Tú, mi salvación

Capítulo 38

 

Cuando me siento un poco mejor, me subo en un taxi a casa de Mabel, allí planeamos reunirnos con Teresa y tener una tarde de amigas, aunque lo que deseo es aire fresco. Estar encerrada en casa no ayuda en nada sobre todo por el enojo de papá que, como es de esperarse, al despertarme ya no estaba en casa.

Creo que tener una relación con Alex ha hecho cambiar mi punto de vista: es todo lo contrario a papá, a él le gusta hablar, aclarar las cosas; mientras que mi padre huye y trata de aparentar que no pasa nada y no quiere que se hable del tema.

Al llegar a la casa, recibo la calurosa bienvenida de Mabel.

—¡Caro! —me abraza con fuerza.

—¡Auch! —gimo al sentir dolor en mi cuerpo—. Despacio que me duele.

—Uy, lo siento —me mira preocupada—. Pensé que era mentira lo de tu papá.

—Con esas cosas no se bromea, Mabel —opino. Hace amague de darme un golpe en el hombro y enseguida retira la mano—. ¿Llegó Tere? —pregunto.

—Sí, está en la habitación, vamos.

Al ver a las dos en ese momento no puedo contenerme y dejo que el llanto me invada, aunque me sienta tan mal, no odio a papá; al final, no sé la razón por la que lloro, quizá por el dolor de mi cuerpo o por recordar que el ser al que amo hubiera actuado así. También quizá por sentirme impotente ante el odio que le tiene a Alex.

Después de un rato y con sus abrazos, mis lágrimas cesan logrando que me sienta mejor.

Mi piel está entre morada y verde, sobre todo en brazos y piernas; hoy uso una blusa de mangas largas y un pantalón holgado para cubrir las heridas y evitar lastimar más mi piel. Ni siquiera puedo recostar mi cuerpo en alguna superficie dura porque enseguida siento punzadas de dolor, por eso estamos acostadas en el suelo entre almohadas y la alfombra.

—Nunca pensé que tu papá fuera capaz de eso —acaricia mi mano Tere al mismo tiempo que habla—, se ha comportado peor que un animal.

 —Creo que ni de pequeña te castigó así —refuta Mabel

—Estaba furioso. —Aún recuerdo su rostro enojado—. Nunca lo había visto así, pensé que la pasaría peor.

—Me imagino que ese enojo es por Alex —asegura Mabel.

—¿Por qué odia tanto a Alex? —pregunto para mí misma más que para las chicas.

—Mi versión es que fue un amante furtivo de la mamá de Alex y por eso no quiere que se te acerque —supone Mabel provocando mi risa con la suposición—. O tal vez siempre ha estado enamorado de ella y su enojo lo paga con Alex.

—Mabel, mi papá y la mamá de Alex creo que ni se conocen —anuncio para que no invente ideas locas.

—Eso es lo que te hacen creer. —Suelto una risilla al escuchar a Tere queriendo resolver un crimen al estilo CSI.

—No hagan de un mosquito un elefante.

—¿Alex ya sabe lo que te ocurrió? —pregunta Mabel.

—No, ni le pienso decir. No quiero que se sienta culpable o que vuelva a decir que debo irme con él.

Asienten con la cabeza, confirmando mi pensar. Nos quedamos un rato calladas escuchando solo un silbido suave y delicado del jardinero.

—¿Qué se siente que tu novio te pida que te vayas a vivir con él? —escucho la pregunta inesperada de Tere y me sonrojo—. Ha de ser bonito —suspira mirándome expectante.

—Pues, siendo sincera, no quisiera que Bryan me propusiera que nos casemos —opina Mabel—, aunque lo amo, siento que no quiero estar atada todavía a él.

—Me refiero que no cualquiera te dice que vivan juntos y, al recibir una propuesta de esas, es como que pasan a otro nivel. Para mí es romántico.

—La verdad es que me atrae la idea de vivir con él, a pesar de su edad es alguien responsable y tiene muy buenas cualidades.

—Excepto cuando lo queríamos matar por haberte traicionado —me interrumpe Tere riendo.

—Por cierto, ¿le creíste? —me mira Mabel esperando una respuesta.

 —Sí, aunque no me diera pruebas o algo por el estilo, estoy segura que no pasó nada a parte de ese maldito beso.

 —Yo siempre dudé  que te hubiera traicionado, pero como eras mi amiga y aseguraste que tenías pruebas suficientes para acusarlo, preferí creer en ti —confiesa Tere—. Pero lo bueno es que ahora están juntos.

Cubro mi cara de vergüenza al recordar que, tal como me había dicho Bryan, no debí de confiar en lo que decían otras personas.




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