2017
Lourdes regresó a casa cuando todos los invitados ya se habian retirado, su familia rápidamente recogió todo lo que tenía relación con la boda para que cuando ella estuviera de regreso no se encontrara con ningún objeto que pudiera aumentar su pena. Sus padres, hermanos, abuelos y cuñada esperaron en el comedor su regreso, querían asegurarse que ella estaba bien y sí Lourdes lo permitía decirle cuanto la amaban y que siempre estarían para apoyarla. Lourdes entró en silencio al comedor, con los zapatos en la mano y el rostro cansado, ya no habian lagrimas en sus ojos. -Familia, gracias por todo y perdón por el daño que les he causado-. Sus padres estuvieron a punto de contestar, pero ella con un movimiento de mano les pidió que le permitieran continuar. -Ésta será la última vez que se hablará de este tema en esta casa, a todos pido respeto y les suplico que el nombre de Oswaldo no se vuelva a pronunciar en este hogar, esta etapa de mi vida ha quedado enterrada, por lo que les pido no tener lastima por mí y permitirme que continúe mi vida. Los amo-. Su voz sonó tan firme y segura, pero llena de melancolia, aunque la intención de Lourdes era demostrar fortaleza ante los seres que tanto amaba.
Se marchó a su habitación y se refugió en ella, se prometió así misma que no volvería a derramar una lagrima más por ese hombre que se había vuelto una pieza fundamental en su vida y por quien había obviado todos sus temores, con la ilusión de empezar una nueva vida y formar una familia, pero que se había burlado de su amor y de su lealtad. No logró dormir hasta muy temprano por la mañana, sin embargo se aseguró de colocar el despertador para levantarse a la misma hora en que lo hacía todos los domingos, se había prometido continuar con su vida y en ningún momento hacer sufrir a su familia, ya que consideraba que la única causante de su propia pena era ella misma y no permitiría que su familia que tanto amaba se viera afectada por lo sucedido.
-Buenos dias a todos-. Sus padres y su hermano menor se encontraban sentados, tomando el desayuno. Todos se admiraron cuando la vieron vestida para salir, sin embargo no hicieron ningún comentario al respecto, se limitaron a contestar el saludo. -Continúa comiendo mamá, yo me serviré sola-. Indicó a su madre que ya estaba abandonando su lugar junto a la empresa para servirle la comida. Tomó su desayuno y se sentó junto a sus padres; ellos intentaron continuar con el hilo de la conversación, pero era muy dificil ahora con la presencia de Lourdes, todos estaban preocupados por ella y querían saber que estaba bien. Lourdes al observar la situación intentó eliminar la incomodidad que se había instalado alrededor de la familia. -Padre, ¿necesitarás ayuda hoy con la mudanza de los esposos Pérez?- Su padre salió de su desconcierto y contestó: -Sí, nos reuniremos un grupo pequeño, pero cualquier ayuda es bienvenida-. -Apúntame al grupo, iré a ayudarlos-. La mudanza a la que Lourdes se refería era el traslado de las pertenencias de una pareja de ancianos que habían perdido su casa, debido a una fuerte tormenta que había azotado el pueblo meses atrás, pero el grupo de la pastoral social de la iglesía había reconstruido la casa,y, debido a ello habían sido los esposos albergados en un hogar temporal; ahora regresaban a su nueva casa y era necesario ayudarlos a trasladar sus pertenencias.
La familia de Lourdes se trasladó en su vieja camioneta a la iglesia, Lourdes prefirió hacerlo sola y caminar hacía la iglesia para pensar y ordenar sus ideas, se sentía enferma, pero jamás lo demostraría frente a sus padres. Empezó a sentir su cuerpo cansando, su corazón le dolía, pensó que talvéz sería a causa que se negaba a llorar, había jurado no volver hacer jamás. De repente todo se oscureció, sus piernas le fallaron y perdió el sentido.
-Trae el auto de prisa Alberto, y, luego abre la puerta, la recostaré sobre el sillón de atrás-. Alberto el chofer corrió de prisa y acercó el auto, su patrón tenía en brazos a la joven que aún no había recobrado el sentido. Luego delicadamente la colocaron sobre el sillón de atrás. Después de un rato Lourdes empezó a reaccionar. -Quédate con ella Alberto, y, ayúdala en todo lo que necesite, luego llévala a donde ella te diga, asegúrate que se encuentre bien-. -Pero señor....¿usted que hará?- --Caminaré un rato, luego me comunicaré contigo para que llegues a recogerme-. Alberto asintió y rápidamente se puso al servicio de Lourdes. -¿En donde estoy?-. Lourdes se tocó la cabeza, al parecer la caída le produjo un considerable chichón y un pequeño raspón arriba de la pestaña derecha, en la que le habían colocado un esparadrapo en forma de mariposa. -No lo sé señorita, no vivo por aquí-. -Mi patrón y yo la encontramos desmayada y la auxiliamos-. Lourdes se incorporó y observó por las ventanas del auto. -¿Dónde está su patrón?-. -Ya no está señorita, me dijo que caminaría por un rato-. -¿Cúal es el nombre de su patrón?-. Alberto tenía la orden de su jefe de no mencionar su nombre a ningúna persona sí antes no había sido autorizado por él, por lo que contestó: -Lo lamento señorita, no estoy autorizado para mencionar su nombre-. La duda de Lourdes fue mayor. -Qué rídicula orden-. Alberto la observó confundido. -Lo lamento, fuí una malagradecida-. Ella tomó la mano de Alberto y la apretó agradecida. -Gracias por su ayuda....- -Alberto, mi nombre es Alberto-. -Pues...Alberto, le agradezco profundamente su ayuda, y, por favor dígale a su misterioso jefe, que también le agradezco el gesto-. Él sonrío y le ofreció una botella de agua fría. Alberto era un hombre sencillo de unos 50 años, cabello cano, delgado y de sonrisa tierna. Después de unos minutos más, que fueron necesarios para recuperar sus fuerzas, Lourdes salió del auto, en su corazón se había instalado una duda, cuando aún se encontraba recobrando el conocimiento, escuchó una voz que le pareció muy familiar, y, que sí no hubiese estado en esa circustancia, hubiera podido asegurar de quien se trataba. Observó por todos lados, pero no encontró a la persona que esperaba ver. -Señorita, ¿busca a alguien?-. La voz de Alberto hizo que Lourdes se situara nuevamente en la realidad. -No Alberto, no buscaba a nadie-. -Entonces la llevaré a donde usted vaya-. -No, no, no se preocupe, caminaré-. -Señorita será un placer llevarla, además tengo orden de mi jefe de asegurarme que llegue bien a su destino-. -Pues insisto, me gustaría agradecerle a su jefe todas esas atenciones-. -No se preocupe señorita, yo me encargaré de trasladarle su mensaje-. Ella se dió por vencida, no sacaría ninguna información de ese hombre, sereno, amable, y, muy muy discreto.
Editado: 06.04.2020