Los días que siguieron a la fiesta de graduación y al incidente fueron extraños. Aunque no había ocurrido nada más entre Samuel y yo, me sentía sucia, me bañaba muchas veces al día como si con eso se me fuera a ir la sensación que tenía grabada en mi piel.
Alex se marchó y no pude siquiera despedirme de él, tampoco me atrevo a responder todos los mensajes que me envía a diario. Primero me dijo que quería invitarme a comer algo antes de irse, luego que quería verme por última vez y, al final, me dijo que no me sintiera culpable por nada, que era Samuel el del problema y que él era el que debería de estar escondido y no yo.
Para mi buena suerte, se tomó muy en serio la advertencia de Alex y Roy porque no volvió a escribirme ni a llamarme ni siquiera para amenazarme o insultarme, eso me quita un peso de encima. Me he librado de él, es como si Alex volviera a ser mi salvación.
Los chicos también me envían mensajes en grupo o personales, agradezco que se preocupen por mi bienestar, pero más aprecio que me den mi espacio. No quiero ver a nadie. Solo voy a trabajar porque no quiero perder mi empleo, me siento a gusto y Leonard se ha convertido en un buen amigo. También ir a trabajar me distrae de pensar en tantas cosas.
Mi estado de ánimo es notorio, Ruth y papá también se dan cuenta de ello, pero lo atribuyen a la ausencia de Alex y a mi repentina separación de Samuel. Acaricio a Alina mientras ella está dormida a mi lado. Se roba casi la mitad de mi cama, es tan astuta que, cuando percibe que papá se aproxima a la habitación, se baja rápidamente.
Decido no ir cenar con mi familia porque hace poco he comido algo. Me decido a cerrar los ojos porque estoy agotada. Mañana es viernes, me alegra saber que tendré el fin de semana para descansar hasta más tarde. Con ese pensamiento, me quedo dormida.
—Buenos días —saludo entusiasmada, sorprendiendo a Ruth y a papá que ya están sentados a punto de desayunar—. Yo me sirvo el desayuno, sigue sentada Ruth —digo cuando veo que intenta levantarse.
Ambos intercambian una mirada al verme feliz, con ánimos y ganas de desayunar. En los días pasados, ni siquiera podía comer a gusto, nada me parecía bueno. Ambos me miran mientras me siento a la mesa junto a ellos y unto mermelada en las tostadas. Sin darle importancia a su escrudiño, bebo el jugo de naranja que está delicioso.
—Es posible que me vaya de viaje mañana —hablo antes de dar un mordisco a la tostada.
Cuando desperté, me dieron ganas de buscar vuelos disponibles a Bogotá, tengo unas ganas inexplicables de ver a Alex.
—Me imagino que ese viaje es a Bogotá —asume papá mientras bebe su café.
Afirmo con mi cabeza.
—¿Por cuánto tiempo te vas? —pregunta ahora Ruth.
—Solo es el fin de semana, recuerda que trabajo —contesto dando otro mordisco a la tostada hasta terminarla.
—Cuídate, Carolina, no me gusta que cambies de ánimo muy seguido. Yo sé que no me tienes confianza como para contarme tus cosas, pero quiero que sepas que estoy dispuesto a escucharte y que te quiero mucho.
Un nudo en la garganta aparece, ahora que estoy grande y que mis problemas han crecido proporcionalmente, no siento comodidad para contarle mis cosas a mi padre, sería un poco extraño. Sé que me ama, pero eso no es suficiente. Quizá, si mi mamá estuviera viva, sería mi vida un poco más sencilla porque ella me ayudaría a tomar mejores decisiones. O al menos eso es lo que creo.
—Gracias papá —respondo.
Sin muchos preámbulos, me despido de ellos y de Alina para irme a trabajar. En el trayecto, pienso en lo contento que se va a sentir Alex de verme. Decido que después del trabajo debo enviarle un mensaje comunicándole sobre mi visita porque no sería prudente llegar así no más.
—¡Al fin vuelvo a ver a la Carolina que conocí! —dice Leonard cuando se acerca a saludarme después que se va un cliente.
Cuando llegó, no pudimos hablar porque ya había personas esperando para comprar, y luego llegaron otras, recién ahora puedo librarme de ellos.
—Soy la misma, solo que hoy amanecí un poco feliz.
—Pues me alegro mucho, ¿a qué se debe ese milagro?
—Viajaré esta tarde.
—Pues qué bueno, los viajes siempre tienen esa magia de hacer nuestros días más felices. ¿Necesitas algo para tu viaje?
—No, gracias. Tengo todo. El domingo regreso, así que estaré el lunes aquí tranquilamente.
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Editado: 27.02.2019