Tú, mi salvación

Capítulo 37

 

 

—Esteban me dijo que tiene el puesto preciso para ti, Carolina, hay una vacante —comenta mi padre con el rostro que irradia felicidad.

De seguro está contento de cumplir su sueño: verme trabajar en una empresa y no en una tienda del centro comercial.

 —Qué buena noticia —dice Ruth mientras me acaricia el cabello.

Estamos sentados en los muebles, descansando después de cenar.

—Dile a Esteban que gracias…

—Incluso me dijo que puedes ir desde el lunes —interrumpe.

—Papá… yo creo que no voy a poder aceptar su oferta —anuncio. Él me mira sorprendido —. Me gusta mi actual trabajo —miento intentando ocultar la verdadera razón. Aunque en cierta forma, es cierto.

—Estarías completamente loca si no aceptas un trabajo importante por seguir en ese local. Este es uno de esos momentos en que a veces me pregunto qué han hecho con mi hija.

—Papá, por favor —siento que Ruth presiona mi brazo en señal de que no empiece una pelea.

—Es la verdad, Carolina, desde que eres novia de ese individuo, tus metas se volvieron mediocres. Debes de aspirar alto, no estancarte por alguien que no vale la pena.

—No digas eso papá, si tan solo te dieras el tiempo de conocer a Alex, sabrías que él es todo lo que un padre quisiera para su hija.

—Tonterías, yo conozco ese tipo de muchachos Carolina, te llenan la cabeza de pajaritos para que caigas redondito con ellos, se cansan de ti y después te rompen en pedazos. ¿Y a quien crees que le toca recogerlos?

—Por favor, Oscar —Ruth reprende a papá y no digo nada porque no tengo ganas.

 Ahora sé que nunca ocurrirá el milagro que papá se lleve bien con Alex. Recién entiendo la negativa de él por no querer regresar.

—Es la verdad, Ruth, mejor que se desilusione ahora y no después cuando sea demasiado tarde o cometa alguna locura.

—Estás exagerando, Caro quiere seguir trabajando un poco más en la tienda, le ha gustado mucho el trabajo. Déjala que trabaje solo unos meses más.

—Ya ha trabajado demasiado allí. Es hora de que empiece a poner en práctica lo aprendido. Otra oportunidad de estas no se va a repetir.

—Papá, solo te estoy pidiendo por lo menos dos meses —intento que me dé tiempo hasta convencerlo que acepte mi decisión de irme a vivir con Alex.

—Nada de papá, mañana nos vamos juntos a la empresa y vas a decirle a Esteban que aceptas el trabajo.

—No, papá, no voy a ir —demando.

Trato de parecer fuerte, pero tengo mucho miedo. Ruth vuelve a presionar mi mano para que no siga llevándole la contraria a mi padre.

—Aceptas y punto —insiste él. Está muy enojado se le nota en sus expresiones.

—Me voy a ir a vivir con Alex, así que no necesitaré el trabajo —suelto de una vez por todas.

De forma veloz, toma mi brazo para levantarme del sofá; me sostiene con dureza arrastrándome hacia él, listo para darme una bofetada. Siento como si me fuera arrancar el brazo por la presión que está ejerciendo.

—¡Oscar! —Grita Ruth, desesperada. Intento cubrirme la cara con las manos—. ¡Por Dios, no te atrevas a golpearla!

Él me suelta de manera brusca, haciendo que me tambalee y caiga al piso. Ruth me ayuda a levantarme, pero no puedo evitar sollozar por la forma en la que me ha tratado.

Sigo sin entender tanto desprecio hacia Alex y me duele tener este enfrentamiento, pero tengo que dejarle claro lo que deseo.

—Vaya —dice mientras da vueltas en la sala—. Veo que no es tonto, va a conseguir una empleada gratis. Porque en eso te convertirás, tendrás que quedarte en la casa: arreglarla, cocinar, lavar, planchar y fregar pisos. Mientras él disfruta del trabajo y de la libertad de hacer lo que quiera porque tiene a una tonta metida en la casa sin trabajar, esperando las migas de cariño que le dé cuando llegue cansado y no quiera saber nada de ella —habla destilando odio y coraje en cada palabra que pronuncia.

—Oscar —vuelve a llamarlo Ruth.

Se le va a gastar el nombre a papá de tantas veces que Ruth lo pronuncia para que se calme y guarde silencio, pero no es suficiente para él. Sus palabras llegan a mí como estocadas causando una herida incapaz de sanar fácilmente.

—También agrégale que, como la tonta se decidió a ir con él y no quiso trabajar, no tiene dinero así que no puede independizarse. Porque no solo rechazó un buen trabajo, sino que se fue en contra de la voluntad de su padre, el cual le niega toda ayuda y que se las arregle como pueda. Así que le toca sufrir por ser desobediente, por escoger a alguien que no valía la pena.




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