunta su voz semidormida. Recién me fijo en el reloj y me doy cuenta que es las seis de la mañana.

—Lo siento, no he querido despertarte, soy Carolina.

—Oh, Caro lo siento, es que solo contesté y no vi el contacto.

—No te preocupes, solo quería saber si puedes venir a mi casa lo más pronto posible.

—Vale, voy a ir en cuanto pueda.

—Gracias, te espero.

 

Al cabo de unos minutos, papá trae una bandeja repleta de alimentos; es una mezcla de tostadas, jamón, queso y frutas. También me doy cuenta que está vestido para ir a trabajar. Con solo ver todo eso me siento repleta, lo cierto es que no tengo ganas de probar nada.




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