Tu nombre nunca termina

Capítulo 27. La visita

Hay presencias que no desaparecen: solo aprenden otros caminos.

–Avoa, anoche soñé con ella otra vez. El mismo sueño: se sienta junto a mí, en la cabecera de la cama, y me peina con sus dedos largos mientras habla, pero no soy capaz de escuchar lo que dice. Es un sueño agradable, pero el hecho de no oírla me va agobiando hasta que despierto y ya no está.

–Los muertos tienen su manera de hablarnos desde el otro lado, rapaza. Te voy a contar algo y no quiero que te sugestiones, pero tu madre vino a despertarme el día de su muerte. La oí llamarme y, cuando abrí los ojos, estaba plantada junto a mi cama, tan real como estás tú ahora mismo frente a mí.

Miraba a la avoa mientras hablaba y ,por primera vez, algunas cosas que me habían pasado cobraban sentido. Yo había tenido sensaciones a lo largo de todos estos años, pero al llegar a esta casa fue cuando la percepción se volvió clara: había algo más llenando lo que parecía vacío. La nada estaba habitada por otras vidas, por otros mundos, que existían sin que pudiésemos verlos. Cualquiera que nos escuchara pensaría que estábamos locas, pero yo lo había vivido y sabía que lo que la abuela me contaba era real.

–¿Y qué pasó?

–No dijo nada. Me sonrió, y supe que estaría bien donde quiera que fuese, aunque ya no estuviera entre nosotros. Sé que con su visita quiso traerme algo de paz dentro de una desgracia tan grande. En mi casa, estas cosas se han hablado desde siempre. No sé si es cosa de familia, pero los míos han tenido una conexión con el otro lado. Desde hace generaciones. Podría contarte cientos de historias que nadie creería, pero que yo sé que son bien reales.

–Avoa, quizás lo soñaste.

–Cuando tu padre vino, le pregunte qué ropa llevaba ese día. Se extrañó con la pregunta, pero al final me dijo que un jersey azul: el mismo con el que yo la había visto esa noche, Diana. Era tu madre, y vino a despedirse. Decidió marcharse, pero quiso que supiera que estaba bien. Ojalá me hubiera dicho que tú existías, pero imagino que todo habrá pasado así por alguna razón. Lo importante es que estás aquí, y que ella reposa en su sitio, cerca del tejo, en uno de sus lugares favoritos. Daría lo que fuera por saber qué pasó por su cabeza, pero eso ya no es posible. Así que, si tu madre viene a peinarte, acógela y no te asustes. No te va a hacer ningún mal. Y si no entiendes lo que te dice, será porque aún no es el momento de que lo sepas.




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