El semestre terminó,
tus visitas se agotaron
y no volvimos a tener
otro momento mágico.
El condenado Miguel
se notaba más alegre y cercano,
como si alguien le hubiera dado luz verde
de quedarse a mi lado.
Y poco a poco pude notar
que tú te alejabas y me eludías,
era como si ya no quisieras
recordar nuestros días.
Me dolió,
y dolió mucho.
Tu presencia extrañaba,
pero había decidido
que si tu no hacías nada,
entonces yo tampoco
iba a estar desenfrenada.
Miguel aprovechó la oportunidad
y salimos en un par de ocasiones.
No obstante debo admitir,
con total remordimiento,
que para mí solo era un juego.
Deseaba saber de ti,
que reaccionaras,
que por fin te dieras cuenta
que yo realmente te importaba.
Pero no fue así.
Simplemente te alejaste
y dejaste que Miguel se adelantase.
Él me dijo que le gustaba
y que deseaba algo serio conmigo,
yo tuve que ser honesta
y decirle que no podía permitirlo,
pues mi corazón ya había elegido.
Días después me buscaste,
y yo como tonta corrí a abrazarte.
Era algo normal entre nosotros,
que tu abrieras tus brazos al verme
y que yo entusiasmada acepte.
Te noté más seguro y suelto,
y yo quería saber si por pura casualidad
sabías de Miguel el cuento.
No aguanté, te lo conté
entonces pude notar
en esa, tu media sonrisa
que la situación te divertía,
no pudiste disimular tu alegría,
y he de confesar que tu reacción
hizo latir con fuerza mi corazón.
¿Será que aún haya esperanza para nosotros?
¿O, es que otra vez
estoy alucinando un poco?