Tu puedes

Capitulo 10: conversacion

Cuando creí que la chica no iba a venir, la vi parada en la entrada de mi garaje con una bolsa de cervezas y cigarrillos en la mano, observando cómo le cambiaba el aceite a la moto.

— ¡Wow, qué monada! — chilla emocionada acercándose a la moto.

— No la dañes, vale más que mi propia vida — respondo, quitando sus manos de mi princesa.

Asiente y me limpio las manos llenas de aceite con un trapo que está encima de la mesa. Mientras tanto, la empalagosa recorre el garaje tocando todo lo que se le presenta delante. Bajo mi intensa mirada, se sienta en un tronco de árbol a destapar las botellas de cerveza.

La observo beber un poco asombrado. Me doy cuenta de que es del tipo de chica que tiene cara de niña inocente y angelical, pero que toma más que un albañil recién pagado.

— Dale suave — le digo, indicando la botella.

— No te preocupes, tengo buena resistencia. Además, me siento mal, lo necesito — dice, dando otro trago con los ojos llenos de lágrimas.

Asiento y me coloco a su lado, robándole la caja de cigarrillos.

— ¿Qué es lo que tienes? — Le pregunto, observando su rostro atentamente.

Se encoge de hombros, quitándole importancia, pero insisto en saber qué le pasa.

— ¿Sabes lo que se siente dar siempre lo mejor de ti, esforzarte al máximo para complacer a los demás y que ellos solo se enfoquen en tus errores? ¿Que no importa lo mucho que hagas porque siempre terminarás ignorada?

Lo sé más que nadie...

— Créeme que lo sé.

Un par de lágrimas escapan de sus ojos, pero las oculta inmediatamente.

— No tengas vergüenza de mí, he vivido eso. Solo ignóralos y sigue adelante. Sé que es difícil, pero tú puedes.

Asiente, regalándome una sonrisa, y así nos quedamos un buen rato en silencio.

— ¿Te digo algo que te va a sorprender? — Pregunta de repente, observando mi perfil.

— Dime.

— Nunca te he visto conducirla — dice, apuntando a mi princesa con el ceño fruncido.

Alzo las cejas, un poco sorprendido. Creo que esta acosadora ha visto hasta mi vida privada y no me ha visto conducir la moto. Vaya sorpresa.

— No suelo utilizarla con regularidad, solo a veces, justo antes del amanecer.

— Con razón...

Sonrío y niego con la cabeza.

— Debo confesar que eso sí no me lo esperaba.

— Puedo decirte o hacer muchas cosas que no esperas de mí, Diego.

No lo voy a negar. Muy en el fondo, sí tengo ganas de escuchar todas esas cosas.

— Algún día me gustaría acompañarte a ver alguno de esos amaneceres — murmura en voz baja.

compania de la pulga era agradable.




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