Tú, mi salvación

Capítulo 12

En el trayecto a casa trato de fingir fortaleza para no llorar delante del taxista, pero al llegar a mi hogar no aguanto más y me derrumbo en mi cama a llorar como es costumbre en los últimos tiempos. Después de llevar una vida tranquila, todo se empeña en que las cosas no salgan como yo quisiera.

Pienso una y otra vez en mi relación con Alex, al parecer todo estaba muy bien. Aunque no me sentía prepara para vivir con él como insinuó hace días, no solo por el poco tiempo que llevábamos juntos sino porque papá no lo permitiría; aun así esa proposición me hizo pensar que nuestra relación tenía futuro. Ahora todo lo que construíamos se vino abajo.

Aún entre sollozos, acaricio a Alina que se acerca a lamer mis lágrimas en un vano intento por consolarme a su manera. La quiero mucho.

—Solo quedamos tú y yo, bebé —susurro besándola—, tu papá ya no estará con nosotras. No podrás cuidar a nuestros hijos. Pero no importa, seremos felices sin él, te lo aseguro.

Nos quedamos en la cama acariciándonos la una con la otra, sin saber el tiempo que transcurre hasta que papá golpea la puerta para entrar. Mi mirada recae en Alina que se emociona al verlo, mueve su colita sin parar y le ladra. Da vueltas en la cama hasta que la bajo para que vaya donde está papá que, para mi sorpresa la recibe con gusto. La cachorrita, después de dejarse mimar, empieza a olfatear la bolsa. Pobre, estoy segura que el contenido, por muy atractivo que le resulta, no es para ella.

—Te he traído una porción de torta, elige la que más te guste, la otra es para Ruth. —Extiende la bolsa para que yo la reciba.

Abro enseguida y, al destapar los recipientes, me doy cuenta de que son dos de mis favoritas, pero aun así decido tomar el pie de limón y le dejo el tiramisú para Ruth.

—Gracias papá, pero recuerda que ahora hay otro miembro de la familia al que parece que también le gustan los postres. —Señalo a Alina que prácticamente quiere devorar el recipiente. Papá se ríe.

—Tendré que averiguar dónde venden postre para perros —dice mientras la acaricia por un buen rato, sentado en la cama—. Hija quiero disculparme por reaccionar de esa manera anoche, tú sabes que nunca te he golpeado, solo que estaba enojado y me dejé llevar por el momento.

No puedo evitar sentir vergüenza al recordar el momento bochornoso que presenció y seguro tampoco olvidará.

—No te preocupes papá, eso está olvidado. Sobre todo, —señalo el postre —, si tu disculpa viene acompañada con una porción de pie de limón

—Lo siento Carolina, de verdad, tú eres mi vida; solo me preocupo y quiero lo mejor para ti.

Se acerca y me abraza. Correspondo fundiéndonos en un abrazo. Hay ocasiones que solo necesitamos un abrazo e imaginarnos que todo va a estar bien.

—Ya no tengo nada con Alex —susurro. Una solitaria lágrima invade mi mejilla—. Hoy todo terminó —concluyo sollozando.

Se separa de mí para mirarme de frente.

—Ay hija, no sé qué decirte. Lo único que quiero que sepas es que vas a estar bien, ya lo verás. Tienes una vida por delante, eres muy joven aún y te prometo que yo voy a estar a tu lado.

—Gracias papi —digo, sonriendo escasamente.

 

 

Los días pasan con lentitud, es desesperante. Casi no tengo ganas de nada. La mayor parte del tiempo estoy en mi cama. Solo salgo de ella para bañarme, ponerme la primera ropa que encuentro y volverme a meter entre las sabanas. A veces, me dan deseos de llorar mucho, pero trato de contenerme. A toda esta situación le he puesto de nombre “depresión post- Alex”. Hay momentos en los que pienso que es como si me hubieran arrancado una parte indispensable de mi vida.

Me acostumbro a comer en mi habitación, y las poquísimas veces que voy a comer a la mesa es porque papá me lo exige y no tengo ánimos ni siquiera para protestar.

Hasta Alina demuestra su compasión, no quiere alejarse de mí. Cuando Ruth le da su paseo diario —porque ni eso puedo hacer—, la pequeña quiere regresarse enseguida a la casa.

Lo más triste de todo es que Alex ha cumplido mi solicitud al no escribirme ni llamarme, eso es otra causa de mi desconsuelo, pensaba erróneamente que iba a buscarme o a rogar, pero no fue así. Eso solo me demuestra la verdadera clase de hombre que es.

Todos los días papá pasa por mi habitación para tratar de animarme o hacerme cambiar de decisión, pero nada es posible, nunca pensé que mi ruptura con Alex podría afectarme tanto.




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