2018
Lourdes llegó de prisa al hospital y se identificó como la esposa del joven que acababan de ingresar, estaba completamente segura de quien se trataba. -Su nombre es Fernando Camposeco-. Su corazón estaba completamente abatido, sentía que se saldría del pecho, no podía entender que después de tantos años, su corazón no hubiera logrado superar esas sensaciones que le producía estar ante la presencia de aquel hombre.
Cuando le mencionó a la enfermera el nombre del joven y el parentesco con ella, su vientre se estremeció; no entendía la razón; durante los últimos 10 años pensó que había superado el pasado, pero él estaba tan latente, sus recuerdos estaban tan vivos, y, hacían tal efecto que sentía que iba a desmayarse en ese preciso momento, en la sala de espera del hospital.
-Señora Camposeco, tendrá que esperar a que el doctor venga a proporcionarle información, no puedo permitirle pasar-. Ella asintió y se sentó a esperar; llamó a su cuñada y le explicó lo sucedido, sin darle detalles del hombre al que había encontrado y que en este momento estaba al borde de la muerte; además estaba muy nerviosa, tenía la boca seca, pero se negaba a levantarse e ir por algo de beber.
Después de una hora, el médico se acercó a ella, Lourdes se puso de pie -señora Camposeco, lamento informarle que su esposo no ha reaccionado, le hemos hecho una serie de exámenes médicos, pero aún no ha despertado, además, tiene rotas unas costillas y un desguince en la pierna derecha; pero lo que más nos preocupaba es el golpe en la cabeza. Estamos en espera de los exámenes médicos para poder tener un diagnóstico-. El corazón de Lourdes se contrajo, ella asintió, pero inmediatamente le preguntó si podía verlo. El médico la acompañó hasta la habitación, ella caminó detrás de él, pero en cada paso sentía que sus piernas estaban cada vez más débiles. Cuando se colocó frente al enfermo, sus manos empezaron a temblar. -señora Camposeco, la dejaré un momento con él, pero luego tendrá que irse, aún debemos continuar realizando exámenes médicos-. Ella asintió y le agradeció al médico su gentileza.
Lourdes necesitó acercar una silla para no caer, se colocó frente al hombre e inmediatamente vinieron a su mente una serie de recuerdos. Estaba de nuevo frente a aquel que había encendido la llama del amor en su corazón, y, que de una forma cruda y fría la había decepcionado; pero a pesar de todo lo que había vivido, de todo cuanto había sufrido, al estar frente a él, supo que había fallado en su empeño de desterrarlo de su alma; ahora que él estaba al borde de la muerte...oraba, suplicaba en silencio por su vida.
Fernando se encontraba inmóvil y conectado a varios aparatos, Lourdes continuaba sentada a su lado, aún no se animaba a tocarlo, su corazón necesitaba "un respiro"; un movimiento a la vez; tenía que reponerse de verlo de nuevo, ahora, tocarlo sería un nuevo reto.
Después de una hora de simplemente observarlo, tomó valor y tocó su mano, inmediatamente sintió un hormigueo por todo su cuerpo; pero ya no quiso soltarlo. -Hijo, por el cielo-. De repente entró una mujer, finamente vestida de unos 50 años y se colocó frente a él, lloraba inconsolablemente, detrás de ella un hombre de unos 55 años, muy parecido a Fernando, con el mismo color de ojos y mirada penetrante. La mujer simplemente ignoró a la chica, sus ojos estaban puestos en su hijo. Sin embargo el hombre se acercó a ella y se presentó. -Hola señorita, mi nombre es Ricardo Camposeco, y usted ¿quien es?-.Ella dudó, no sabía que responder. Finalmente y con la mirada interrogante del caballero contestó. -Soy una amiga de Fernando, observé el accidente desde mi auto y vine para ayudarle-. Ricardo asintió y agradeció a la joven. La mujer levantó el rostro y sonrió también a la chica. -Gracias muchacha-. -¿Y tu nombre es?-. Ella prefirió no mencionar su nombre verdadero. -Mi nombre es Ixmucané Cervantes-. era el nombre de su cuñada.
Editado: 06.04.2020