Tu perdón es mi salvación

DUDAS...

La espera se hizo larga, debieron haber transcurrido unos 2 horas desde que ambas mujeres se alejaron. Fernando tuvo deseos de caminar a la orilla del mar para tranquilizar su agitado corazón, pero tampoco estaba dispuesto a encontrarse lejos cuando ellas regresaran a casa. Por fín se escuchó ruido por el camino, Fernando se encontraba sentado en el umbral de la casa tocando la guitarra. De pronto las 2 mujeres se acercaron aún conversando y sonriendo. -Querido, que bueno que estás aquí, quiero presentar a mi dulce amiga- Fernando levantó el rostro y observó a la chica que se encontraba de pie a cuantos metros de distancia. En algún momento pensó que estándo tan cerca de ella, la sensación que había sufrido cuando la vió por primera vez no se repetiría y  que sucedería como en otras veces, que la vería como cualquier otra chica de 17 años. Sin embargo se equivocó, el corazón le palpitó de prisa y hasta sintió un leve cosquilleo en las manos. -Fernandito, ella es Lourdes, mi amiga, compañera de la iglesia y mi acompañante durante las tardes-. La joven le sonrío timidamente y añadió: -Hola Fernando-. Por unos segundos perdió la voz, pero tomando fuerza de flaqueza la saludó, intentando con todas sus fuerzas que su voz no sonara temblorosa y demasiado afectada.  -Ahora chicos, les ofrezco un refresco-. Lourdes aceptó rapidamente y se ofreció a ayudarla para prepararlo-. Las 2 mujeres entraron a la casa y Fernando se quedó mirando a la chica por la espalda; queriendo descubrir que era aquello que le producía tanta atracción de  esa jovencita flacucha y con un pésimo gusto para vestir; pero la labor no tuvo éxito no pudo descubrir absolutamente nada de lo que hubiese querido encontrar.

Fernando estuvo muy callado, algo muy poco común en él. Las 2 mujeres conversaban de su agenda de actividades en la iglesia. Fernado observó asombrado como aquella chica era tan diferente a las jovenes que conocía y con las que solía tener citas. Se puso al tanto de muchas cosas en la vida de Lourdes, ella era una participante activa en los grupos de jovenes católicos e impartian charlas a los más jovenes, además, junto a su abuela visitaban enfermos y niños huerfanos. La verdad es que toda esa actividad le pareció sumamente aburrida y quiso creer que  esa chica era una completa mojigata. Se sobresaltó cuando su abuela sugirió que él se incorporara a las distintas actividades en las que Lourdes participaba; fue evidente en su gesto su total negativa, pero Lourdes muy pacientemente y con una sonrisa en el rostro agregó. -señora Sophia, creo que sería dificil para su nieto, ya que no está acostumbrado a vivir como lo hacemos nosotros y a participar en este tipo de actividades, sin embargo, si en algún momento desea acompañarnos, es bienvenido-. -Eres un angel pequeña, gracias-. Lourdes se excusó y se retiró, aduciendo que aún debía ir por su hermano menor a casa de sus abuelos. Sophia sugirió que Fernando le acompañara, pero Lourdes rápidamente y con mucha educación se negó a ser acompañada, aduciendo que no era necesario, que la casa a la que se dirigía estaba muy cerca de allí.

Fernando se alejó a su habitación a mudarse de ropa, después de lo sucedido necesitaba un poco de aire y "porqué no" un buen chapuzón en el mar; para enfriarse física y emocionalmente.

Para Lourdes todo lo sucedido era algo completamente extraño, no podía entender porque se encontraba tan agitada, esos hermosos ojos grises aparecian en su memoria, como nunca le había sucedido con otra persona. Lo observó desde el segundo nivel de la casa de la señora Sophia y le pareció el chico más guapo que había visto en su vida; pero en su mirada, a pesar de ser hermosa, había algo que le producía una sensación extraña, talvez de temor; cuando escuchó su voz por primera vez, las sensaciones se intensificaron, en su cuerpo se produjo algo que no había descubierto hasta ahora. -¿Que te sucede Lourdes?, ¿estás loca?, ¿porqué sigues pensando en ese chico?- Repitió varias veces Lourdes por el camino hasta llegar a casa de los señores Treviño, sus abuelos maternos.  -Ese chico de ciudad jamás se fijaría en alguien como tú, no pierdas tu tiempo-

Durante la noche Fernando se despertó varias veces pensando en aquellas escenas del día, sin embargo se repetía -¿Que te sucede Fernando?, esa chica simplona no te puedo tener desorientado, muchas chicas mas guapas y sexys han sido parte de tu vida, ésta no es ni la sombra de las mujeres a las que has conocido y con las que has vivido agradables momentos.

Por la mañana logró dormir, cuando se despertó debieron haber sido las 10:00 A.M, bajó a la sala y buscó a Sophia. Sobre la mesa del comedor encontró una nota: " Fernandito, fuí a la iglesia, hoy es sábado y tenemos una oración por la mañana, tu desayuno está en el microhondas; nos vemos más tarde-. Fernando comió de prisa y se preparó para salir, la auto-terapía de la noche pareció que no se surtió ningún efecto, porque se renovó su deseo de volver a ver a la chica de los ojos cafés. Tomó su motocicleta y se dirigió hacía la iglesia, hacía mucho tiempo que no la veía y observó que hubieron muchos cambios desde la última vez que estuvo allí; el lugar era mucho más pintoresco y parecía haber sido remodelado recientemente. Unos cuantos minutos después de haberse estacionado, su abuela salió tomada de la mano de su amiga Lourdes. Ella tenía puesto un vestido de verano, en colores pastel, sus piernas delgadas pero muy bien torneadas se podían observar cuando el viento piadoso movía el vestido levemente; sus sandalias eran diferentes, ahora eran a juego con el vestido, y,  su típico  turbante era de color blanco. Sencillamente era una chica agradable, de una belleza diferente, natural; en su rostro se podía observar una leve capa de maquillaje, y, eso le daba un mayor atractivo, porque podía observarse mucho mejor su belleza natural. Fernando se acercó a ambas y saludó, su abuela muy sonriente agregó -Que bueno que veniste hijo-. -Pensé que talvez necesitarías que te llevara a  casa o a hacer algún encargo-, Fernando saludó a Lourdes con un gesto de cabeza y ella contesto con una dulce sonrisa. Sophia se dirigió a Lourdes. -¿Querida, recuerdas que aún debemos comprar el material para preparar las velas de primera comunión de los niños para el próximo domingo?, ¿podrías ir a comprarlas?-. Lourdes asintió. -Fernando, ¿podrías llevar a Lourdes al mercadito a comprar lo que necesitamos y luego llevarla a  nuestra casa?-. Lourdes se sobresaltó y posteriormente se sonrojó. Fernando deseó abrazar y besar a su abuela de la alegría. Sin embargo se mantuvo tranquilo e intentó disimular su alegría. Lourdes finalmente aceptó antes la insistencia de Sophia y se preparó para subir a la motocicleta. -Sostente en mí Lourdes-. Lourdes estaba bastante nerviosa y no encontraba el mejor lugar para agarrarse y no caer; finalmente aceptó y rodeó a Fernando con sus manos. Sus corazones palpitaban a mil, en ellos se produjo un total silencio; ambos disfrutando de la cercanía del otro.




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