Tu perdón es mi salvación

FIN DE SEMANA JUNTOS

-Todo está muy bien señora-. -¿Estás segura Juanita?-. -No se preocupe, el joven se encuentra muy bien, muy contento, como no lo había visto en mucho tiempo....hasta durmió toda la noche-. -Juanita sonrió aunque la señora Camposeco no pudiera observar su sonrisa. -Gracias Juanita, gracias por tu ayuda...por cuidar de mi hijo y por mantenerme informada de todo-. La señora Camposeco sollozaba y Juanita intentó tranquilizarla. -Es dificil cuando los hijos crecen Juanita, ya no podemos estar tan pendientes de ellos como cuando eran unos niños, ellos reclaman independencia, pero ....es tan dificil no preocuparse, más ahora en el caso de Fernando...deseo tanto que recobre la memoria, el médico nos dijo que sería temporal, pero estoy tan preocupada porque transcurren los días....- Lourdes caminaba directamente hacía Juanita, consultandole por la lonchera que había preparado para ellos. -Señora, debo irme, pero la llamaré luego-... las dos mujeres se despidieron y luego finalizaron la llamada.  Juanita se apresuró a dirigirse a la cocina. -¿Esta todo bien Juanita?-. Juanita asintió y sonrió a la chica.  En ese momento llego hasta ellas Fernando. -¿Listo mochilero?-. Fernando la observó directamente con gesto interrogante y ella se sobresaltó un poco. -¿Estás bien?-. Él deseaba pedirle muchas explicaciones, pero temía su reacción, por tanto, tenía que crear un plan y comprender que había sucedido entre ellos, pero principalmente, si en el corazón de la chica había un sentimiento hacía él que no fuera de simples amigos.  -Todo bien amiga, nos vamos!!!-. Ambos sonrieron y se despidieron de Juanita. Tomaron un taxi y se dirigieron al estacionamiento de buses que tenían como ruta PANAJACHEL.

Tomaron sus asientos, Lourdes junto a la ventana del autobus y Fernando a su lado. Lourdes pensó que el trayecto sería un tanto complicado para ella; en las últimas horas sus sentidos estaban notablemente encendidos y el olor que surgía de su compañero de viaje estaba estimulando deseos ocultos. Fernando le sonreía, muy relajado, pero había una chispa en sus ojos que quería descubrir, estaba segura que en las últimas horas algo había cambiado en él, pero no podía comprender que era aquello; sin embargo podría jurar que  deseaba seducirla con la mirada, -"Lourdes, debes tranquilizarte o pensará que estás loca"- pensó.  Fernando la sacó de su estado de divagación y le preguntó acerca de la oficina de asesoría gratuita en la que trabajaba la mitad de su tiempo.  Ella se relajó un poco, le agradaba saber que hubieran personas interesadas en su trabajo, y, pues la posibilidad de que al contar sus experiencias, otras personas se unieran a su esfuerzo. 

Habian transcurrido 2 horas desde el inicio del viaje, ambos estaban cansados, habian dormido poco horas la noche anterior, afuera llovía y el clima era realmente agradable. Lourdes se quedó dormida, recostada en el hombro de Fernando; el olor de su acompañante hizo más agradable el sueño de Fernando, que tampoco había podido descansar bien desde el accidente. 

-Hemos llegado señores, pueden bajar...- Se escuchó la voz del piloto del bus. Lourdes se despertó de repente y se frotó los ojos como una niña. Fernando sonrió al observarla, su cabello largo enmarañado hacía su rostro aún más hermoso. -Parece que hemos llegado a nuestro destino-. Ambos sonrieron y se prepararon para descender.  Caminaron uno junto al otro hacía un hotel muy pintoresco, pero no precisamente uno de los más alegantes de lugar, Fernando había decidido que haría todo lo posible para que Lourdes disfrutara el viaje sin sentirse incómoda con lujos y derroches; había detectado que ella disfrutaba de pequeñas cosas y él quería que el viaje fuera inolvidable, especialmente para ella. Fernando había acertado, ella estaba encantada con todo lo que veía, en las paredes del lobby habían hermosos cuadros, aparentemente pintados por artistas del lugar, eran de colores vivos; de mujeres indígenas realizando tareas de costura, un cuadro que representaba el majestuoso lago de Atitlán y unos un poco más pequeños de niños indígenas jugando alrededor de un pequeño bote de madera. -Que hermosos cuadros, ¿no te parece?- El asintió; la tomó de la mano para dirigirse juntos a la recepción del hotel y en ese momento ambos sintieron una corriente electrica por todo su cuerpo; no mencionaron lo sucedido, ambos callaron, pero las mejillas ruborizadas de Lourdes le indicaron a Fernando que ese detalle no había pasado desapercibido. 

-Sus habitaciones son las 14 y 15 del segundo piso-. Una sonriente recepcionistas les entregó las llaves de sus habitaciones, vestía con una blusa bordadas en colores claros y un güipil (falda típica de las mujeres indigenas) a juego. 

Debido a que su equipaje era ligero, no tuvieron que necesitar ayuda, ambos se dirigieron al segundo piso, cuando llegaron a la habitación 14, Fernando se apresuró a abrir la puerta. - Toda suya señorita-. En sus palabras había más que un mensaje amable, sin embargo Lourdes se negaba a encontrar mensajes ocultos en cada palabra que emanaba de los labios de Fernando. -Graci....gracias....- ¿Cúal es el plan Fernando?- -Bueno....podemos tomar un baño, bajar al restaurante a almorzar y luego dar un recorrido por el lugar, me gustaría ir primero al Lago-. -Me parece muy bien, estaré lista en media hora-. El asintió y se alejó a su habitación. 




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