Tú, mi salvación

Capítulo 15

El tiempo pasa y siento que la situación en mi vida sentimental, por primera vez después de tantas semanas, va mejorando. No he visto a Alex desde ese fin de semana que me emborraché. Por primera vez en mi vida había experimentado lo que era despertar con resaca. Cuando salimos a divertirnos, bebemos algunos tragos, pero nunca hasta ese estado. El causante de mi desliz tiene nombre y apellido, Alex Villaprado, todo lo había hecho por él.

Mabel y Teresa ese día también se emborracharon, según ellas solidarizándose conmigo, pero al otro día me habían llamado para decirme que nunca más lo volverían hacer, lo habían pasado peor que yo. Ruth me contó todo el espectáculo que hice. Me morí de la vergüenza por lo de Alex, no sé cómo voy a volver a verle a la cara; por ese motivo me he negado a toda actividad en grupo. Papá no me ha dicho nada, pero también con él estoy apenada.

Al final, he decidido aceptar la oferta de ir a comer helados. Las chicas no quieren saber nada de bares, licores ni discotecas, y yo estoy de acuerdo. Aquella decisión causó la burla de Bryan y Roy.

Mientras escogemos los sabores, hablamos de cualquier cosa, pero Alex se mantiene al margen opinando solo lo necesario, eso me ayuda a estar tranquila.

No han parado de burlarse de nosotras, sobre todo de cómo cantábamos, bailábamos y de otras situaciones que hacíamos bajo los efectos del alcohol. No sé cómo lo ha conseguido, pero Roy ha grabado un video donde sale Mabel y Tere vomitando; según Bryan, gracias a Alex no estoy incluida. Miro a Alex y no puedo evitar sonrojarme al recordar lo que Ruth me ha contado, no sé cómo papá permitió que se quedara en casa.

—Lo que pasó no lo voy a olvidar nunca y tampoco voy a borrar los videos, sufrí muchos atentados terroristas con ustedes y esto, —señala Roy guardando su móvil—, será mi arma secreta para amenazarlas —anuncia sonriente.

—Maldita sabandija —susurra Mabel.

Él suelta una carcajada.

—¿Ahora soy yo la sabandija? Me parece que esa noche la sabandija, rata, animal rastrero, escoria junto con todos los peores insultos era otro, ¿o me equivoco? —Se burla el estúpido de Roy.

Todos se sonríen pero no dicen nada. Por un momento más continuamos riéndonos de todas las tonterías que hicimos en ese estado.

—Me encantan estos momentos que disfrutamos juntos —dice Teresa—, espero que no acaben ni siquiera cuando concluyamos la Universidad.

—Pues creo que el único que no podrá estar con nosotros debido a su gran éxito es don Alex. —Roy da una palmada en su espalda—, hasta las empresas extranjeras lo solicitan y eso que no se ha graduado aún.

Se hace silencio por varios segundos, estoy segura de que no me va a gustar lo que Roy ha insinuado.

—¿Cómo? —pregunta Mabel—. No entiendo nada.

—Solo es una prueba —comenta él, para no darle importancia al asunto, aun así escucharlo de su boca es devastador.

—Cuéntanos bien Alex, no entiendo nada —replica mi amiga.

Lo miro con atención y noto que se le hace difícil expresarse. Pone sus manos entrelazadas sobre la mesa y las mira con detenimiento.

—Cuando estuve en el seminario, una empresa me ofreció trabajo tal como lo hizo el papá de Bryan, sin importarles mi título, pero no lo acepté por ciertos motivos. Ahora han vuelto a llamarme optimizando la oferta y estoy esperando la respuesta a una contrapropuesta que les hice.

—Hasta es exigente el muchacho —exclama Mabel—. ¿Qué has exigido?

—Con la aprobación de don Esteban, les he dicho que me den dos meses de prueba allá con opción de regresar a mi antiguo trabajo en caso de que no me adapte. Una amiga de mamá ha ofrecido aceptarme en su casa el tiempo que desee hasta que me instale si así lo decido, recuerden que aunque sea al país vecino, las cosas no son fáciles. Lo cierto es que no sé si ellos acepten por eso no les había comentado nada a ustedes.

Nadie dice nada y, por primera vez, hay un momento incomodo entre nosotros. Imaginar que se va de aquí destroza mi corazón, mucho más si es fuera del país.

Después de unas horas, nos vamos cada uno a nuestras casas. Al llegar a la mía, me dirijo al ascensor por inercia porque no he dejado de pensar en la posibilidad de no volver a ver a Alex. Me alegro mucho por él, es un buen trabajador y todo lo hace con diligencia y de forma apasionada disfrutando de los encargos. Tengo entendido que además del diseño, es muy bueno creando programas informáticos, razón por la cual el papá de Bryan le ofreció ese trabajo. Me siento orgullosa de él; a pesar de ser muy joven, es responsable.




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