Tú, pequeña mentirosa

Capítulo 1: Amira.

Capítulo 01: ¡Corre, Amira Müller, corre!

Narra: Amira Müller.

—No lo voy hacer —repetí por milésima vez—. No voy a trabajar en la misma agencia que él.

Mi manager, también mejor amiga, resopló y se dejó caer, poniendo su gran trasero en la esquina de la mesa. Llevó una mano a su frente, mirando al cielo como siempre lo hacía cada vez que yo armaba mis berrinches y la sacaba de quicio.

—¿Cuántas veces te he dicho que lo profesional y lo sentimental se dejan de lado? No coinciden, ¿lo entiendes? —dijo, mirándome cansina—. Lo profesional se hace con la cabeza, lo sentimental se hace con el corazón —Me mira con picardía—, o con otras partes del cuerpo —Recupera su postura en breve—. Pero ese no es el tema.

—¡Y siempre lo he hecho! Pero esta vez ni loca voy a firmar ese contrato —dije, determinante—. Sí trabajo con la empresa, entonces estaría beneficiándola, y si la beneficio, lo beneficio a él —analicé. Mi manager me miró con las cejas alzadas ante mi conclusión—. Así que por no sé que vez en el día… ¡No lo voy hacer!

—¿Sabes que estás actuando como una ex despechada que no puede superar una ruptura? —preguntó. La miré mal. Se paró del lugar y se acercó a mí—. Este contrato podría lanzar tu carrera a niveles inimaginables. Aarón Lander es uno de los empresarios más famosos en la industria del modelaje. ¡Estás desperdiciando una gran oportunidad!

Resoplé y me eché hacia atrás en la silla, cruzándome de brazos.

—Por una vez en tu vida, piensa en mí como tú mejor amiga y no como una maniática controladora —Hice puchero—. ¿No puedo despedirte de ser mi manager, fría y sin corazón, y contratarte nuevamente como mi mejor amiga, cálida y comprensible? —rogué con mis manos.

Alzó su dedo índice y negó con una sonrisa en sus labios: —Ya hemos hablado de esto, Amira. Fuera del trabajo soy tu amiga pero dentro soy quien se ocupa de tus contratos y que todos los días lleguen a tu cuenta miles de dólares.

Y tenía razón, por más que me quejara, amaba mi trabajo y los beneficios que podía sacar de éste, aunque habían veces que sólo deseaba desaparecer del mundo. Ser una persona famosa era verdaderamente agotador.

Hice un movimiento con mi dedo índice, incitándola a acercarse a mí como si le fuera a contar algún secreto. Al principio frunció el ceño, pero luego se acercó, inclinándose a la altura de mi boca.

—¡No voy a firmar ese jodido contrato!

Se apartó de mí de un sopetón, sobándose el oído.

—Agh, ¡está bien! —gritó. Sonreí por la victoria—. Por ahora está bien, pero el dueño de la empresa insiste en que seas la que los represente este año y por la reputación que tiene, no creo que te deje escapar tan fácilmente, ¿eh?

—Que se consiga a otra, entonces —Alcé mi barbilla—. He dado mi punto final, April —zanjé la conversación con esa última frase.

—Te encanta hacerte de rogar, ¿no?

Sonreí—: ¿Pa’ que te dijo que no, si sí?

*

Como todos los días a la misma hora, llegué a mi cafetería favorita, que favorablemente quedaba a unas cuadras de mi departamento. Pedí un café bien cargado como de costumbre mientras veía las actualizaciones en mis redes sociales, aprovechando y así también contestaba algunos mensajes y comentarios. Observé la cafetería. Estaban empezando a poner las decoraciones navideñas y eso de alguna manera me alegraba. Me gustaba la navidad.

Por curiosidad, googlé el nombre del tal Lander. «Espero que al menos sea guapo». Tan pronto pensé en eso, la imagen del hombre que apareció en la web fue de un anciano. ¡Y tenía setenta y cinco años! ¿A caso es legal que los humanos trabajemos a esa edad? Porque si no lo es, debería serlo.

—¡Ella tiene que estar aquí! —Sin querer, escucho la conversación de una chica detrás de mí—. Según el blog, una fan confirma que este lugar lo visita con frecuencia.

—¿Estás segura? —pregunta otra voz femenina, al parecer no muy de acuerdo con lo que sea que su amiga le esté diciendo—. ¿Por qué una persona tan famosa como ella estaría en este lugar? Con todos esos millones que se carga, no me sorprendería que tuviera su propia cafetería.

—¡Amira Müller tiene que estar aquí! ¡No cruzamos toda la ciudad para nada! —La voz anterior habló.

Por instinto, bajé la gorra en mi cabeza un poco más, y también me coloqué mejor las gafas. Me erguí más en mi asiento. Ser famosa tenía ventajas como dije anteriormente, pero también venía con sus cosas malas, y esta, era una de ellas.

Una persona se plantó frente a mí. Observé sus pies de primero, unas zapatillas bastantes altas, seguí subiendo la mirada hasta toparme con una falda color beige, un blazer azul oscuro.

—¿Disculpa? —Reconocí la voz que antes había escuchado detrás de mí. «Mierda, me descubrieron», pensé, pero el pensamiento se esfumó en cuanto la escuché hablar: —Lamento molestarla, pero, ¿usted frecuenta mucho este lugar? Es que quiero saber si ha visto por acá a una persona —dice—. Se llama Amira, ¿le suena? —Niego con la cabeza sin hablar—. Dudo que no la conozca, es muy famosa. Es una chica joven y muy hermosa, tiene un cabello largo y negro hasta la cintura, los ojos cafés y mide más o menos 1,58 —Negué nuevamente. «Que se vaya, que se vaya», rogué. Tomó su teléfono y empezó a buscar algo en él, luego de repente lo extendió hacia mí, colocándolo a la altura de mi cara—. Es ella —dijo, mostrándome una foto en la que yo aparecía con Ocean, mi pastor alemán. Recuerdo habérmela tomado hace dos semanas, en nuestro último viaje a Dubái.

 

—Lo siento, pero no sé quién es —dije, poniendo la voz más gruesa. Tenla miedo de que reconociera hasta mi voz. Y, con lo obsesivo que llegaban a ser fans a veces, sería una falta de respeto hasta dudarlo. Lo digo porque yo también me he obsesionado como fan, así que entiendo perfectamente como es.




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