Lourdes caminaba por el parque del pueblo, la presión en el pecho era cada vez más profunda y dolorosa, no entendía que sucedía, no comprendía que había hecho para que Fernando no quisiera verla...al cabo de unas hora decidió regresar al hospital y enfrentar la situación, si Fernando no quería verla más, tenía todo el derecho a saber la razón.
Llegó a la sala de espera y no se encontraba ningún familiar de Fernando, por lo que se atrevió a acercarse a la habitación, abrió la puerta lentamente y pudo observar a Arturo de frente a la cama del enfermo y como un aviso del destino prefirió quedarse quieta y en silencio escuchando la conversación. -Fernando, es una completa locura lo que piensas hacer, la vida te dió la oportunidad de tenerla a tu lado y saber que ella te corresponde, porque te niegas a aceptar esta nueva oportunidad?- De pronto escuchó la voz de Fernando, tan fuerte y segura. -Arturo, ahora que he recobrado la memoria, sé que es lo que debe suceder entre nosotros; sabes que nuestra relación no tiene ningún futuro-. De nuevo Lourdes supo como unas pocas palabras podía romper el alma, sin embargo continuó en silencio. -Es una completa estupidez, no eres juez de tu vida ni de la vida de ella-. -¿Crees que nuestra relación puede tener futuro después de todo lo que ha sucedido?-. -Todo en esta vida tiene solución Fernando y tienen que aprender a superarlo-. Fernando se quedó en silencio por un momento, Lourdes sentía como el palpitar de su corazón era cada vez más rápido y temía que no podría contener las lagrimas y ellos podían sentir su presencia. -Jamás me perdonará y lo sabes-. -Eso no lo puedes asegurar-. -Estoy completamente seguro, que ninguna mujer, incluyendo a Lourdes perdonaría al hombre que truncó su boda y logró que sus proyectos de irse al extranjero fueron cancelados-.
Lourdes no pudo contenerse más, las últimas palabras del hombre que tanto amaba y que hoy confesaba abiertamente haberle producido tanto dolor en su vida, desbordaba dentro de su ser sentimientos y emociones que jamás había sentido; por lo que su impulso fue dirigirse directamente a la cama, la sorpresa de Arturo y Fernando fue evidente, lo miró fijamente y solo pudo decir: -Tienes toda la razón Fernando, ninguna mujer, incluyéndome perdonaría todo el dolor y la frustracción que provocaste con tu corazón mesquino y egoista...espero que esta sea la última vez que veo tu rostro y te prometo que desde momento pondré toda mi energía en olvidar todos los minutos y segundos que pudo haber pasado a tu lado, espero nunca más volverte a ver-. Dió la vuelta y salió de la habitacion a toda prisa.
De camino de regreso a su hogar, lloró como no lo había hecho en los últimos años, deseaba limpiar el dolor con sus lagrimas y de nuevo se hizo una promesa, que al poner un pie en su casa, todo lo vivido los últimos días quedaría en el pasado, un pasado que deseaba enterrar para siempre.
Llegó a casa avanzada la noche, nadie se dió cuenta de su llegada, tomó un baño y se acostó, logró dormir un par de horas. A la mañana siguiente saludó a sus padres, quienes con gesto de preocupación intentaron saber que había sucedido con ella, pero su gesto les indicaba que de nuevo necesitaba espacio, temian que algo muy malo pudiera haber pasado y les preocupaba que su hija necesitara ayuda y no permitiera el acercamiento de los seres que tanto la amaban.
-Fernando, hemos llegado-. Arturo le indicaba a Fernando que estaban en la ciudad frente a su apartamento. Fernando habia tomado medicamentos y había logrado dormir un par de horas en el trayecto del viaje; había soñado y en sus sueños unas enormes pestañas y ojos cafés lo perseguian, lo observaban con dolor y él se sentía completamente impotente y muy arrepentido, pero sabía que no podia hacer nada para aliviar ese dolor.
Los días transcurrieron, ambos intentaron continuar con su vida, sin embargo cada día el dolor era más profundo. Lourdes evitaba todo tipo de conversación con su familia respecto a lo que había sucedido en ese fin de semana que estuvo ausente de casa. Ixmucané sabía parte de la historia, había logrado que en un momento de frustracción Lourdes le contara lo que había sucedido, sin embargo había sido rotunda y le había exigido que no volviera a mencionarlo más; no quería volver a hablar de ello, no quería volver a escuchar el nombre de Fernando.
La bebé de Ixmucané y Jorge nació, era una pequeña niña de ojos cafés como su tía y toda la familia desbordaba de alegría; Lourdes sentía una enorme conexión con la pequeña y en estos últimos días la presencia de la niña le provocaba mucho paz a su corazón confuso. El día de la presentación de la dulce Isabela en la iglesia fue un motivo de alegria, la futura madrina estaba tan hermosa como la niña, Lourdes la arrullaba en sus brazos y la presentaba junto al sacerdote a toda la comunidad. De repente observó una figura diminuta al fondo de la iglesia, no podía creer de quien se trataba; bajó del altar y se acercó a Ixmucané, puso a la niña en sus brazos y caminó de prisa para reunirse con la recien llegada. Las miradas de ambas se detuvieron frente a la otra y una hermosa sonrisa surgió en sus rostros; luego, la mujer abrazó a Lourdes con una enorme delicadeza. Sofia ya estaba muy anciana, pero tan lúcida como siempre; acarició en silencio el cabello de la chica y la vió con dulzura. -Que alegria me da verte de nuevo mi pequeña Lourdes-, -A mí también me alegra enormemente verla de nuevo señora, no sabe cuanto la he extrañado todos estos años-. De nuevo se abrazaron y éste abrazo fue más largo que el anterior.
Editado: 06.04.2020