Tu nombre nunca termina

Capítulo 55. Direcciones opuestas

Me recogí el pelo para luego soltármelo otra vez. Apenas me maquillé; no quería que pareciera que me había esforzado demasiado. Unos vaqueros, el abrigo verde de mi madre y unas zapatillas.

Entonces el jazz empezó a colarse por la ventana entreabierta, alto, descarado, imposible de ignorar. Me asomé.

Duarte, en un descapotable azul. Azul eléctrico. En Galicia: Bajo la lluvia. Saludándome como si aquello fuera lo más normal del mundo.

–He traído el sol, dulce Diana. Baja y dame un beso.

Bajé deprisa, maldiciendo la puntería cósmica que tenía mi vida últimamente.

–¿Qué haces aquí? No te esperaba.

–Por eso mismo. Sorpresa.. Anda, coge una bolsa con lo imprescindible. Te llevo a la capital. Estamos justos de tiempo; así que date prisa y vuela.

Sin saber qué hacer me quedé quieta frente al coche, porque en ese mismo instante vi aparecer el todoterreno de Ivo. Le pedí a Duarte un segundo y crucé la calle.

–Ivo…–tragué saliva–. Al final no voy a poder acompañarte. Duarte ha venido sin avisar…

Intenté sonreír, pero noté que se me quebraba un poco la voz.

No había forma bonita de decir aquello. Y él lo sabía.

–No pasa nada, Diana. Lo que no puede ser, no puede ser –respondió, llevándose el pelo negros hacia atrás con esa calma suya que desarma.

Y entonces lo vi. A través de la ventanilla trasera, entreabierta:

una cesta de picnic, una manta perfectamente doblada.

Un plan pensado con cariño. Con detalle. Un día que alguien había imaginado para mí. Ese pensamiento me golpeó más fuerte de lo que esperaba. Una punzada breve, silenciosa, muy dentro.

Miré su coche alejarse despacio. Me quedé mirándolo hasta que doblé la esquina…

Duarte se acercó a mí.

–¿Estás bien?

–Sí… –respiré hondo–. Solo… que me habría gustado saber que venías. Tengo una vida propia y menos mal porque …¿cuánto hace que no sé nada de ti?

Él sonrió un poco, como si no terminara de entender pero quisiera quitarle hierro.

–Lo sé. Perdóname. Llegué y tenía ganas de verte. Y lo demás… ya me conoces: lo improvisé. El coche, los pasajes, las entradas… surgió sobre la marcha.




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