¿Se puede conseguir la felicidad absoluta? Es muy probable que no, pero en este momento, no puedo pensar en otro episodio de mi vida en el haya sido tan feliz como ahora; he disfrutado de instantes maravillosos que atesoro en mi interior, guardados en un lugar especial. También he aprendido de las malas situaciones o de las consecuencias de tomar decisiones equivocadas; a veces los recuerdos me atormentan, como en el caso de Samuel —debí de ponerle un alto tras lo sucedido e incluso denunciarlo por lo que me hizo—. Ninguna persona debería sentirse humillada, y mucho menos permitirlo, aceptarlo. Después de lo ocurrido, me juré a mí misma que no dejaría que nadie me hiciera daño y que no dependería de otros para ser feliz.
Alex se ha convertido en parte indivisible de mi vida, al igual que lo fue mi padre, pero admito que recién ahora he llegado a comprender el significado de las palabras de Leonard: «Se debe perder para ganar», aunque nunca hubiese pensado que la situación sería de esta forma. He perdido a mi papá, todavía me duele que no haya aceptado mi decisión, él debería de tener en claro que lo amo con la misma intensidad con la que amo a Alex. Jamás pensé que tendría que escoger entre los dos, pero estoy segura de mi decisión. Tal vez no pueda tener la certeza de todo lo que ocurrirá, aunque voy a esforzarme por forjar mi futuro. Y si me vuelvo a equivocar, quiero que al menos valga la pena.
Miro con emoción mi anillo de compromiso y me repito que no hay dudas en cuanto a mi decisión de casarme con Alex. Desde que lo vi por primera vez, pude darme cuenta que él sería alguien importante en mi vida. Sus cálidos ojos me transmitieron seguridad y toda la paz mental que no sabía que necesitaba. No es dependencia hacia él, simplemente es sentir que he encontrado a alguien que, aun con defectos, puede conseguir que me sienta en paz ante las tribulaciones. Es como tener a ese compañero de vida en el que es posible confiar ciegamente, por eso estoy completamente feliz al tenerlo a mi lado.
Siento que su mano acaricia la mía y me animo a quitar la mirada sumida en recuerdos de mi anillo para conducirla hacia su rostro.
Sonrío.
Me acerco a su cuerpo para hundirme en su abrazo mientras vamos en el ascensor rumbo a nuestra habitación. Una vez que llegamos a la puerta, él se acerca y me da un corto beso animándome a cerrar los ojos antes de entrar al lugar.
Segura, pero con esa conocida sensación en el estómago que preludia mis nervios, camino despacio. Permito que mis fosas nasales perciban el suave aroma que invade el lugar.
—Ahora sí puedes abrir los ojos —ordena Alex.
Lo primero que observo son los pétalos de rosas esparcidos en el suelo, formando un camino hacia la cama. Posados como abanicos de seda, nos invitan sin tapujos al lecho compartido. Me sorprende tanto el detalle que mi atención olvida reparar en el resto de la habitación; tengo los ojos, curiosos y entusiasmados, distraídos con la suave figura de las flores.
—Gracias —susurro—. Creo que nunca voy a olvidar este día.
—Esa es la idea, mi amor —comenta él.
Alex se acerca a darme un beso. Nuestros labios se unen con delicadeza, pero también con fuerza, como si selláramos una promesa de amor. A pesar de ciertas dificultades que nos ahogaban y no nos dejaban disfrutar a plenitud de nuestra relación, hemos logrado sacar a flote este amor que nos ha unido desde el primer día.
Una vez que nos separamos, él toma mi mano y nos acercamos a la mesa donde hay frutas con chocolates y vino, probamos un poco de ambas cosas. Es otro mágico detalle inesperado que guardaré en mi memoria.
—Ven, te quiero enseñar algo —dice Alex, tomándome de la mano.
—¿Hay más? —pregunto, anonadada.
—Bueno sí, pero es algo sencillo. Nada sorprendente, mi amor —afirma cuando nos acercamos al baño.
Al entrar, me encuentro con una tina llena de agua donde flotan más pétalos de rosas, también se percibe el aroma exquisito que de ellos emana. Definitivamente, me dan muchas ganas de meterse allí.
Alex se acerca por mi espalda, me abraza por la cintura y besa la curvatura de mi cuello.
—No hay nada mejor que un baño especial para terminar el día, ¿no estás de acuerdo?
Giro mi cuerpo para quedar frente a él y, al encontrarme con su dulce sonrisa, también lo beso.
—Te amo —susurro con un nudo en la garganta que contiene mis inmensas ganas de gritar que lo amo con toda mi vida.
—Yo te amo mucho más —habla él mientras acaricia mi mejilla—. Eres la mujer que elegí para mí desde el día que te vi por primera vez, y no me importa que seamos jóvenes y que piensen que deberíamos dejar que pase más tiempo. No, a veces la vida es tan corta que debemos aprovechar cada minuto de ella. Por eso quiero preguntarte si estás segura de este paso que vamos a dar. Yo respetaré tu decisión porque no quiero que te sientas presionada en ningún momento.
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Editado: 27.02.2019