Tu perdón es mi salvación

CUANDO SURGE EL AMOR

AÑOS ATRÁS

-Hemos llegado-. Su voz sonó temblorosa. Fernando se estacionó frente al mercado del pueblo; Lourdes le agradeció el gesto y caminó de prisa para ingresar al interior del pequeño mercado. -Espera Lulú, yo voy contigo-.Lourdes se giró rápidamente -Porqué me díces Lulú?-  Fernando le sonrió y agregó: -Porque tu nombre es Lourdes, además Lulú se escucha muy bien-. -Díme Lourdes por favor-. Fernando observó el descontento en la mirada de ella y le pareció mucho mas hermosa cuando estaba molesta. Fernando caminó de prisa porque la chica había avanzado varias metros y él ya no recordaba el lugar. Finalmente la alcanzó, Lourdes ya había adquirido las cosas que Sophia le había pedido comprar.  -¿Quieres tomar algo?- Ella lo pensó por un momento y luego asintió. Camino hacía el puesto de refrescos que se encontraba frente al negocio de frutas. -Entonces vámonos, iremos a algún bonito lugar a tomar un refresco-. Ella dudó por unos segundos y ante la incomprensión de Fernando añadió: -Estamos frente al negocio de frescos....¿no lo vés?- Fernando vaciló por un momento y luego añadió: -ehhh, me refería a ir a un restaurante o una cafetería-. -¿Estás loco?-. -Estamos frente a una venta de refrescos y tú quieres ir "a no sé qué" lugar a buscar uno?-. Era evidente que Fernando no había contemplado en sus planes que la chica no se sentiría deslumbrada ante una invitación para ir a un lugar fino y costoso; Fernando aún vacilaba cuando Lourdes añadió: -¿estás sediento o no?-. Ella se acercó al vendedor y pidió un refresco de horchata y luego sonrió. Lourdes sacó unas monedas de su bolsa de misionera y eso hizo que Fernando reaccionara inmediatamente. -Yo te he invitado Lulú, yo pagaré-. Ella giro los ojos y luego tomó de su refresco. Fernando la imitó y pidió una bebida, del mismo sabor que Lourdes tenía en sus manos. La saboreó y se dió cuenta que nada envidiaba a las bebidas que había bebido en restaurantes costosos de la ciudad. Fernando pagó las bebidas y ambos se encaminaron a la salida del mercado. -¿Lulú, te gustaría salir a pasear por la tarde?- Ella giró los ojos y añadió: -Continúas llamándome Lulú-. El agregó: -Insisto, me parece muy bonito, parecido a tí-. Ella se sonrojó y luego dijo. -Pues no quiero que me llames así- El ignoró su comentario e insistió. -No me has dicho si saldrás conmigo hoy por la tarde-. - Tengo que trabajar-. Fue su respuesta contundente. -¿Que edad tienes?- -¿Porque quieres saberlo?- -Perdona, no quise parecer maleducado por preguntarte la edad, solo quería saberlo porque tú eres muy joven, no deberías trabajar-. Ella sonrió. -Perdona, pero cuando no cuentas con los suficientes recursos económicos en tu hogar, tú debes ayudar a tus padres económicamente, no importando tu edad-. Él se quedó en silencio asimilando las palabras de Lourdes; luego prefirió cambiar de conversación; pensaba que Lourdes podría ofenderse por ser tan curioso. -¿Donde trabajas, para ir por tí después de que termines?- -Con tu abuela, ayudo con los encargos, limpio su jardín y luego.... pues le ayudo a preparar algunos aperitivos-. La información le pareció grandiosa y disimuladamente sonrío ante la feliz noticia. -¿Podemos irnos?, tengo muchas cosas que hacer en casa-. El asintió, luego ambos subieron a la motocicleta y se alejaron a casa de Sophia.

-Muchachos, me alegro que hayan llegado-. Sophia se encontraba frente al umbral de la puerta con unas rosas en las manos. -Mira Lourdes, estas rosas nos servirán para el altar, para la actividad de hoy por la tarde-. Ella sonrió y sus ojos se iluminaron. Fernando estaba realmente hechizado ante la alegría en el rostro de Lourdes, por lo que él consideraba un simple detalle, de unas rosas que incluso no eran un regalo para ella.  

Las 2 mujeres empezaron con los preparativos del almuerzo, Fernando consideró que podría ser considerado un intruso, ya que el dúo parecía muy cómodo conversando y preparando la comida. Se alejó a su habitación y tomó un baño, luego buscó algo en que entretenerse y pensó que jugando videojuegos podría matar el tiempo, pero, no pudo concentrarse, su pensamiento estaba en el primer piso de la casa, donde 2 hermosas mujeres se encontraban afanadas en sus actividades.

Luego de un rato fue llamado por su abuela, y, de prisa bajo las escaleras. -Parece que tienes hambre cariño-. Fue la observación de Sophia cuando se unió a ellas de prisa. Tuvo que mentir para ocultar la verdad. -Sí abuela, me podría comer un toro-. Los 3 comieron y conversaron animadamente. Sophia observaba el rostro de su nieto y sonreía disimuladamente. Le recordaba la mirada y los gestos de su difunto esposo. Ese hombre que había conocido cuando era solo una jovencita y se había convertido en el centro de su universo.

Finalizado el almuerzo, Sophia y Lourdes empezaron los preparativos de las velas, Fernando nuevamente tuvo que buscar una actividad que lo mantuviera cerca de ellas, pero en la que pudiera disimular su deseo de no separarse de ese dúo. Bajó su playStation y se posicionó en la sala; después de indicar a su abuela que la televisión de su habitación no contaba con las entradas para poder conectar su juego eléctronico. -¿Te gustaría jugar un rato con mi nieto Lourdes?-. -No señora Sophia, debemos terminar con ésto para luego regresar a la iglesia-. -Tienes razón pequeña, aún tenemos mucho que hacer-. 




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