Tengo todo el tiempo del mundo, Zhaori. Explícame de qué va todo esto," reclamo, esperando finalmente obtener una respuesta clara.
— Es tarde, Diego. Tengo que volver a casa y descansar.
Excusas y más excusas.
— ¿Qué es tan delicado que no me puedes decir?
— Temo cómo vayas a reaccionar...
— Vamos, no puede ser tan grave.
Zhaori respira profundamente y con un lento susurro suelta esas tres palabras que me dejan atónito.
— Me gustas, Diego.
Quedo estático ante sus palabras. Sinceramente, esperaba cualquier cosa menos esto.
— Te conozco desde hace muchos años. Este sentimiento lo he llevado guardado en mí por mucho tiempo. Temía tu reacción o que me rechazaras... — sigue hablando luego de haber tragado duro.
— Sinceramente, no sé qué decir...
No quería herirla, pero sinceramente no quería estar con ella. No la soporto a mi lado por mucho tiempo. Sé que no lo merece y que apenas la conozco, pero es mi postura en este momento y no creo que cambie.
— No te preocupes... Yo solo quiero que estés bien.
Asiento en silencio.
— Se por todo lo que has pasado. Siempre has tenido mi apoyo desde la lejanía. Puedes confiar en mí — habla lentamente, dudosa, como si temiera meter la pata, — Perdón si no estuve cerca de ti en esos momentos. No quería incomodarte. Al ver cómo rechazabas a todos, temía que hicieras lo mismo conmigo.
Veo que no lo sabes todo, Zhaori, pienso para mí.
— Supongo que no sabes la razón por la que alejaba a todos, ¿no?
Frunce el ceño y confirma que no sabe de lo que hablo, así que decido seguir con mis palabras.
— Ellos me culpaban por su muerte. Tal vez veías que se acercaban a mí, pero era para reprocharme por no hacer nada — confieso con la voz entrecortada. — Lo único que necesitaba en ese momento era un abrazo, nada más...
Es raro abrirme así, pero necesitaba soltarlo.
— Lo siento, yo no sabía. De haberlo...
— No te preocupes — la corto. Lo que menos necesitaba era su lástima.
Asiente, y yo decido sacarme la duda que me ha rondado la cabeza desde hace un rato.
— ¿Te puedo hacer una pregunta? — tanteo primero el ambiente.
— Claro — sonríe.
— ¿Desde cuándo me espías por la ventana?
Abre los ojos sorprendida. Creo que no esperaba esta pregunta. Se muerde el labio y baja la cabeza, ocultando su rostro.
— Hace cinco años.
Abro los ojos como platos. ¡Cinco años! Y yo no me había dado cuenta.
Estabas tan enfocado en tu dolor que no te ibas a dar cuenta, Diego.
Buen punto, conciencia. Hace cinco años mi dolor había empezado sin fin.
— Sí que resultaste ser una pequeña acosadora.
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Editado: 12.07.2024