Tú, mi salvación

Capítulo 20

Decido ir a mi tienda favorita, como no he gastado mucho dinero en las últimas semanas, quiero comprarme un lindo vestido, después iré a un spa para relajarme toda la tarde. Sí, eso haré. Y si me quedan ganas, invitaré a Samuel a algún lugar para estrenar mi ropa nueva.

Hay tantos vestidos que quiero probármelos todos, pero aprendí con Alex que tengo que ver cual está dentro de mi presupuesto. Sin más que pensar, voy directo a la sección más económica. Me llama la atención un hermoso vestido color lila, creo que se me vería muy bien

—Te quedaría precioso ese color —giro asustada al escuchar esa voz, estaba tan concentrada en tocar la tela del vestido que no me fijé que alguien estaba a mi lado—. Disculpa por espantarte. —Sonríe, amable.

Me sorprende que Leonard esté atendiendo, siempre lo hace una alegre chica. Se supone que él se encarga de los clientes más importantes, porque es el diseñador y dueño de la tienda.

—Descuida —digo ante su disculpa.

—No solo deberías probarte ese —menciona buscando otros—, te mostraré unos que te quedaran genial.

 

Tras medirme algunos vestidos, la mayoría porque según Leonard me quedarían muy bien, me decido por el lila que me gustó al inicio; además, está dentro de mis limitaciones.

—Lo bueno es que no vino nadie mientras te atendía, hubiera sido imposible estar en ambas partes a la vez. Buena elección, ese color va con el tono de tu piel —comenta él.

—Gracias, ¿y la chica que atiende siempre? —pregunto al notar su ausencia.

—Ni me hagas acordar, ha renunciado —resopla—, tiene un embarazo complicado, por eso la mayor parte del tiempo debe quedarse en cama.

—¡Qué lástima!

—Así es, también se me complica todo a mí.

—¿Has buscado a alguien para que ocupe su puesto? —pregunto, interesada.

—Aún no, es difícil encontrar a alguien eficiente y ella lo sí que lo era. —Niega decepcionado.

—Quizá podría ayudarle hasta que consiga a alguien. Claro, si usted desea —propongo.

Leonard me mira fijo de arriba abajo, su escrutinio tarda lo suficiente como para incomodarme, aun así, mantengo mi cuerpo erguido.

—Tienes buena presencia y eres agradable. Podría ser. —Sonrío al escuchar sus palabras, quizás el trabajo me permita distraerme un rato y ganar mi propio dinero—. ¿Qué tanto conoces de moda? —me pregunta.

—Lo suficiente como para sugerirle lo correcto a los clientes.

Él asiente ante mi respuesta.

—Está bien, pero será una prueba —advierte—. Si lo haces bien, te daré el empleo.

—Muchas gracias, no se arrepentirá —digo emocionada.

—¿Puedes empezar mañana?

—Por supuesto —aseguro.

 

Mi emoción es tanta que llamo a las chicas para citarnos en el patio de comida del centro comercial.

—¡Felicidades! —grita Tere, abrazándome.

—¡Gracias! —Le agradezco, contagiada de su alegría.

—¡Esa es mi amiga! —dice Mabel, también abrazándome—. ¿Qué se siente ir de compras y conseguir un trabajo?

Soltamos una carcajada.

—Tengo que reconocer que me siento especial y única.

Pedimos helados para seguir con nuestra amena y divertida conversación, es agradable estar con ellas, a pesar que ahora no salimos tan seguido como antes, todavía disfrutamos de buenos momentos.

—Tu novio debe estar triste al ver que ya no van a tener mucho tiempo para salir —habla en tono irónico Mabel.

—No es mi novio —rectifico

—Pero pronto lo será —afirma Tere.

—Puede ser, nos estamos dando una oportunidad, y hasta ahora todo marcha bien.

Ellas asienten al mismo tiempo cuando me escuchan.

Conversamos sobre moda, compras, de las cosas que hemos hecho en estos días y nos reímos por otro buen rato. Cuando me despido de ellas, siento la necesidad de llamar a Samuel para comentarle la noticia.

Me emociono cuando me hablas contesta de inmediato, al primer tono.




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