Aquí estoy de regreso a esta escuela, donde todos te juzgan con la mirada, te hacen daño sin importar que. Después de estar dos años en rehabilitación, estoy de vuelta aquí, aunque, aparentar es sencillo, el hacerles creer que ya estás bien, sin un pensamiento suicidio, o tener ganas de alcoholizarte o de drogarte, fue lo que me ayudó a salir de ahí y regresar a la realidad. Estoy tan metida en mis pensamientos que no siento cuando el auto de mi madre se detiene frente al colegio.
Si supiera que nadie me hará caso una vez que ponga un pie ahí, así que solo asiento con la cabeza y bajo del auto.
Me coloco mis audífonos y empiezo a caminar hacia la entrada del colegio, con cada paso que daba, atraía más y más miradas, algunos me miraban sorprendidos, otros con cara de asco, y algunos que ni siquiera les importaba y solo estaban de chismosos, con paso decidido me dirijo hacia la dirección para poder recibir mi horario y el número de mi casillero. Al llegar estaba la secretaria, una mujer de alrededor de uno 50 años, cabello negro canoso, cuando logro llamar su atención su mirada era de pena, suelto un bufido.
Al llegar trato de sentarme lo más alejada posible de todos, prefiero mantener mi distancia de las personas a ocasionar un problema y tener miradas sobre mí por ello.
El discurso no duro más de 40 minutos, después de ello, el auditorio empezó a vaciarse lentamente, y antes de dirigirme hacia mi salón de clases hice una parada en mi casillero para dejar los libros que no utilizaría en ese momento. Durante todo el trayecto solo sentía miradas sobre mí.
La primera clase del día era Valores, y con toda la flojera del mundo me dirigí hacia el salón. Al entrar ya todos estaban allí, la maestra al verme me brinda una sonrisa y trato de corresponderle y creo que lo único que sale fue una mueca.
Me dirijo hacia la banca vacía del fondo del salón, dejo caer mi mochila, sacó una libreta y mis lapiceros, y me concentro en la clase, sin hablar durante esas dos horas. Después de esta clase teníamos un descanso de alrededor de 30 minutos máximo, y según entendí era después de cada clase.
Me volví a colocar mis audífonos y me encaminé hacia los jardines del instituto, tomé asiento debajo de un árbol, y empecé a analizar a todos los que se encontraban ahí, disfrutando del día con sus amigos, nadie notaba mi presencia y agradecía eso porque sentía que mi estadía aquí sería más sencilla de llevar. El timbre sonó anunciando el inicio del próximo periodo. Ahora tendría matemáticas, no soy mala en ellas, solo que no tengo demasiado ánimo para ello. Aun así, entre a la clase.
La clase iba a iniciar, pero, justo en ese momento un chico llega a interrumpir la clase
Para mi buena suerte el único lugar disponible es cerca de mí, al hacerlo, todos empiezan a murmurar y yo solo hago caso omiso a ello y presto atención a lo que dice el maestro.
Cuando llegan las hojas a mí, empiezo a leerlo primero