Tu nombre nunca termina

Capítulo 22. Gracias

La claridad no siempre llega del sol, sino del silencio que dejan las frases.

Me desperté con la claridad del día y, al girarme en la cama, me di cuenta de que estaba sola. Duarte me había dejado una nota: “Salgo a correr, desayuna sin mí. Nos vemos a media mañana para continuar con el viaje. Por cierto, lo pasé muy bien anoche. Gracias”.

Curiosamente, la nota estaba junto al pañuelo, que permanecía perfectamente doblado sobre la mesilla.

Por un momento, me quedé pensando si un “gracias” era lo que debería esperar después de una noche de pasión brutal, fruto de la cual tenía más de un morado en el cuerpo, pero me reconvine a mí misma y recordé que estaba viviendo el momento, que no esperaba nada y que yo también estaba muy agradecida por el día de ayer, pues había conseguido olvidar todas las tristezas, preocupaciones e incertidumbres que me acompañaban desde hacía mucho tiempo, aunque sólo fuera por un rato. Sonreí al pensar que Branca habría estado muy orgullosa de mi razonamiento y me levanté. Tenía un hambre atroz después de tanto ejercicio.

Tras una ducha y después de un desayuno riquísimo que Sofi nos había dejado en la cocina, decidí salir a dar un paseo. Entré en uno o dos comercios e incluso compré unos pasteles de nata para llevar a mi abuela. No es que pensase que ella estuviera esperando ningún detalle, pero siempre es mejor llegar con algo en las manos. Esa costumbre, como tantas otras, me la había grabado Aurora a fuego. Ella me enseñó lo importante que es ser hospitalario con los que llegan a tu casa y detallista si visitas otro hogar que no es el tuyo. Y era una obviedad que la casa de mi abuela todavía no era la mía, así que llevar algo me ayudaría a romper el hielo. Entre tienda y tienda, encontré una cafetería y me dispuse a entrar porque necesitaba otro café, pero al mirar a través del cristal del escaparate vi a Duarte sentado con Asha. Ella anotaba algo en una agenda, muy centrada en lo que fuese que estaban hablando. Mi primer impulso fue darme la vuelta, pero él me vio y se levantó con una sonrisa para recibirme.

–Estamos con cosas de trabajo, pero ya hemos terminado ¿Te pido un café?

–Claro, con leche, por favor. Hola, Asha. ¿Tú también eres runner? –pregunté al fijarme en el top y en las mallas ajustadas.

–Sí, Duarte y yo hemos participado en unas cuantas maratones _respondió con una sonrisa que parecía conocerlo desde otro ángulo–. Él es más rápido aunque yo siempre acabo alcanzándolo. Una maratón va más de resistencia que de velocidad, ¿no crees?

Hubo algo en su tono… no sabría decir qué. Como si cada frase quisiera decir dos cosas a la vez. Estaba claro que tenían una amistad de años y que yo era la recién llegada a la que Asha aún no sabía dónde colocar.




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