Hay viajes que comienzan antes de hacer la maleta.
Pasarían años hasta que las Moiras decidiesen que era hora de empatar lo que estaba roto. Es justo en ese momento exacto donde comienza este relato que, como todas las historias que importan, arranca con un viaje.
Da lo mismo la distancia: no existen kilómetros capaces de separarnos de nuestra sangre, a la que estamos unidos de una manera inexplicable pero cierta. Mi padre había muerto, no tuve ninguna duda. Abrí los ojos en mitad del sueño y lo supe sin más. Lo que sentí no fue el fruto de una pesadilla sino un golpe físico en el pecho. El teléfono sonó después, sólo para confirmarlo. Me incorporé en la cama, incapaz de hacer nada más que estar allí quieta, respirando despacio. No sentí soledad porque siempre había estado sola, pero sí me inundó una tristeza honda. Mi padre era imperfecto, pero también era la única familia que me quedaba en el mundo.
–No se ha podido hacer nada, Diana, ha sido cuestión de minutos. Estábamos hablando y se desvaneció. No sufrió. Te lo aseguro. Al menos, tenemos ese consuelo.
Me hablaba con entereza y con una tristeza contenida, pues aunque yo sabía cuánto se querían, también conocía a Branca lo suficiente como para saber que evitaría a toda costa cargarme con su sufrimiento.
–No lo vi venir. Siempre pensé que tendríamos tiempo –dije sin pensar demasiado y sabiendo, que justamente por eso, era la verdad la que acudía a mis labios mientras ella seguía hablándome, probablemente consciente de que yo retendría sólo una parte de lo que me dijera.
–Sé que no te apetecerá hablar de esto, pero hay que tomar decisiones y ahora debemos ser prácticas . Ya tendremos tiempo para lo demás. Sabes que tu padre quería quedarse aquí, en Lisboa y, salvo que me digas lo contrario, he organizado todo a su gusto. Por supuesto, no habrá misa, ya sabes cómo pensaba.
–Branca, ¿estaría mal si no quisiera verlo muerto?
–¿Quién decide qué está mal y qué está bien? Recuerda que tu dolor es tuyo y que sólo tú decides sobre él. Entiendo que puede ser duro para ti, tranquila. Si quieres, agilizaré la incineración para que sea un hecho consumado antes de que llegues y que únicamente tengas que acompañarme a esparcirlas. Sé que a él le habría gustado que organizásemos un almuerzo con nuestros amigos. Si estás con ganas, me agradaría que asistiéramos las dos, pero no hay prisa para decidirlo, iremos viendo sobre la marcha según nos sintamos.
–Gracias por todo –suspiré–, no sé qué decir. Mejor cuelgo y ya hablamos mañana con calma.
Branca hacía la vida habitable. Desde el primer momento en el que la conocí, supe que esa fue una de las razones por las que mi padre se enamoró perdidamente de ella, además de otros motivos como la adoración que ella sentía por él y el hecho irrefutable de que era una mujer bella y cultivada. Siempre nos llevamos bien, esa fue y sigue siendo la verdad. Casi podría decir que he tenido una mejor relación con ella que con él. El tópico de la madrastra malvada nunca encajó con ella. Al contrario, era un bastión donde refugiarse. Tanto que, antes de colgar, me pidió que volviese a la cama y que descansase porque ella ya se había encargado de todo, incluso de reservarme un pasaje para el día siguiente.
Envié un mensaje a mi jefa en el banco. Le comuniqué que, por lo pronto, me ausentaría una temporada, un permiso de unos meses, aunque algo me decía que iba a ser más tiempo. Estaba a punto de entrar en otra vida, aunque aún no lo sabía.
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Nos vemos el miércoles 9 de noviembre. 🍂
Diana inicia un cambio vital muy necesario para ella, ya verás el motivo.