Tú, mi salvación

Capítulo 35

Los meses pasan. En todo momento nos esforzamos por mantener nuestra relación a flote mediante mensajes, llamadas y video llamadas. Hasta ahora, todo marcha bien, pero en nuestras conversaciones siempre sale a luz el tema de irme a vivir con Alex.

Mi trabajo en la tienda sigue gustándome cada día más, mi estilo de vida me permite ahorrar la mayor parte de mi sueldo para cualquier decisión que tome. Ahora estoy totalmente segura de que no podría gustarme ningún otro trabajo aunque sea en la mejor empresa del mundo. Por eso, cuando mi papá me informó que va a hablar con el padre de Bryan para que me dé algún puesto en la empresa, le insinúe que quería darme unos meses de vacaciones. Eso me permitió frenarlo un poco mientras pienso lo que voy a hacer con mi vida.

Se acerca el fin del contrato de Alex y él también tiene que tomar una decisión: si quiere que le renueven el puesto o si vuelve acá. Temo preguntar cuál será su decisión, pero en cualquiera de las dos situaciones me quiere a su lado. Aunque si pidiera mi opinión, le diría que se regrese, dudo que lo haga. Él quiere quedarse allá, no desea estar en la misma empresa que mi papá.

Al parecer, papá y él no se llevarán bien nunca, aquello me duele porque cada día me siento más enamorada de Alex. Cuando recibo un mensaje o una llamada suya, me sonrojo y mi corazón palpita con más fuerza. No hay dudas que quiero pasar mi vida al lado de él.

Sonrío al tenerlo frente a mí, aunque solo sea en la pantalla. Sus ojos preciosos me enamoran más cada día y escuchar hablarle a Alina, que permanece a mi lado atenta, me confirma que es un hombre maravilloso.

—Renové el contrato por dos años —confiesa. No puedo evitar mostrar en mi rostro la tristeza y la decepción.

—Pensé que antes que tomaras la decisión, íbamos a hablarlo —murmuro con reproche.

—Llegué a la conclusión que quiero quedarme en la empresa —demanda con seriedad.

No articulo ninguna palabra por la decepción que me invade; aunque no tenga derecho, me irrita saber que ha tomado una decisión sin antes comunicármelo. Se supone que quiere que seamos una pareja formal y lo primero que hace es no tomarme en cuenta en algo tan importante como esto, ¡son dos años más!

—Me alegro que tengas claro lo que quieres en la vida. —Es lo único que le digo.

—Me mostraron todas las ventajas de quedarme, me subieron el sueldo y ya tengo en la mira ciertos departamentos para irme a vivir solo. Steven también busca un compañero para compartir gastos, ya que a más tardar en dos semanas me mudaré. De los lugares que he visto ofertas, puedo comprar el departamento como si estuviera pagando un alquiler. Bueno, si es que quiero.

—Me alegro por ti —digo aun con tristeza—. Voy al baño, espérame un ratito.

—Está bien.

Me levanto sin ir al baño, solo me recuesto en la pared para dejar escapar las lágrimas que luchaban por salir. Ahora, en este momento, pierdo toda esperanza que regrese, pensé que el fin del contrato lo iba a traer de vuelta a mi lado, pero veo que no es posible. Más lejos lo veo ahora que quiere comprar un departamento. Trato de tranquilizarme para volver junto a la computadora.

Cuando lo tengo frente a mí otra vez, nos miramos por un rato sin decir nada.

—Tú estás en mis planes, en mi vida, Carolina —ratifica.

—Tengo miedo —confieso tratando de ser sincera.

—¿Miedo a qué? No entiendo, Caro.

—Miedo a todo: a dejar mi país, a mi padre, a Ruth que ha sido como una madre, a mis amigos, mi trabajo —hago una pausa—, pero sobre todo, a vivir contigo. No sé si seré una buena compañera, no me veo aún como una esposa o una ama de casa.

Alex se queda callado por un buen rato y yo tampoco argumento nada más.

—No quiero que te sientas obligada, pensé que te gustaría la idea de formar una familia conmigo, pero al parecer, el tema te está agobiando. Yo quiero estar a tu lado siempre, no tengo dudas, te amo de verdad y, aunque sé que habrá problemas como en cualquier pareja, estoy seguro que podemos superarlos. Pero nunca mi intención ha sido presionarte —dice. La decepción es evidente en su rostro.

—No estoy lista, Alex, lo siento —digo y él asiente. Me observa por un momento más y gira su rostro a un lado.

Al final, terminamos hablando de otras cosas y, sin nada más interesante de por medio, nos despedimos. De seguro los dos al final de esta conversación nos decepcionamos por lo ocurrido. Espero que el malestar y la incomodidad pasen rápido.




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