Tú, mi salvación

Capítulo 24

Abro mis ojos y descubro que ya es de mañana, el suceso de la noche anterior visita mis pensamientos; cierro los ojos esperando que todo haya sido un sueño. Veo a lo lejos mi vestido tirado en el suelo, recordándome que no ha sido una pesadilla. Me levanto de la cama, lo tomo y lo tiro al recipiente de la basura. Le diré a Ruth que lo queme.

Ni siquiera sé a qué hora me he quedado dormida de tanto llorar, ha sido lo más humillante que me ha pasado en la vida. Alex nunca fue rudo ni nunca me presionó a hacer algo con lo que no estuviera de acuerdo. Para qué negarlo, en este momento lo extraño y quisiera que estuviera a mi lado. Él conseguía hacerme sentir segura, ya fuera con una mirada o con alguna palabra y podía contarle con toda libertad cómo me sentía.

No entiendo el cambio drástico que ha dado Samuel, de ser afectuoso pasó a ser controlador. Lo más absurdo es que me parece innecesario todo el drama que arma, jamás lo traicionaría, yo no soy de esas mujeres que juegan con los sentimientos del otro.

Me vuelvo a acostar porque aún no tengo ánimos de arreglarme para ir a trabajar. Me pongo a navegar la web en el móvil, sin buscar nada en especial. Abro el enlace a cualquier artículo que me parezca interesante. Entre todas las páginas que aparecen, veo una promoción de una aerolínea, es una oferta que a cualquiera le costaría dejar pasar.

Presiono para ver los beneficios que ofrece, porque muchas veces la publicidad es engañosa. La oferta se lee interesante y, sin pensarlo mucho, decido aceptar el paquete promocional. Esta oportunidad me viene muy bien para alejarme de todos. Ahora solo falta decirle a papá que me iré un fin de semana a Bogotá.

Después de que me arreglo, ya con el ánimo mejorado, decido salir de mi habitación para desayunar. Aprovecho que papá está presente para comentarle mis planes.

—¡No! —dice enseguida—, Estás loca, ¿con quién vas a ir?

—Voy sola papá, me parece una buena oferta y la quiero aprovechar.

—Nunca te ha gustado ir sola a ninguna parte, menos fuera del país.

—Ni que fuera a otro continente, además quiero alejarme de todo por unos días. —Termino diciendo.

Él me mira fijamente, pero no dice nada. No dejo de pensar en lo ocurrido con Samuel y por ahora no quiero verlo, a pesar de que me ha llamado varias veces.

—¿Y porque precisamente vas a donde está él? —interroga.

—No voy a buscarlo, si eso te preocupa. Ni siquiera sé dónde trabaja o dónde vive.

—Si él te hubiera querido de verdad, habría hecho todo lo posible por regresar contigo. Ni siquiera lo intentó, no te hagas más daño y no vayas a buscarlo —comenta de esa forma que duele cada palabra. Tal vez en el fondo tiene razón.

Miro a Ruth y ella sigue comiendo como si no escuchara nada.

—No voy por él —insisto—. La oferta está muy buena y voy a comprar ciertas cosas que requiero. Hace tiempo que no viajo y necesito un respiro.

Mi padre no vuelve a decir nada y da la media vuelta, dejándome sola, para ir a su habitación. Espero que ese silencio signifique un sí.

—Debes de cuidarte si vas a ir sola —dice de repente Ruth—. Podría ser peligroso.

—No te preocupes, solo es un fin de semana. Sé cuidarme muy bien.

—Me avisas para ayudarte a arreglar la maleta.

—Gracias mi Ruth —digo acercándome a ella para besarla.

 

Para evitar todo contacto con Samuel, le pido a papá que venga a recogerme a la salida del trabajo. Aunque le parece extraño, acepta. Me alegra verlo entrar al local. Es un alivio saber que no voy a encontrarme con Samuel, él no se atrevería a acercarse cuando estoy con mi papá. Necesito evitarlo, por lo menos hasta regresar de mi viaje.

Cuando se acerca la fecha, le presento el tema a Leonard porque no he tenido oportunidad anteriormente. Como siempre, papá es educado frente a mi jefe a pesar que ya no le gusta que trabaje en la tienda; varias veces me lo ha insinuado, pero me hago la desentendida.

—Que te vaya bien linda —reitera al despedirse.

—Gracias Leonard.

 

Cuando tengo todo arreglado en mi maleta, me despido de Ruth. Aunque papá está un poco molesto, ha accedido a llevarme al aeropuerto.

—Cuídate hija, no dudes en llamarme para cualquier cosa —aclara cuando se despide.

Al estar allí, a la espera del vuelo, no puedo evitar sentirme nerviosa cuando pienso que voy a estar en la misma ciudad que Alex. En el fondo, me gustaría encontrarlo para probarme a mí misma que ya no me afecta su cercanía o lo que hubo entre nosotros. Si eso es posible, estoy decidida a seguir con mi vida.




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