Por supuesto, como bien tú sabrías,
yo me encontraba en las nubes,
debido a que una pequeña parte de mi fantasía
por fin realidad se volvía.
Con las mariposas revoloteando en mi estómago
e intentando no moverme ni un solo milímetro,
era la primera vez que sentía
tu aroma tan cercano al mío,
ese delicado olor entremezclado
a madera y gardenias.
Giraste levemente
tu rostro hacia el mío.
Te vi sonreír con alegría
para luego regresar tu mirada
hacia la presentación, concentrada.
Está de más señalar
que disimuladamente
yo también sonreí.
¿Acaso podría ser el inicio
de mi tan esperado idilio?
No te lo voy a negar,
esperaba que al final de la velada,
con un romántico beso terminara.
Pero eso no sucedió,
pues tu postura cambió.
El camino de regreso
te notabas muy serio,
yo no sabía qué pensar.
En tus ojos había notado
que estabas feliz a mi lado,
pero luego tus acciones
me hacían dudar de tus intenciones.
¿Acaso estabas jugando,
o quizá estabas dudando?
¿Qué soy yo para ti?
¿La amiga que te hace reír,
o la chica que te incita a vivir?
Llegamos a mi casa,
y a pesar de haber sido
una magnífica velada,
tu mirada
se notaba desganada.
Por fin hablaste
y sólo para decir
que un secreto me querías compartir.
No se trataba de ti,
sino de tu amigo Miguel,
el que solía acompañarte,
que algunas veces junto contigo
vino igual a visitarme.
Y un tanto apenado comentaste
que tu amigo Miguel
de mí se había enamorado.
Yo me eché a reír,
no lo podía creer.
Que aquel guapo y divertido chico
quisiera tener algo conmigo.
"No te creo nada",
contesté un poco alterada,
pero no porque estuviera emocionada,
sino que esa situación
mis planes arruinaba.
Te fuiste
y mi final feliz nunca ocurrió.
No se necesitaron palabras
para comprender
que te encontrabas en una encrucijada,
pues yo sabía que,
aunque no lo decías,
tú también me querías.