Coloco mis audífonos y me dirijo al cementerio, un lugar que se ha vuelto recurrente en mi vida últimamente. Desde la pérdida de Cloe, me he sentido tan perdido que vengo aquí en un intento desesperado por encontrar el camino. He intentado salir adelante muchas veces, de verdad que lo he intentado, pero siempre que lo consigo, algo sucede y todo vuelve a derrumbarse.
Camino en silencio con la mirada perdida por los senderos oscuros hasta llegar a mi destino. Me apoyo en la lápida y saco un cigarrillo. Le doy una calada, tensando la mandíbula, y dejo que el humo salga de mis pulmones, llevándose consigo algo del dolor que llevo dentro.
Vuelvo a dirigir mi mirada hacia la foto en la placa, la última foto que se tomó. Recuerdo que ella no quería. Era para una presentación en el liceo, insistía en que los idiotas de sus compañeros la criticarían. Después de mucho convencerla, finalmente accedió. Una imagen de su sonrisa viene a mi mente, al final la foto le había gustado, se había convertido en su favorita. Lástima que esa alegría fuera efímera; al día siguiente volvió con lágrimas en los ojos. Recuerdo que me llené de rabia hacia esos niños malcriados por hacerla sufrir.
—Te extraño, Cloe —susurro dejando caer una lágrima por mi mejilla.
—Solamente un loco viene a medianoche al cementerio a hablarle a las lápidas —habla una voz conocida detrás de mí —pero sabes qué, seamos dos locos juntos.
Dicho esto, roba el cigarrillo de mis dedos y lo coloca en sus labios, dándole una suave calada en dirección a la tumba. Noto que sus ojos brillan en la oscuridad y sus hombros decaen un poco, como si le doliera.
—¿La conocías? —decido preguntar por su actitud.
—Sí, la conocía —responde.
—Supongo que sabes lo que la llevó a la muerte, ¿verdad?
—Viví en carne propia lo que ella vivió. Lo sé más que nadie.
Asiento en silencio, sin saber qué decir exactamente.
—Eres muy valiente entonces —digo, buscando las palabras adecuadas —para soportar todo eso.
—Lo sé, y ella también lo era. No dudes de eso, Diego.
—No lo dudo, y me llena de impotencia no haber podido hacer algo por ella. Te juro que intenté darle lo mejor, pero no fue suficiente.
Me callo, ya que mi voz amenaza con quebrarse, y no permitiré que mis sentimientos hacia una desconocida salgan a la luz.
—No te culpes, Diego. No importa cuánto esfuerzo hagas, si no hay apoyo desde el otro lado, nada funcionará —dice, intentando consolarme.
Esa frase me marca, sabía que tenía razón, pero la culpa me consume de formas inimaginables. No importaba cuánto intentaran convencerme de lo contrario; yo siento que podía haber hecho algo por Cloe en ese momento, y no lo hice.
—Lo sé, pero igualmente yo...
—No te hagas eso. No te lastimes a ti mismo por algo que ya pasó. Entiende que no es tu culpa. Perdona que te diga esto, pero es hora de que la dejes ir. No es sano lo que sientes por ella.
—¿Y quién eres tú para decirme qué hacer, ¿Dios? —observo en su dirección con una ceja enarcada.
—Soy quien te salvará —responde, con determinación en su voz.
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Editado: 12.07.2024