Tu nombre nunca termina

Capítulo 31. Las damas primero

Hay encuentros que se ganan con monedas pequeñas.

–Sólo tenías que habérmelo pedido y te hubiera dejado pasar –dijo con un acento que me indicó que era extranjero.

No me di cuenta de que que había alguien antes en la cola. Iba a pedir disculpas, pero me pareció tan prepotente que decidí reservar el arrepentimiento para otro día. Además, dudaba mucho de que fuera cierto lo que decía, porque estaba segura de que me habría fijado en semejante hombre: parecía más salido de un pase de modelos que de la cola de Correos y, en este mismo instante, me miraba apoyado en la pared con un descaro que me fastidiaba .

–Perdone, no me he colado. No se invente cosas. Si tenía prisa, con pedírmelo por favor habría bastado, pero ahora se espera –dije, manteniéndole la mirada en esos ojos negros, profundos y brillantes como no había visto nunca.

–No me estoy equivocando, bella, pero si te hace feliz pasar, adelante. Las damas primero –dijo sin apartar los ojos de los míos y haciéndome un gesto con la mano acompañado de media sonrisa.

Recogí mi paquete y tuve la desvergüenza de entretenerme preguntándole a la funcionaria de Correos por su nieto. Después, saqué la cartera con toda la calma del mundo para comprar un número de lotería, que pagué con las monedas más pequeñas que encontré en mi monedero. Si Don prisas andaba justo de tiempo, conmigo lo llevaba claro.

Cuando por fin terminé, me di la vuelta y salí muy digna… aunque tuve que regresar porque me había dejado el paquete en el mostrador.

–Ten un buen día, bella.

Ni me molesté en mirar hacia atrás, aunque moví las caderas algo más de lo habitual y me sacudí el pelo con la mano. No fuera a pensar que le iba a reír las gracias por guapo. Aunque guapo, lo era era un rato largo.




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